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Matías Molina: “El pole me cambió la vida y se la puede cambiar a cualquiera”
El atleta e instructor de pole dance pasó por los micrófonos de El Centro que Necesitás, en Al Toque Radio, para comentar sobre su última competencia en Buenos Aires donde fue subcampeón. Detalló las características de la actividad y contó su historia personal con esta disciplina.

El pole dance es una disciplina que cada vez suma más adeptos en Río Cuarto y en todo el país. Una manera de expresión corporal que preserva sus bases y busca incluirse algún día en el calendario olímpico gracias a su destreza deportiva.
Matías Molina, atleta e instructor de pole dance -fundador de la escuela White Pole-, pasó por los micrófonos de El Centro que Necesitás, programa de Al Toque Radio, tras su exitosa participación en Pole Up Tournament en Buenos Aires, un certamen internacional de carácter artístico donde fue subcampeón.

“Hubo reconocidos poledancers. Es una competencia de pole art, que tiene que ver con la danza, la teatralidad y la incorporación de la barra como elemento principal, e incluía high hills, que es el origen exótico de la disciplina”, comentó Molina sobre el certamen en la capital argentina.
– ¿Cómo se divide el pole dance?
– Nosotros tenemos tres divisiones principales: pole sport, con lineamientos de gimnasia artística, movimientos obligatorios, puntajes objetivos en la evaluación; pole art, donde se necesita contar una historia a través de la danza, el teatro, con utilización de efectos especiales, vestimenta y demás; y pole exótico, que es la madre de la disciplina, de ahí venimos. Preserva la sensualidad y la seducción en los movimientos.
– ¿Cómo son los circuitos de competencia?
– Hay distintos circuitos. En Argentina se está dando un fenómeno que tiene que ver más con el pole federado, que busca llevar nuestra disciplina a los Juegos Olímpicos, con más de 60 páginas de reglamento, un código de puntuación, planilla de evaluación, seguimiento de coachs certificados internacionalmente, jueces imparciales que tienen que rendir cada año para mantener su matrícula. Los atletas tienen un nivel de entrenamiento de alto rendimiento, entonces se busca demostrar fuerza y flexibilidad extremas en esa coreografía. Luego está el circuito art, que tenemos en Buenos Aires un campeonato que reúne a más de 150 atletas en calle Corrientes, con dos o tres días de competencia. Allí se encuentran los más conocidos atletas del pole, el nivel élite. Es como ver un gran show.

– ¿Cómo se empieza en esta disciplina?
– La mayoría de las personas empiezan desde cero. Hay que destacar que el público en su mayoría son mujeres. Trabajo con chicas desde los 15 hasta los 65 años. Tuvieron que aprender la disciplina desde lo más básico, que es aprender a trepar, acondicionar el cuerpo para trabajar con la barra. Se encuentran con la transpiración y la fricción en las manos, es un elemento agresivo con el cuerpo, pero los resultados están a la vista. Se pueden realizar movimientos virtuosos, estéticos, estamos constantemente en esa búsqueda.
– ¿Cómo te encontraste vos con el pole dance?
– Empecé en el año 2014, tenía 24 años. Había empezado gimnasia artística que siempre quise hacer desde niño, pero inicié de adulto. Hubo un momento en el que no había mucho interés por parte de los instructores en seguir enseñándome, porque se enfocan en los niños y adolescentes. Se busca federarlos, que consigan medallas y demás. Cuando se me da esta negativa, se me rompió el corazón, y unos amigos de Villa María me ofrecieron aprender pole allá. Viajaba una vez por semana. Al año siguiente me perfecciono en Córdoba, luego hice el instructorado y empecé mi carrera.

– ¿Desde cuándo tenés la escuela White Pole?
– La escuela la abrí en 2019. Era una sala muy pequeña, un estudio, tenía cuatro caños, tres de 4 metros y otro de 2,20. Fue el primer paso. Ahí me animé y supe lo que era dirigir mi propio espacio. Empecé con 20 alumnos. En pandemia estaba llegando a los 30, frenamos varios meses hasta que los aforos dieron el OK. Creció el nivel técnico y el número de alumnos, nos mudamos a un lugar más grande, hoy tenemos ocho barras con la medida reglamentaria de 4 metros y un espacio de escenario entre cada una. Estamos cerca de los 100 alumnos hoy, y si sigue aumentando deberemos mudarnos nuevamente a un lugar más espacioso.
– ¿Cuáles son tus objetivos como instructor y como atleta?
– Mi objetivo siempre fue el crecimiento técnico personal, es lo que va primero. De eso se desprende el crecimiento de mis alumnos en mi escuela, capacitar a mis docentes para que tengan un buen nivel y hacer que los alumnos lleguen a ese nivel alto. En lo personal, mi objetivo tiene que ser a partir del año que viene volver a competir en el exterior, en 2018 fue mi última competencia en Chile. Quizás en México, España, buscar trascender. Se puede, no es imposible, hoy en día cuesta, el pole no está financiado por ninguna entidad gubernamental, empresa ni nada. Todo sale de nuestro bolsillo. Todo es un ingreso para costear las competencias, que es muy caro. El atleta tiene que bancarse todo.

– ¿Qué le dirías a alguien que tiene interés en el pole y quiere empezar a practicarlo?
– Que no tenga miedo, que no sea prejuicioso. Es un viaje de ida, que se anime porque le puede cambiar la vida como me la cambió a mi.
Fotos: Al Toque / Gentileza Matías Molina
Redacción Al Toque
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