Media Distancia

Boris Johnson, Wimbledon y el estilo inglés: la fachada perfecta 

Publicado

el

Leonardo Gasseuy

David Davis, un oscuro diputado conservador, lo anticipó en enero de este año.  “Se ha sentado ahí demasiado tiempo para el bien que ha hecho. En el nombre de Dios, váyase». Boris Johnson ya estaba acorralado. Esta semana terminó renunciando como Primer Ministro británico. El final de un mentiroso congénito, un excéntrico, que con un talento muy particular logró liderar Inglaterra. Fue por poco tiempo. Se equivocó demasiado. John Carlin dice que, entre tantos defectos, también se consideraba “un Dios que por derecho divino se merece el privilegio de mentir y que la gente lo aplauda”.

Para el pueblo inglés hay dos grandes razas en el mundo, ni más, ni menos: “la raza humana y la raza inglesa: abyecta la primera, nobilísima la segunda”. Lo dice el español Juan Donoso Cortes, el filósofo de Valdegamas, cuando su corona competía con la inglesa en quien saqueaba más y mejor.

Los británicos, por más que hayan pasado 150 años, aún creen que siguen viviendo la época Victoriana (La reina Victoria condujo la isla desde 1837 a 1901), Está considerado el momento de mayor relevancia en la historia del Reino Unido. Fue cuando expandieron y consolidaron su imperio a fuerza de piratería y sangriento colonialismo, logrando   transformarse en la primera economía del mundo.

Como victorianos lideraron la Revolución Industrial con todos sus adelantos (los ferrocarriles, los telares y los barcos de vapor), su literatura giraba en torno a Dickens, Stevenson, Conrad y Oscar Wilde. Hoy culpa de sus propias chapucerías, Boris Johnson, que soñaba con ser el nuevo Churchill, debe renunciar. Final cantado de un circo impostado. Johnson, acorralado por su propio partido, se va tal como es, ofreciendo su versión original.  Mintiendo e impostando una imagen de estadista, que no tuvo. Un sagaz talento para escapar de sus crisis políticas. Nacido en una familia de políticos y periodistas. Demasiado cargo (deseuropeizacion y pandemia mediante) para histrionismos e ironías.

Mintió siempre cuando negó haber participado de fiestas durante el confinamiento pandémico (su país es el de mayor cantidad de muertos de Europa), lo hizo cuando firmó el Protocolo con Irlanda, sabiendo que no lo cumpliría y también cuando negó desconocer el perfil acosador sexual de su cercano colaborador y diputado Chris Pincher. Esto fue lo último. Irónicamente siempre creyó en la posverdad, pensando que esta sería un instrumento para borrar la frontera entre la verdad y la mentira. No le resultó. Un cretino menos.

Los británicos se liberan de un líder cínico y ególatra. Un tránsfuga que se proclamó nacionalista inglés, no por convicciones sino para sentarse en el 10 de Downing Street. ¿Se aleja mucho la realidad de este Johnson saliente con la historia inglesa de siglos y la actual city londinense que cotidianamente extorsiona los mercados con las fórmulas de la usura y arropa a la creme mafiosa del mundo?. Coincidencias existen. No está claro que sean lo mismo. Lo que sí, aunque se autofiguren, no son lo flemáticos, correctos y rígidos como se venden.

«La economía inglesa se alimenta de la corrupción. El Gobierno y el pueblo británico no se han dado cuenta realmente de la emergencia que está azotando a su país» dice el escritor italiano Roberto Saviano. Según las estimaciones de varias organizaciones no gubernamentales, se blanquean anualmente 61.000 millones de libras (o 93.000 millones de dólares) en ganancias ilícitas. Saviano es napolitano, en 2008, escribió el libro Gomorra, donde cuenta  mecanismos con los que el mundo de la camorra  y de la periferia napolitana ha extendido sus horizontes de negocios a nivel internacional. El mismo investigador dice «La City de Londres es el mayor lavadero mundial del dinero sucio procedente del narcotráfico»

Poco importa la chapucería personal de Johnson cuando la cultura del ilícito viene de siglos. Las leyes inglesas así lo han permitido siempre (son el mayor centro de sistema offshore del mundo), por eso no es casualidad que los grandes paraísos fiscales del mundo (Islas Caimán. Jersey, Man, Bermuda y Gibraltar) sean ex colonias británicas. “Lo hicimos por algo” diría Dickens, refiriéndose a la parábola dialéctica tan inglesa con eso que todo reviste a una lógica.

