Deporte motor
Charla a fondo con “Quique” Mansilla, ex piloto argentino, amigo y rival de Ayrton Senna
En “El Centro que Necesitás” hablamos con el ex piloto que compartió con el ícono brasileño en la Fórmula Ford británica a inicios de la década de 1980. Con el estreno de la serie “Senna” en Netflix, Mansilla recordó sus momentos con Ayrton y una vida personal con increíbles experiencias.
El estreno de la serie Senna en Netflix fue furor durante el último mes. A 30 años de la muerte de Ayrton Senna, uno de los mejores pilotos de la historia de la Fórmula 1, la producción repasa su vida en seis capítulos a pura adrenalina, pasión y emoción.
En el segundo episodio, aparece el primer gran rival en la vida deportiva de Senna. Casualmente para el brasileño, fue un argentino: Enrique “Quique” Mansilla. Ambos compartieron en la Fórmula Ford británica a inicios de la década de 1980, como compañeros de la escudería Van Diemen.
Una gran coincidencia para nuestra región es que, en la serie, el personaje de Mansilla es encarnado por un riocuartense: Nahuel Monasterio, actor que, luego de terminar el colegio secundario, se mudó de Río Cuarto a Buenos Aires para perseguir su sueño actoral.
En El Centro que Necesitás, programa de Al Toque Radio, hablamos con el ex piloto argentino. Con 66 años, recordó sus inicios en el automovilismo, su relación con Senna en Inglaterra, una amistad que se mantuvo con los años y también, su vida posterior a los fierros: tras asentarse en Estados Unidos, vivió una de las experiencias más alocadas de su vida en África, durante los inicios de guerras civiles que azotaron al continente. Además, su opinión acerca de la serie y sobre Franco Colapinto, quien devolvió la bandera argentina a los primeros planos del deporte motor mundial.
– ¿Cómo fueron tus inicios en el automovilismo?
– Yo nunca soñé ni pensé que podría haber llegado hasta donde llegué. Soy un eterno agradecido a lo que la vida me ha dado. Estaba haciendo el servicio militar, e iba a ir a la escuela de aviación en Córdoba. Pero previamente charlando con mi padre le dije que vi un aviso, de Jorge Omar Del Río, que tenía una escuela de pilotos. Yo quise tirar un tiro ahí y así fue. Justamente sucedió que hacía un certamen, el cual al ganador lo mandaban a una escuela en Inglaterra. Fuimos 130 ilusiones a competir y fui el que ganó. En marzo del 78’ fui a Inglaterra, realicé el curso, hice todo muy bien y la misma escuela me dio una beca para participar de un certamen mundial de alumnos de escuelas en esa época. A fines del 79’ volví, gané todo nuevamente y el premio era un campeonato de Fórmula Ford de pocas carreras. Ya estaba con un pie adentro de ese mundillo. Gané muchas carreras, me mezclé con pilotos grandes que después estuvieron en F1, como Roberto Moreno, Raul Boesel y Jonathan Palmer.
– ¿Cuándo conocés a Ayrton Senna?
– Cursando el fin del año 80, la escudería Van Diemen me dijo que quería probarme para reemplazar a Roberto Moreno. Allá fui, Roberto hizo un muy buen tiempo, pero para desgracia de él le bajé tres décimas. El auto volaba. El equipo se formó con Alfonso Toledano de México y yo, pero por febrero de 1981 apareció Chico Serra, piloto de Fórmula 1 que corría para Fittipaldi, brasileño, con un pibito. Se juntaron con Ralph, el propietario, que después vino a hablarnos a Alfonso y a mí, si teníamos inconveniente en recibir a Ayrton Senna, o Ayrton Da Silva en ese momento. Dijimos que no teníamos ningún problema con el pibito que hacía karting, sin saber el monstruo que era. Al principio bien, luego se puso áspero. A mi no me gustaba como corría porque te tocaba, te molestaba en pista. Con Ayrton ningún problema, solo que cuando se ponía el casco se transformaba en el Monstruo de Tasmania. Un día me cansé de que me toqueteara el auto, y lo toqué yo. Ahí se armó la guerra.
– ¿Cómo era su relación no solo dentro, sino fuera de la pista?
