Rugby

De los patines al barro: Los dos mundos de Luz Rivero

Tiene 17 años, es jugadora juvenil del Jockey Club Río Cuarto y fue campeona del Seven de la República con las Doguitas, la selección cordobesa. Creció entrenando saltos elegantes sobre ruedas, pero hoy se lanza al tackle con la misma precisión. Un par de días después del título, pasó por los estudios de Al Toque Deportes y contó cómo el patín le dio vuelo y el rugby la hizo quedarse.

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La chica que “corre como patinando”

En la final, el barro era una manta espesa. Lluvia, tormenta eléctrica, cancha pesada y brazos embarrados hasta los codos. Córdoba derrotó 19–5 a Buenos Aires y levantó el trofeo juvenil del Seven de la República en Paraná. Desde una de las puntas, jugando de wing, brillaba Luz Rivero, jugadora del Jockey Club Río Cuarto. Con apenas 17 años, se animó a un nivel que —según ella misma reconoce— todavía la supera.

Luz Rivero y la copa de campeonas del Seven de la República para las Doguitas en Paraná.

No estoy acostumbrada a jugar a un nivel competitivo tan alto. Ir allá, medirme con chicas muy buenas, me sirvió muchísimo. Una vez que había quedado, solo disfruté”, remarcó como sus primeras impresiones.

Pasó por los estudios de Al Toque Deportes a los pocos días, todavía con rastros del barro en la memoria, como si cada minuto lo estuviera reviviendo. En Paraná jugó de wing, pero en el Jockey suele ser apertura. Cambia de posición como cambia de disciplina. La misma joven que durante años entrenó danza clásica, elasticidad y giros sobre ruedas hoy se prepara para chocar con la primera que se cruce.

Luz Rivero visitó los estudios de Al Toque Deportes.

Y sin miedo: “Yo entrené con los chicos. Eso fue la base de todo. Aprendí a ir al contacto sin miedo y a que me golpeen fuerte. Me lesioné mucho al principio, pero nunca tuve miedo”, dice con firmeza.

De la pista al tackle

La historia empezó en otra arena. A los cuatro años, cuando ni ella recuerda por qué, sus padres la llevaron a patín y ese deporte fue su casa por más de una década. Fue su pasión hasta el año pasado, cuando representó a Argentina en el Sudamericano en Barra Velha, Brasil. Allí cerró el ciclo competitivo, como afirma: “Me encanta. Sigue siendo mi pasión, pero ya no lo elijo competitivamente”.

Luz Rivero y una costumbre desde su infancia: sus pies llevan ruedas.

El patín la fortaleció de formas inesperadas. Tanto que cuando comenzó a entrenar para rugby, la fuerza que había construido empezó a jugarle en contra: “Me empecé a pasar de fuerza. Tenía que hacer un salto de una vuelta y hacía dos”, explica Luz. Todavía hoy se ríe cuando le dicen que corre “como patinando”. Y no lo niega: “Mi técnica de carrera es rara. Todavía sigo ahí media rara…”, dice entre risas.

La presión, esa vieja conocida

El patín no solo le dejó elasticidad y potencia. Le enseñó a convivir con la exigencia mental y a entender que, cuando el deporte es individual, el error pesa doble: todo cae sobre los hombros propios.

El equipo de las Doguitas que fue campeón en el Seven de la República.

“En patín trabajás por margen de error. Te dicen que tenés que hacer diez saltos de tal cosa y te dan cuántos te salieron bien. Si lo hacés mal o no contás los que te salen mal, te perjudicás vos. Yo era re exigente conmigo misma, estaba las dos horas entrenando sin frenar ni para tomar agua. Eso me hizo mal”, recuerda Rivero.

Esa autoexigencia llegó a un límite. El año pasado, después del Sudamericano en Brasil, tenía objetivos nuevos. La cabeza decía seguir, el cuerpo pedía parar. Y nunca había parado: “Fui al Sudamericano en noviembre y en diciembre, enero, febrero seguí entrenando todos los días doble turno. Me hizo mal no tener descanso. Empecé a faltar porque ya no me daba la cabeza, hasta que terminé tomando la decisión de dejar de competir”.

Rivero repasó sus inicios tanto en el patín como en el rugby.

Hoy el rugby le ofrece otra dinámica: el nervio se comparte, se transforma en festejo colectivo, se diluye en un tackle bien dado. “En patín son dos minutos de estar completamente tensa y no poder salir de ese nerviosismo. En rugby entro, pego el primer tackle o la primera corrida y ya se me pasa todo”, expresa con contundencia. Ese contraste emocional fue lo que más la sorprendió cuando cruzó de una disciplina a la otra: la posibilidad de sentir la presión, pero esta vez acompañada.

Su casa tiene forma de club

En el Jockey Club Río Cuarto encontró su lugar en el mundo. No solo como jugadora: también como formadora. Luz es profe de infantiles, y en cada entrenamiento se reconoce en esas nenas y nenes que empiezan a enamorarse de la “ovalada”: “Es mi casa. Crecí ahí, tengo todos mis amigos ahí, me puse de novia ahí. Soy profe, así que vivo ahí. Los más pequeños son amorosos. Terminamos cada entrenamiento en ronda gritando fuerte ¡Jockey!. Si pueden estar todo el día ahí, están”, comenta Luz.

Luz con su querida camiseta naranja de Jockey Club.

Ese sentido de pertenencia, que también apareció en Paraná con las Doguitas juveniles, lo arrastra de la infancia. Porque el rugby también le dio otra cosa: la familia deportista que se elige. “Me encantó desde el primer entrenamiento. Me gustaba mucho la gente que había”, recuerda. Y mientras habla, su orgullo por la camiseta cordobesa asoma entre cada frase. “Me da orgullo llegar a vestir esa camiseta. Y saber quiénes la usaron antes. El año pasado fui con una selección más chica, y todavía no llegué a mayores, pero ya la de juveniles me llena de orgullo”.

El futuro entre libros y tackles

En unos meses Luz cumplirá 18. Y el año no solo traerá cambios dentro de la cancha: también afuera. Se muda mentalmente a otro mundo: la universidad. “No tengo ningún plan todavía porque empiezo la Universidad y voy a estudiar medicina. Pero la idea es meterle al gimnasio en la postemporada y enfocarme en rugby para el año que viene poder ir con mayores”, anticipa.

El futuro se ve más ovalado que sobre ruedas para Luz.

El patín la hizo disciplinada, meticulosa, fuerte. El rugby le dio confianza, valentía, equipo. Y hoy se para en esa transición con los pies bien apoyados en el suelo, o en el barro. Hay algo que la define sin necesidad de decirlo: no es que dejó de volar. Solo cambió el lugar desde donde lo hace. Antes saltaba sola, buscando no fallar. Ahora salta acompañada, buscando avanzar. Luz Rivero cambió la pista por el césped. Sigue volando: ahora, cada try es un aterrizaje feliz.

Fotos: Al Toque / Gentileza Luz Rivero
Redacción Al Toque

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