Fútbol
Cinco años sin Diego: el destino del santo embarrado

Leonardo Gasseuy
Era demasiado incorrecto para ser beatificado, los que entendemos que esa ceremonia responde tanto a criterios espirituales como políticos, preferimos la senda original, la de la rebelde anarquía, esa que con coherencia pone a Fiorito como kilómetro 0 de una enorme carretera de sinuosa dignidad.
Demasiado se ha escrito en este tiempo, testimonios de proezas, recuerdos de lágrima y risa. Todo ecléctico como Diego y su historia. Lo correcto (tan Maradoniano) como lo incorrecto (más Maradoniano aún). El argentino continúa viviendo una sobrecarga de vivencias que muestran nuestra rebeldía colectiva de negación, para no aceptar lo que pasó.
Aún vivimos sin creerlo. La pregunta que todos nos hacemos es qué rumbo habrá tomado su alma, tan luego la carnalidad de su cuerpo hubo cumplido su ciclo.
Los discursos a través del tiempo siguen diciendo que nunca será superado, los que militamos en la grey y los neutros seguimos edificando un abstracto infinito, cimentado en las firmes bases de su historia concreta, hoy nos preguntamos, dónde reside definitivamente el mito eterno. ¿Dónde está el karma del ausente más presente?
Ya 5 años. Tras el impacto de la noticia esperamos que la zurda prodigiosa hiciera la letal gambeta, que eludiera la realidad, la que tanta veces copó la parada y nos sacó del agua. Los minutos pasaron y las crónicas nos decían que el arquero del rival se llamaba destino, alguien que tiene una curricula despiadada y viste pilchas de inapelabilidad, de a poco fuimos entendiendo que el temido día había llegado y comprendimos que la suerte estaba echada.

Fue tan mágica su existencia, que tras el suspiro final, de un plumazo convirtió al mundo en un planeta de zombies, lo hizo a lo Diego, con la particularidad tan propia de EL, la misma que a través de los años nos hizo creer en su inmortalidad.
Nadie en realidad sabe si hay vida después de la muerte, los maradonianos en plena negación de la desgracia, cuando aún estamos desbordados por la irrealidad y el dolor, sí terminantemente creemos en el destino final de su espíritu.
Su congregación no discute ni se inmiscuye ante la trilogía de ateos, creyentes y agnósticos, porque la grey de DIEGO es un verdadero acto de fe, es un autoconvenciento tan concreto, que solo nosotros y el fútbol lo coloreamos de realidad. Con esa convicción militante de maradonismo podemos confirmar donde, a 5 años de su muerte, habita su alma, y eso nos sigue a regalando sonrisas.
Está presente en cada arco sin red de un potrero pelado, en la triste nostalgia del jugador que se retiró, en la impotencia de un cuerpo técnico despedido y es un poco de paz en la angustiante espera de un cuerpo técnico sin trabajo.

Vive eternamente en la lágrima de todos los chicos que lloran en las pensiones, en los brazos anónimos de los utileros, ayuda con palabras mágicas, la voz entrecortada por el miedo escénico de un capitán en su primera arenga y es consuelo en la penuria de los jugadores no citados.
Está siempre para atenuar ese pánico hostil que solo viven los árbitros y sus colaboradores, Diego también es la perseverancia de todos los 4° arqueros. Su alma acompaña en la caminata de mitad de cancha al que debe patear el penal mas pesado y será pañuelo gordo y suave del que erre el definitivo.
Pone su cuerpo en la recuperación de los lesionados y es todo paciencia y calma en la espera ansiosa del jugador libre. Su imagen es un mural enorme y cómplice en cada vestuario que congregue a un plantel con problemas de pagos.
Está claro que su espíritu no tiene morada final, su corazón sigue en el latir del pique de cada pelota, es especialmente acariciado cuando se corta el césped de cada estadio, de cada predio y de cada potrero, porque su piel gruesa y gastada pasó a ser para siempre el pasto de cada cancha donde se juegue al fútbol.
Su sonrisa eterna es el bálsamo tranquilizador para la angustia de cada mamá del fútbol, esas que edificaron millones de carreras y juegan de titulares todos los partidos. Su humanidad terrenal y pecadora, que no exigió altares, hoy a 5 años transita su inmortalidad tal como vivió, desafiando en su lucha, como una referencia espiritual, Es el Santo Embarrado que sigue brillando para guiarnos a todos.
A cinco años seguimos sin creerlo. Cada vez más banderas y cantos. Recuerdo reales y mitológicos. Su alma ríe socarronamente ante tanta póstuma adulación.

Cuando llegó al paraíso se encontró rodeado de almas, a su estilo, fue a buscar al que manda. Sereno y confiado no quiso discutirle jerarquías pero dejó clara su función. Le dijo a Dios que llegaba como capitán de la Selección Argentina, que él ejercería un mandato divino, que no le quitaría autoridad y menos el trono, que a él, la muerte le sacó muchas cosas pero no la cinta de su brazo. Desde el primer día empezó a gestionar.
Su primer acto celestial fue guiñarle un ojo a Messi y prometerle al oído (en ese idioma único que solo hablan ellos dos) que le daba su palabra de que si para algo sirvió su muerte era para apadrinar la selección desde arriba. Le juró que con su manto empezarían las sonrisas, por que con él se habían ido todas las lagrimas.
Instalado en el cielo comenzó con la gira. Para mostrar credenciales la primera gestión fue en el Maracaná, contra los brasileños en la primera Copa América, la ganamos, con pandemia, en su cara y en su casa.
Se notaba que iba en serio y se fue a Londres a seguir poniendo las cosas en su sitio, en la finalísima contra Italia, segundo titulo. Parecía que sería una costumbre, pero él, curtido como soldado de frontera, entendió que si verdaderamente tenía poder divino, su obra era en Qatar, y ahí su magia sobrevoló Doha todo diciembre de 2022 y llegó la tercera, por Leo, por El y Nosotros.

Merecía vacaciones, las pasó para ir a Miami, estuvo en el Hard Rcck y levantamos la segunda Copa América consecutiva. A su estilo, teníamos su palabra. La muerte nos quitó su cuerpo pero había potenciado su alma.
Hace 5 años que murió. Se nos fue muy joven, fiel a su estilo, con vértigo y velocidad. Desde sus comienzos comprendimos que ser Diego Maradona y tener un solo cuerpo, sonaba a pelea desigual. Vivió muchísimo más que sesenta años. En medio de la infinita tristeza, avizoramos una tenue felicidad, porque los maradonianos y la gente del fútbol, aún con los ojos empañados y el alma destrozada, ya sabemos donde encontrarlo.
Fotos: Mauricio Arduin
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