– Era espectacular. Allá hay muy pocos latinos, siempre nos juntábamos en una casa o en la otra. Éramos toda una banda, había camaradería, buena charla y buena vibra. No había problemas, el único problema era que te ganaba o te ganaba. Desde el comienzo le habían dicho que el cuco era yo y me tenía que ganar, se había puesto obsesivo con eso. En Mallory Park, yo le hago la vieja treta que me hacía a mí, lo toqué y se calentó. Cuando vuelvo del podio, que gané esa carrera, él me agarra del cuello y se armó una trifulca bastante fea (N. del A.: Esta escena está retratada en la serie). El dueño de la escudería dijo que no podíamos correr más juntos, nos mandaron a distintos campeonatos y luego nos juntamos en otro campeonato de seis carreras, que él me gana.
– En aquel momento, ¿pensabas que aquel piloto brasileño se convertiría en lo que fue después?
– En ese momento ninguno pensó nada sobre Ayrton. Era un pibe más de los tantos que estábamos ahí, trabajando para llegar algún día a algún lado. Era distinto, sí. Hacía cosas que nosotros no hacíamos. Tenía conductas y disciplinas que nosotros veíamos como raras. Era mejor que yo, tenía cualidades que para la época eran interesantes. Yo aprendí de él, mi conducción en la lluvia no era mala pero podía darme una piña en cada curva. Él me enseñó ciertas tácticas, era una muy buena persona. Era un crack configurando un auto. Yo estaba incursionando en mi segundo año de carreras, él traía un bolso con 15 años de experiencia en kartings, nacional brasileño, sudamericano, mundial. Cómo trasladaba la información para configurar el auto era asombroso. Yo decía que el auto se iba de trompa, él decía que estaba equivocado, que se iba de cola. Un día decidimos escucharlo, porque nadie lo escuchaba, probamos y efectivamente tenía razón, el auto iba mucho más rápido.
– ¿Mantuvieron la relación luego de no competir más juntos?
– Hablábamos siempre. Nos saludábamos para nuestros cumpleaños, yo el 14 de febrero, él el 21 de marzo. Nosotros nos dejamos de ver en el 83’. Yo venía en debacle después del año 82’, después de ser casi campeón de Fórmula 3 y probar el McLaren de Fórmula 1. La Guerra de Malvinas, con el diario del lunes, puedo decir que fue lo que liquidó mi carrera. Me tuve que ir de Inglaterra y me fui a Estados Unidos a correr en Can-Am. Ese año él debutó en Fórmula 1 con Toleman. La última vez que lo vi en persona fue en el 89’ durante el Gran Premio de los Estados Unidos, el único que hubo en la ciudad de Phoenix. Después no nos vimos más, seguimos hablando y luego vino ese día triste donde él choca y pierde su vida.
– ¿Qué recordás de aquel 1° de mayo de 1994, día en que Senna muere en Imola?
– Estaba mirándola a la carrera, como buen fierrero. No me gustó nada cuando vi semejante choque lateral, inclusive sin saber que un elemento del auto que había volado le había pegado en la sien. Cuando no reaccionaba, pensé “esto va para mal”. Fue un dolor tremendo, porque era un amigo.
– Decías que la Guerra de Malvinas liquidó tu carrera, ¿cómo era vivir en Inglaterra en aquel momento?
– Durante el 82’, en los eventos internacionales de Fórmula 2, Fórmula 3 y Fórmula Ford, no se flameaba la bandera argentina. Era entendible, aunque podía ser una provocación. El público británico realmente no sabía dónde quedaban las Islas Malvinas. Hubo una sola vez que un borracho se pasó un poco conmigo, pero yo estaba con guardias y lo removieron. Fue en una carrera que yo gané y este hombre empezó a decir pavadas. Pero la gente común no se la agarraba con la gente común, sino con el político de turno que le hacía la vida imposible.
– Entonces te fuiste a vivir a Estados Unidos…
– Me cansé de renegar, de no conseguir dinero para hacer las cosas bien. Siempre terminaba en algún aeropuerto comiendo comida chatarra, y eso me agotó. Me dediqué a ser una persona normal y no quería volver a Argentina porque estaba muy enojado. Llegué a tener la gloria en mis manos y me la hicieron perder, como le pasó a muchos otros. Me quedé en Estados Unidos a trabajar y a prosperar y me fue bien. Después me aburrí de eso, y me fui a África.
– ¿Cómo se dio esa “aventura” en África? ¿Fuiste secuestrado? ¿Te quisieron matar?
