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Apología de lo trucho en el fútbol

Publicado

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Andrés Burgo

Periodista.

También quiero al fútbol porque puedo zambullirme en lo trucho. Cada uno arrastra sus propias obsesiones o manías y entiendo que, como a mí me gustaría terminar de coleccionar la revista El Gráfico de 1988 y mi hijo de 7 años quiere completar el álbum de figuritas de Minecraft, hay a quienes les encantaría gastar lo que no tienen –o lo que no les sobra- para comprarse el último modelo de las camisetas de Argentina, River, Boca o Estudiantes de Río Cuarto, aunque estén lejos de resultar económicas: la marca que viste a la selección vende la remera con las tres estrellas a 25.000 pesos.

La ropa deportiva es uno de los principales temas de conversación en los grupos de WhatsApp futboleros pero la indumentaria oficial ni el modelo más flamante de mi club nunca fueron mis fetiches. De hecho, a comienzos de esta semana y antes de escribir esta columna, compré la réplica de un buzo de River Adidas 1997 con capucha –lógicamente falso- por 10.000 pesos en tres cuotas sin interés que, dada la economía actual, tampoco resulta apto para todos los bolsillos –ni mucho menos- pero, al menos para mí, ingresa en la categoría de pequeño lujo permitido.

Cada vez que voy al Monumental o cuando camino por la calle y me cruzo con hinchas de River que visten alguna camiseta de nuestro equipo juego a decodificar el año al que pertenecía esa prenda. Ahora me resulta más difícil porque River llegó a jugar con siete modelos en un año -de enero de 2019 a 2020 vistió cinco alternativas, un modelo rojo y negro, una prenda gris, otra bordó, otra violeta y otra blanca con rayas horizontales negras y rojas, más las dos titulares diferentes, con y sin publicidad sobre el pecho- pero sí creo ser un especialista en camisetas vintage, más antiguas.

Sé, por ejemplo, que una camiseta con la banda invertida, blanca sobre rojo, y con un cuello blanco en V, pertenece a un modelo que sólo usamos en un único partido oficial, en 1985, contra Cipolletti de Río Negro, en los antiguos Nacionales de Primera División. Lógicamente, salvo las 14 únicas prendas originales que ese día salieron a la cancha (entre suplentes y titulares había 16 jugadores, pero dos de ellos eran arqueros), el resto son copias, y en mi placard guardo uno de esos hermosos modelos falsos, fraudulentos.

En marzo leímos, y nos preocupamos, cómo la Justicia Federal intentaría bloquear las webs y las plataformas por las que miramos fútbol gratis en Fútbol Libre. No me hago el distraído: también soy víctima de la piratería digital –algunos de mis libros, que tardé años en escribir, se pueden bajar en menos de un minuto en el teléfono, sin que yo reciba un peso-, pero entiendo que es una pelea que tienen que dar las empresas que siempre ganan y nos dejan tan desprotegidos que ni siquiera nos permiten empatizar.

Así que mientras las ropas de marcas deportivas –que permiten que sus camisetas sean elaboradas por empleados, en su 90% bolivianos, que cobran miserias en talleres de Villa Lugano- sacan todo el tiempo nuevos modelos, yo termino rápido esta nota porque me voy a buscar el modelo 97 con capucha que compré el lunes: me acaban de avisar que ya puedo ir a buscarlo. El fútbol es tan grande que lo trucho es lo oficial.

Foto: Al Toque Deportes

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