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Argentina – México, un partido reconvertido en inesperadamente dramático y decisivo

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Andrés Burgo

Periodista.

Apenas Argentina perdió contra Arabia Saudita –asumámoslo, nuestra derrota más impensada e evitable de los Mundiales, y en el top 3 de la historia del torneo para cualquier país-, una frase comenzó a repetirse, la de “España perdió el primer partido en el Mundial 2010 y después salió campeón”, como si Argentina estuviese obligada o predestinada a levantar la Copa del Mundo durante su excursión en Qatar 2022. O, también, como si se tratase de la nueva versión de “elijo creer”, la apelación al pasado como cábala o amuleto para volver a festejar en el presente.

Es cierto: España perdió 1-0 contra Suiza en el arranque del Mundial de Sudáfrica y luego encadenó seis triunfos seguidos, uno por dos goles (2-0 ante Honduras) y cinco consecutivos por un gol (2-1 a Chile y 1-0 a Portugal, Paraguay, Alemania y Holanda), hasta consagrarse campeón. También podría decirse que, además, la última vez que Argentina perdió en el debut igual llegó a la final: ocurrió en Italia 90, cuando al 0-1 inaugural ante Camerún le siguieron una serie de empates y triunfos, durante los 90 minutos y en los penales, que depositaron a la selección en el último partido del torneo.

España consiguió la gloria mundialista en Sudáfrica 2010 tras haber perdido en el debut.

Eran, es cierto, épocas en las que avanzaban algunos terceros de cada grupo, y aquella selección de Carlos Bilardo lo consiguió de una manera, detrás de Camerún y de Rumania en su zona, que hoy dejaría afuera a la de Lionel Scaloni de los octavos de final. Pero es tan generosa la historia de los Mundiales que también está el ejemplo de España 82, cuando la selección de César Menotti perdió en el primer partido, ante Bélgica, y tras superar a Hungría y El Salvador avanzó a la siguiente fase de un Mundial en el que sólo se clasificaban los dos primeros de cada grupo, como ahora en Qatar. O el de Alemania Federal 1974: Argentina perdió el primer partido (ante Polonia) y empató el segundo (contra Italia), pero aún así clasificó a la segunda fase gracias a su triunfo frente a Haití y, también, a los frutos de una incentivación económica realizada por el plantel a los polacos para que ganen en su partido ante los italianos.

Que el debut en los Mundiales es un partido importantísimo pero no decisivo, que tiene revancha y se puede recomponer, incluso lo da el ejemplo inverso: la Argentina de Marcelo Bielsa venció a Nigeria en su estreno en Japón-Corea del Sur 2002 y aún así quedó eliminada en primera ronda, dos partidos después, tras la derrota ante Inglaterra y el empate frente a Suecia. El fútbol y las matemáticas, no sólo en las Copas del Mundo, tienen una relación muy amplia, generosa, inabarcable: Boca acaba de consagrarse campeón de la Superliga con una diferencia de gol extremadamente baja, de apenas seis tantos a favor tras 27 fechas, pero suficientes para dar la vuelta olímpica.

Si fuera por lo que ocurrió, en Mundiales o torneos domésticos, masculinos o femeninos, casi todas las variables son posibles, pero sostener la ilusión únicamente en base a algunos resultados pasados suena endeble: aquella España de 2010 había jugado bien pese a la derrota ante Suiza, a diferencia del Waterloo argentino contra Arabia Saudita, un martes negro en el que falló todo lo posible, jugadores y entrenador.

Incluso, más allá de lo obvio, que Argentina necesita una mejora ostensible en el juego, una mayor presencia en el mediocampo y la aparición de una fortaleza mental ausente ante los saudíes, la premisa de “España perdió el primer partido en el Mundial 2010 y después salió campeón” –que desde ya también es un deseo válido- presenta un problema de raíz: ¿por qué esa referencia al último escalón, el de salir campeón, y no al inmediato, en este caso México, un partido reconvertido en inesperadamente dramático, decisivo, sin red de contención? ¿Por qué referirse al título aún después de un golpazo como el de este martes, si levantar la Copa del Mundo sólo sería la consecuencia de diferentes reacciones, la futbolística, la mental y también la del azar?


Argentina necesita una mejora ostensible en el juego, una mayor presencia en el mediocampo y la aparición de una fortaleza mental ausente ante los saudíes


Francia está bien. Brasil también. España hizo siete goles. Si un Mundial son, justamente, siete escalones, Argentina los debería subir de a uno, sin pensar más allá de lo que se puede avanzar en cada partido. Primero México, la supervivencia. Luego, de pasar, Polonia, también por la supervivencia. Y así. Pensar en la gloria cuando todavía no está asegurado el mango para llegar a fin de mes es tentador, pero puede confundir. Y en los desiertos, como en Qatar, son necesarios los gps.

Argentina entrenó pensando en México, a quien enfrenta este sábado a las 16 por la fecha 2.

La selección no está predestinada ni obligada a salir campeón, sólo a dar la mejor versión de sí misma y competir lo máximo posible, lo que no hizo contra Arabia Saudita ni puede repetir contra México. 

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