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Cada podio olímpico es una historia humana

Por Ezequiel Fernández Moores en La Nación.

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Raven Saunders, una de las grandes protagonistas de Tokio 2020.

Raven Saunders intentó matarse primero con píldoras y luego con un rifle. La atleta estadounidense venía de lograr el quinto puesto en el lanzamiento de bala de los Juegos de Río 2016. Su ciudad natal (Charleston, Carolina del Sur) la recibió con desfile y declaró el 17 de agosto como el “Día de Raven Saunders”. En 2017, Mundial de Londres, una lesión la hundió al décimo puesto. Otra vez en crisis, el 26 de enero de 2018, Saunders, mujer negra y gay, de 21 años, probó llegar al final de la autopista en Mississippi, un tramo sin baranda. Ideal para tirarse al vacío. Le había dejado un mensaje a su anterior terapeuta. La respuesta en el teléfono sonó justo unos minutos antes del giro decisivo. Saunders volvió a casa. Rompió en llanto con su director atlético y la Universidad de Mississippi le consiguió un centro de salud mental. El domingo pasado, Saunders se coronó subcampeona olímpica. Levantó los brazos por encima de la cabeza y formó una “X” con las muñecas. Fue la primera medallista que desafió las reglas de Tokio 2020.

La agencia AP preguntó a Saunders qué quiso decir con esa “X”. “Es la intersección, respondió la atleta, donde se encuentran todas las personas oprimidas”. Hace más de medio siglo, esa misma agencia había calificado de “saludo nazi” la protesta del Black Power de Mexico 68, los puños en alto, con guantes negros, de los atletas Tommie Smith y John Carlos. Y el Comité Olímpico Internacional (COI), que sí había permitido verdaderos saludos nazis en los podios de Berlín 36, expulsó de por vida a Smith y Carlos. En Tokio, Saunders compitió con máscaras del Guasón y de Hulk (su apodo), cabello morado y verde, aro en la nariz y sus 108 kilos festejando envueltos en la bandera estadounidense primero y moviendo caderas luego. Entró a la zona mixta cantando “Celebración”. En Instagram, recordó a Venus y Serena Williams (“negras que no pedían disculpas”) y dedicó la medalla plateada: “Si eres negra LGBTQIA+ o tienes problemas mentales, esto es para ti”. Un análisis económico dijo que ganará entre uno y tres millones de dólares. “¡Ya no estamos quebrados cariño!”, publicó con el rojo de 538 dólares en su cuenta bancaria. Ayer murió su madre y Saunders avisó que se retirará de las redes porque debe volver a cuidar su salud mental. El COI no resolvió aún si sancionará su gesto por los “oprimidos”.

Para estos Juegos, el COI relajó su política antiprotestas, pero aclaró que el podio sigue siendo sagrado y que los rebeldes pueden ser castigados hasta con la quita de la medalla. Estados Unidos avaló a Saunders. Modificó su vieja política el año pasado, después de que decenas de atletas comenzaron a arrodillarse por “Black Lives Matter” y protestaban contra Donald Trump. El esgrimista Race Imboden también subió a su podio en Tokio con una letra “X” en un círculo escrita en su mano. Y ayer iba a sumarse Gwen Berry, pero terminó undécima en el martillo. Otra vez, como en México 68, son atletas de Estados Unidos y que protestan por lo que sucede en su país, no por la situación de los uigures en China, como especulaba alguna prensa antes de los Juegos. (China, justamente, domina los podios de Tokio. Todos los medalleros la ubican primera. No en Estados Unidos. Hasta diarios como The New York Times y The Washington Post privilegian la cantidad total de medallas y no el oro como indica la tradición. Para ellos, Estados Unidos lidera la competencia).

Los Juegos Olímpicos siguen ofreciendo hermosas historias humanas de altruismo, sacrificio y superación (argentinos incluidos, siempre competitivos en los deportes por equipos). Pero, inevitable, los Juegos mantienen también su puja de Guerra Fría. Además de China, hay muchos podios rusos. Demasiados si se recuerdan las sanciones por doping que impuso el COI a ese país y que, entre otras, impiden decir “Rusia” y obligan a usar ROC (acrónimo del Comité Olímpico Ruso). “We will ROC you”, celebran burlonamente cada triunfo en Rusia, al ritmo de Queen. Las sanciones fueron impulsadas por una dura investigación del FBI contra Rusia. El mismo FBI que, en esos años, cajoneaba en cambio denuncias contra Larry Nassar, el médico de la Federación de Gimnasia de Estados Unidos condenado por abusar de cientos de adolescentes. Lo denunció hace apenas dos semanas el Departamento de Estado.

El nuevo informe afirma que también las propias autoridades deportivas ocultaron a Simone Biles, que tenía entonces quince años, “pruebas inequívocas” de los abusos de Nassar. Biles, que fue una de sus víctimas, conmovió a los Juegos de Tokio cuando la semana pasada, tras años de esfuerzos y preparación, privilegió su salud mental y se bajó sorpresivamente de las pruebas. Fue centro de burlas y críticas. Basura odiosa en las redes. Ayer felicitó a Saunders y avaló su gesto con la letra “X”. Horas después, ella misma volvió a la competencia y ganó medalla de bronce. Es la gimnasta más premiada de todos los tiempos y acumula decenas de títulos. El de ayer fue acaso distinto a todos.

Por Ezequiel Fernández Moores en La Nación
Imágenes: Sebastián Domenech | Javier Soriano – AFP | Ashley Landis – AP

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