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Cómo elegir la zapatilla deportiva ideal: claves para atletas amateurs
En el mundo del deporte amateur, donde el entrenamiento convive con la vida laboral, las obligaciones familiares y las horas de descanso que nunca alcanzan, la elección de una buen calzado para mujer o zapatillas hombre deportiva suele quedar relegada a un segundo plano. Sin embargo, especialistas en medicina del deporte advierten que este elemento es tan importante como el propio plan de entrenamiento: una mala elección puede derivar en lesiones, incomodidad o bajo rendimiento. ¿Qué tener en cuenta antes de comprar? Una guía práctica para quienes no viven del deporte, pero lo practican con pasión.
El primer paso es entender que no existe una zapatilla “universal”, sino modelos diseñados para distintos usos. Un atleta amateur debe empezar por hacerse una pregunta: ¿para qué quiero este calzado? No es lo mismo correr tres veces por semana en asfalto que entrenar intervalos en pista o alternar running con gimnasio. Las marcas suelen dividir sus líneas en categorías como running, trail, entrenamiento funcional o tenis; cada una cuenta con estructuras y tecnologías específicas. Identificar el uso principal ayuda a descartar opciones y a evitar compras impulsivas.
Otro punto clave es el tipo de pisada. Si bien es cierto que las antiguas clasificaciones estrictas (pronador, supinador, neutro) se han flexibilizado con el tiempo, sigue siendo útil conocer cómo distribuye el pie la carga al apoyar. Muchas tiendas especializadas ofrecen estudios rápidos de pisada, que permiten orientar la elección hacia modelos con mayor estabilidad o con libertad de movimiento según cada caso. Para quienes corren distancias cortas o entrenan por recreación, no siempre es necesario un análisis exhaustivo, pero sí resulta valioso observar el desgaste de zapatillas anteriores: si la suela se gasta más hacia el borde interno o externo, es una pista clara.
La amortiguación es, probablemente, el factor más consultado. Los atletas amateurs suelen buscar modelos “muy acolchonados” con la idea de reducir impacto, pero no siempre más es mejor. Una amortiguación excesiva puede hacer que el pie se hunda y pierda respuesta, mientras que una muy firme podría exigir demasiado a músculos y articulaciones. La clave es encontrar un equilibrio entre comodidad y firmeza. Los corredores de más de 70 u 80 kilos pueden requerir materiales más densos, mientras que quienes entrenan velocidad u ejercicios de agilidad suelen preferir sensaciones más reactivas.
El ajuste es otro elemento determinante. La zapatilla debe sentirse cómoda desde el primer momento: no debería ser necesario un “periodo de adaptación” doloroso. Se recomienda dejar un espacio equivalente a un dedo en la punta para evitar golpes en bajadas o al final de entrenamientos largos. Además, la zona del talón tiene que sujetar sin rozar y el mediopié no debe quedar comprimido. Una prueba sencilla es caminar y trotar unos metros dentro del local: si algo molesta desde el principio, con el uso se amplificará.
La durabilidad también cuenta, especialmente para deportistas que combinan sus entrenamientos con trabajos de alto impacto físico. La vida útil de una zapatilla de running oscila entre 600 y 900 kilómetros, dependiendo del peso del atleta, la superficie y el tipo de goma de la suela. Para quienes entrenan en gimnasio o hacen deporte recreativo, la rotación es más lenta, pero conviene revisar periódicamente el estado de la media suela y la adherencia del caucho. Una suela gastada puede generar inestabilidad y aumentar el riesgo de torceduras.
Por último, un consejo que suele pasarse por alto: probar diferentes modelos y no quedarse solo con la marca favorita. Cada temporada las formas, materiales y estructuras cambian, y un modelo que funcionó bien un año puede no sentirse igual en su nueva versión. Escuchar al cuerpo es fundamental. Ninguna tecnología supera a la percepción personal.
Para los atletas amateurs, elegir la zapatilla adecuada no es un lujo: es una inversión en salud, constancia y disfrute. Un pequeño análisis previo puede marcar la diferencia entre entrenar con comodidad o acumular molestias que desmotivan. En definitiva, una buena elección ayuda a que cada salida valga la pena.
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