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Argentina va por dos premios grandes
Se clasificó para los Juegos Panamericanos y pasó a una semifinal del torneo; ahora viene la prueba decisiva. Por Ayelén Pujol para La Nación.
ARMENIA, Colombia.– La música que sale del parlante que va en un carrito suena más fuerte después de cada partido. Julieta Cruz lo lleva y el resto del equipo va detrás. La victoria contra Venezuela por 1 a 0 ya es un hecho y la salida por la zona mixta se da con cumbia y baile. La Argentina está entre los mejores cuatro equipos en esta Copa América femenina y ahora irá, contra Colombia, por el pase directo al Mundial de Australia-Nueva Zelanda 2023.
“Vinimos a la cancha.
Dejamos el alma
en el tablón.
Selección,
dale, selección”.
Las razones de haber cumplido con el ritual se resumen en 90 minutos de fútbol que fueron la gran prueba de fuego para la Argentina. Venezuela fue un rival de altura, de ésos que en este camino hacia una identidad de juego dejan una señal inequívoca de en qué situación se encuentra la construcción colectiva. La selección superó la prueba física, futbolística y anímica, y ésa es la mejor noticia obtenida hasta ahora en la Copa América, cualquiera sea el resultado final.
El equipo dirigido por Germán Portanova podría haber especulado con el resultado. El empate le alcanzaba para avanzar a las semifinales y, en efecto, en la historia reciente del seleccionado, cuidarse y apostar al pelotazo parecía una cuestión de ADN. La Argentina eligió Colombia como el escenario donde podía editar su currículum: desarrollar en el campo rasgos propios que la caractizaran frente a los demás pero sobre todo ante sí y la parte del país que empieza a seguir al conjunto albiceleste.
Venezuela fue entonces el examinador que puso en relieve algunos méritos. Un equipo rápido, de buen toque, de posesión y de jugadoras muy técnicas que obligaron a la Argentina a estar full focus. A los 7 minutos, la selección mostró una de aquellas cartas nuevas: la conexión con el juego sabroso, dirían aquí. Mariana Larroquette habilitó de rabona a Florencia Bonsegundo, que tuvo su chance frente a la arquera Nayluisa Cáceres. Primer síntoma de carácter.
Deyna Castellanos, la crack venezolana de Manchester City, es la bandera de un conjunto que viene en subida desde la llegada de la entrenadora italiana Pamela Conti, sucedida en 2019. Desde la posición de enganche habilitó las subidas de Ysaura Viso y Oriana Altuve, por la derecha y la izquierda, respectivamente. La arquera albiceleste Vanina Correa, que a los 38 años disputa por cuarta vez la Copa América, puso las manos para salvar varias chances de la capitana vinotinto.
La posición de Daiana Falfan en el centro del campo es otro de los aciertos de Portanova, que se inclinó por la chica de 21 años para reemplazar a la titular en el puesto –Lorena Benítez, que no llegó aquí por una lesión– y que una vez más fue una de las figuras, descubriéndose a sí con un desempeño en la marca que entrega confianza.
En el primer tiempo la Argentina aguantó la tensión. No sucumbió ante la frustración de no encontrar los huecos que hasta entonces le habían dado victorias. Yamila Rodríguez, por caso, en la banda derecha, casi no tuvo contacto con la pelota en la parte inicial. A Estefanía Banini –de pinceladas como para recortar y guardar, cada vez que le dejaron espacios– le costó asociarse con Bonsegundo porque las rivales la obligaron a retroceder.
Para la segunda parte Venezuela cambió el planteo. Conti sacó a Viso, de buen rendimiento hasta entonces, y puso a Mariana Speckmayer, que imprimió velocidad y vértigo al ataque. El cuadro vinotinto intensificó su juego por las bandas pero las laterales argentinas Eliana Stábile y Gabriela Chávez –después reemplazada por Julieta Cruz– respondieron. Apareció entonces Correa, la arquera que pasó seis años sin jugar, un poco cansada por el destrato al fútbol femenino, y que decidió volver para la Copa América anterior, para ya nunca dejar la titularidad. Ahora capitana, empujó con seguridad desde el fondo.
La selección buscó con una peligrosa palomita de Larroquette que despejó la arquera venezolana y encontró el gol con juego asociado: Larroquette ejecutó un preciso pelotazo para Rodríguez, que hizo una corrida vestida de wing, desorientó, hizo la pausa, levantó la cabeza y asistió a Bonsegundo para que anotara. El gol desordenó un poco a la propia Argentina y la obligó a replegarse cuando Venezuela más insistía, aunque sin claridad. En una jugada en particular Banini, delantera, alejó el peligro ubicada como defensora central. El seleccionado manejó el termostato del partido incluso cuando tuvo que resistir, aguantando la pelota y haciendo tiempo.
Incluso con imperfecciones grupales en detalles más vinculados con lo extrafutbolístico, el triunfo sobre Venezuela despierta sonrisas por varios motivos. El primero: la posibilidad de, este lunes y frente a Colombia en Bucaramanga, avanzar directamente al Mundial. Si la Argentina logra meterse en la final, además, conseguirá uno de los dos pasajes a los Juegos Olímpicos. Ya se aseguró como mínimo un repechaje: en caso de una derrota ante el local –siguiente desafío: desarrollar su fútbol con un estadio repleto en contra– disputará el boleto a la Copa del Mundo contra un equipo de Concacaf. Además, ya garantizó su participación en los próximos Juegos Panamericanos.
Si hasta ahora alguien no vio fútbol femenino, éste parece ser un buen momento. Con un libreto nuevo, la selección argentina se abre a la comunidad futbolera. Con la victoria de este jueves, las jugadoras consolidan su identidad.
Por Ayelén Pujol para La Nación
Fotos: AFA
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