Por estas horas, Novack Djokovic ganó su séptimo Wimbledon. Ese paraíso verde y conservador que sirve para impostar una etiqueta figurativa de seriedad y elitismo. El torneo de Wimbledon es el único de los cuatro Grand Slams que se juega en un club. El All England cuenta con 375 miembros de pleno derecho, unos 100 miembros temporales y un número de miembros honorarios. Es un torneo sumamente rentable, pese a no permitir la exhibición de los patrocinadores. Todo es inmaculadamente blanco y verde. El suntuoso marketing del no marketing. Como demostrando quien maneja el tiempo, solo Rolex muestra su cara. Bien Londinense. Bien Ingles.

El ganador del torneo se llevó parte de los 41 millones de euros de los premios, pero no puntos. Lo decidió la propia Asociación de Tenistas Profesionales, cuando Wimbledon prohibió competir a los tenistas rusos, incluido Daniil Medvédev, y a los bielorrusos, como castigo por la invasión de Ucrania. Una ejemplificadora muestra de demagógico maquillaje.

Este año Transparencia Internacional ha identificado al menos 1.500 millones de libras esterlinas (US$2.000 millones) en propiedades en el Reino Unido pertenecientes a rusos con fortunas y filiales vínculos con el Kremlin. Desde 1992, los gobiernos ingleses de turno, le abrieron a los rusos todos sus encantos para ocultar tanto saqueo desguazado. Todo muy real y exactamente guionado por McMafia, la serie producida por la BBC a partir del libro de Misha Glenny. McMafia discurre en ese territorio bautizado en su día por Mark Hollingsworth como Londongrado, el libro que relata el éxodo de la élite rusa a la capital británica, convertida en las últimas décadas en patio de recreo de los oligarcas. Todo oscuro. Pero Wimbledon ejerce justicia con sus decisiones de mampostería.

Todo es parte de lo mismo. Johnson con sus estilos contrapuestos a Thatcher, no difiere en el concepto general de formas, que mas que una raza es un reto cultural. En el siglo XVII, las ambiciones de poder absoluto del Rey Carlos I provocaron un enfrentamiento entre la monarquía y el Parlamento que terminó en una auténtica guerra civil entre los Roundheads, partidarios del parlamento, y los Cavaliers, nobles que apoyaban la monarquía absoluta. Decapitaron al Rey y fin del problema.

Todas semejanzas perfectas. Las mismas que uso Johnson (hoy villano) y que es natural en esas farsas llamadas monarquías parlamentarias. Los políticos corroen y van a la guerra en nombre de la corona y los reyes mueven las piezas cuando los políticos cambian el paso. Lo hacen con naturalidad (con la misma que Djokovic gana en el césped de Londres).  Hace jugar a la perfección esa metáfora que dice que para llegar a la verdad, el alemán suma, el francés resta y el inglés cambia de tema. Johnson será una anécdota insignificante en medio del derrotero histórico, ese que dice que los británicos: aman a los animales, las mermeladas y la novela rosa, pero lo que les hace felices es guerrear, acumular riqueza ajena y partirse la cara.

Este artículo fue posible a la autogestión de periodistas. Hoy necesitamos de vos. Te invitamos a que seas parte de la comunidad de Al Toque Deportes asociándote con un mínimo aporte mensual

Publicidad
Publicidad

Tendencias

Propietario: Cooperativa de Trabajo Al Toque Ltda. Director: Diego Alejandro Borghi. Sebastián Vera 940, Río Cuarto, Córdoba.
Fecha. Edición N° Edicion . Registro de la Propiedad Intelectual en trámite.