– Yo estaba ganando muy buena plata, me daba todos los gustos, vacaciones, fines de semana esquiando, barcos, pero estaba aburrido. Estábamos buscando qué hacer porque éramos un grupo de tres bandidos, con un inglés y un australiano. Un día vino una persona que me compraba autos siempre. Siendo latino como soy, curioso, le digo a Glen (así se llamaba): “¿De qué vivís? Porque de venta de autos no”. “Tengo una compañía minera en África”, me dijo. Mi amigo australiano había trabajado con ópalo, una piedra preciosa, se pusieron a hablar y se enganchó. Se fue como cuatro meses allá, pensamos que se lo había comido un cocodrilo, y un día volvió y dijo: “vendamos todo y vayamos”. Nos pusimos a trabajar para juntar la plata, conseguir inversores para ir y allá nos fuimos. Lástima que llegamos en medio de un conflicto político con golpe de estado y una incursión guerrillera en Liberia, en la costa oeste africana. Comenzamos a trabajar muy complicados, porque no había combustible. Laburamos igual, yo tuve que pagar las deudas de toda la gente que había invertido. Un día, nos secuestran, estuvimos seis meses presos. La idea era tomar de rehenes a los blancos que estábamos ahí para presionar a gobiernos europeos y americanos a parar la masacre de los guerrilleros. Nos usaron como carne de canje. En algún momento, pensé que nos mataban. Por suerte, lo puedo contar. En febrero del 93’ decidí irme, porque me vinieron a matar la noche de mi cumpleaños para robarme la radio. Afortunadamente estaban mis amigos en el fondo de mi casa. Ahí dije que era una locura, no había agua, electricidad, nada. Me vine a Argentina donde conocí a mi mujer, me casé, tuve hijos y acá estoy.
– Volviendo al automovilismo, ¿cómo viste la incursión de Franco Colapinto en Fórmula 1 este año, en el regreso de un argentino a la “máxima”?
– Indiscutiblemente Franco es un distinto, tiene mucho talento y está muy bien manejado. Sucedió algo que no pasaba hace mucho tiempo, que sponsors privados apuesten a un piloto argentino. Todo eso gracias al padre de Bizarrap, fanático de los autos, que le dijo que ese pibe merecía una oportunidad. En función de futuro, yo creo que hay que parar el motor y dejarlo que crezca. Es un chico que recién hizo 9 carreras, bastante bien anduvo, es joven. La gente es muy voraz. Espera muchísimo de cosas que llevan un proceso que no se puede cambiar. Franco tiene que seguir haciendo lo que sabe, sus managers también. Esto no es fútbol o básquet. Hay solo 20 asientos y 10 jefes. Creo que Franco se ganó un lugar en ese mundo. Si no está el año que viene, estará el siguiente. Esto ha movido corazones, ha producido mundialmente una locura por el carisma que tiene. No hay que presionarlo, dejar que la vida pase y será lo que tenga que ser. Le pasó a los más grandes, como Michael Schumacher o Fernando Alonso, que fueron reservas y por circunstancias arrancaron en Fórmula 1. Esto puede ser igual.
– ¿Viste completa la serie “Senna”? ¿Colaboraste con la producción?
– Ya vi la serie, estuve todo el tiempo cuando se estaba haciendo. Colaboré con hechos de mi parte, mis testimonios. Me hicieron saber qué iba a pasar, cómo iba a ser. Es muy lindo ver todo junto. Para mí es una caricia al alma que Iván, el productor, hayan elegido a mí y a Alain Prost como los villanos de la serie. Está bueno porque 45 años después, el mundo hoy sabe quién es Quique Mansilla. Vengo haciendo muchos reportajes por día. No me ofende, está bueno, porque la juventud se entera un poco más de quién fui. Mucha gente me sorprendió, me llamaron desde Asia, Estados Unidos, Europa, sin saber cómo había sido mi relación con Senna.
– Por último, Nahuel Monasterio, quien te encarna en la serie, es oriundo de Río Cuarto, una indirecta ligazón tuya con nuestra ciudad…
– A la provincia de Córdoba la tengo muy grande en mi corazón. He pasado momentos muy gratos ahí, aunque me han hecho muchas multas (risas). Casualmente Nahuel vive cerca de mi casa. La vida es rara, el mundo es un pañuelo. Por eso hay que ser una buena persona, porque mañana, la vida, siempre te devuelve.
Escuchá la entrevista completa con «Quique» Mansilla en Spotify
Redacción Al Toque
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