Media Distancia

Como en el césped… extraña también se sintió Argentina en la tribuna

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Delfina Corti

Periodista, escritora y jugadora de futsal.

Que no había que llegar al Mundial invictos, que para salir campeones hay que perder un partido, que bajar la euforia en la primera fecha no está mal, que perder frente a Arabia Saudita el invicto de 36 partidos duele porque fue a la vista de todo el mundo. Fueron pocas y contradictorias las palabras de los hinchas argentinos en los alrededores del Estadio Lusail, donde debutó la Selección. 

Es el día siguiente y en Qatar los hinchas argentinos empiezan a respirar después del empate entre Polonia y México. Ya se mira con optimismo el futuro a pesar de las noticias: Messi pareciera estar tocado y no sería el único, Scaloni planea cambios, si Arabia Saudita tenía estudiada a la Argentina, el México del Tata Martino no se queda atrás. Las dudas aparecen, pero la fe -el jugador número 12- empieza a calentar. Quizá sea porque la Argentina depende de sí misma para quedar primera de grupo o quizá porque Alemania perdió contra Japón y el orgullo nacional ya no es el único tocado en este Mundial. 

Tras el partido, el silencio primó durante esa caminata eterna -como toda caminata en este país- para salir de los alrededores del estadio. Solo se escuchaban las indicaciones para llegar a los transportes públicos porque el silencio se necesitó para asimilar lo que acababa de ocurrir: Argentina perdió en la primera fecha frente a Arabia Saudita, un equipo que en los papeles era muy inferior a la albiceleste, pero que durante el día de ayer realizó un partido perfecto, el partido de sus sueños.

Tal es así que ante la tristeza argentina, los saudíes desfilaron por la ciudad catarí hasta la madrugada cantando y festejando su hito futbolístico. “Where is Messi? Messi is cryings”, cantaban y burlaban a los que a priori nos consideramos los mejores para ese trabajo.

“Las cosas más simples son las más complicadas, por mucho que ello nos asombre”, escribió el periodista Ariel Scher tras la derrota. Un seleccionado compacto -que parecía más bien un equipo de rugby-, que se propuso jugar al achique y dejar en offside a los mediocampistas y delanteros argentinos. Un equipo saudita que se encontró frente a once jugadores que nunca pudieron encontrarle la vuelta al partido. 

En el entretiempo, a pesar de estar ganando 1 a 0, los argentinos definieron el partido como extraño. No estaban cómodos, no lo entendían, sabían que la sorpresa podía aparecen en los segundos 45 minutos. Y así fue: en 5 minutos, Arabia Saudita lo dio vuelta. 

Y, mientras corría el reloj, Argentina además empezó a sentir el peso de aquellas palabras que manifestó Lionel Messi antes de que comenzara el Mundial: “El problema es no empezar ganando el primer partido, empezar con tres puntos porque después vas a jugar con México y vos con tres puntos adentro a México le jugás diferente. No es lo mismo ir al segundo con la obligación de ganar a México que ya con tres puntos en el bolsillo”.

En las tribunas, la hinchada argentina no pareció soportar ser visitante. Las camisetas verdes empezaron a copar el estadio a pocos minutos de que arrancara el partido. Los aplausos y las canciones saudíes hicieron que la hinchada argentina también se sintiera extraña. 

Los halcones verdes estaban dentro y fuera del campo de juego. Se la agarraron con el capitán en el césped y también en las tribunas. Unidos, alegres y confiados. Esa palabra que usó Lionel Messi para tranquilizarnos a todos después de la derrota, pero que faltó en los 90 minutos para poder -al menos- empatar el partido.

En los argentinos -que jugaban y que alentaban- resurgió la pregunta de quién tiene que contagiar a quién. Ayer nadie contagió. Extraño, definieron los jugadores argentinos el primer tiempo. Extraña se sintió también la tribuna. 

Imagen: Jorge Saenz – AP

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