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Cuando Maradona “socorrió al caído” en los Juegos Evita

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Cuando Maradona “socorrió al caído” en los Juegos Evita.
Foto Roberto Parrotino

Roberto Parrottino

Periodista.

“Cuando Argentinos Juniors juega de local, los Cebollitas se ponen el buzo para alcanzar la pelota que sale de la cancha. Y al terminar el primer tiempo un morochito hace jueguito para la tribuna. Si usted estuvo en la cancha de Argentinos, seguramente se habrá sumado al aplauso general, reconociendo la habilidad del zurdito”, leemos en la crónica del periodista Horacio del Prado en El Gráfico. Es agosto de 1973. “Ese chico -sigue- se llama Diego Maradona. La rompe. Pero se mantiene sin afectaciones ni agrandes. Apenas si habla para presentarse: ‘Tengo doce años. Estoy en séptimo. Soy correntino, pero vivo en Fiorito desde los nueve. Mis compañeros también juegan bien…’”.

El “correntino” Maradona había nacido, en verdad, en el hospital Evita de Lanús, el 30 de octubre de 1960. Doña Tota, su madre, había tenido un presagio: se había encontrado un prendedor en forma de estrella tirado en la puerta del hospital. En la cancha, Diego (o “Pelusa”, como lo llamaban de pibe) renacía como una estrella del fútbol.

En diciembre de 1973, los Cebollitas perdieron en las semifinales de los Juegos Evita en Embalse, provincia de Córdoba. Fue el retorno -en democracia plena- de los Evita, interrumpidos por la dictadura que había derrocado a Juan Domingo Perón en 1955. Son los juegos nacionales que el gobierno de Javier Milei pretende ahora desfinanciar, cambiarle el nombre (“Juegos Deportivos Nacionales”) y sustituirlo por una competencia reducida hacia el alto rendimiento.

En 1973, Club Atlético Social Pinto, de Santiago del Estero, le ganó por penales tras el 2-2 a los Cebollitas (Capital Federal). A Diego le atajaron su penal. El fin de un invicto de 94 partidos. “No llores, hermano, vas a ser el mejor del mundo, más que Pelé, y vas a ganar muchas cosas”, le dijo César Ganem, entonces un chico rival, hoy director del hospital de Pinto. Elías Ganem, su padre, era el DT de Pinto (le ganó 2-0 la final a Santa Fe). Había sido soldado en la Casa Rosada durante los bombardeos a la Plaza de Mayo en 1955. Lo cuenta Guillermo Blanco en el libro Los Juegos Evita: la historia de una pasión deportiva y solidaria (2016). Los chicos campeones de Pinto descubrieron en Embalse los botines y la pelota de cuero. También el inodoro. Años más tarde, otros chicos el mar y el viajar en avión. La localidad santiagueña de Pinto es hoy sede del Mundial de Potreros, al que acuden más de 200 equipos de toda Argentina.

Los Cebollitas, el primer equipo que contó con Maradona. Aquí, en 1973 en los Juegos Evita de Embalse.

Al año siguiente, en 1974, los Cebollitas y Maradona -a menos de dos de su debut en Primera División- ganaron finalmente los Juegos Evita: 3-0 a Misiones en la final (aún persiste la duda de si fue de vuelta en Embalse o si se disputó en la ciudad de Córdoba). El 6 de abril de aquel año, Diego había jugado su primer partido oficial con ficha de la AFA, con la Novena de Argentinos: 4-0 ante Independiente en la cancha de Talleres de Remedios de Escalada. Dicen que lo vio en vivo Ricardo Bochini, ídolo de su infancia. Salieron campeones de Novena. “Mi primer sueño es jugar en el Mundial, y el segundo es salir campeón de Octava y lo que siga en el campeonato este”, dijo ya en 1975. Fue campeón. Y el 20 de octubre de 1976 debutó en Primera. En marzo había habido otro golpe de Estado, el de la dictadura de la desaparición de personas.

“Mi mamá era de Evita, a morir. Cuando la comparaban con la mujer de (Eduardo) Duhalde, cambiaba el televisor: ‘Esta no tiene nada que hacer al lado de Evita’. Perón hubiese sido lo más grande, y Evita, ni hablar”, dijo Diego durante el Mundial de Rusia 2018, en el programa De zurda.

Hay una imagen icónica de Maradona y los Juegos Evita. Sucede en su primera participación, en 1973. Pelusa lo consuela, lo contiene, a Alberto “Pichón” Pacheco, de Corrientes, que llora sin parar porque acaba de perder 8-1 la final de juveniles ante Entre Ríos (el árbitro Juan Carlos Rodríguez, quien dirigía en Primera, expulsó a cuatro jugadores a Corrientes). Diego ya había perdido la semifinal con los Cebollitas, pero ahí está, todavía con la camiseta puesta. A Pichón Pacheco lo conocía -y lo había visto jugar- gracias a Chitoro, su padre, nacido en Esquina, Corrientes. Tres meses antes, el propio Diego se había presentado en El Gráfico como “correntino”.

“Hay una foto mía que mucha gente conoce: estoy arrodillado, consolando a un muchacho más grande que lloraba. El muchacho era Alberto Pacheco, jugaba para Corrientes, que había perdido la final contra Entre Ríos. Nos habíamos hecho muy amigos porque papá, como buen correntino, los iba a ver en todos los partidos”, cuenta Maradona en su autobiografía, Yo soy el Diego (de la gente) (2000). A pesar de haber quedado en Boca y en River, Pacheco no llegó a ser futbolista. El alcoholismo lo alejaba de las canchas. Y de Maradona, quien mantuvo el vínculo y hasta lo invitó a que se fuese a Italia, cuando jugaba en el Napoli. Pacheco se suicidó en 1998.

En 1949, la comisión organizadora de los Juegos Evita había preparado una serie de cartillas que fueron distribuidas entre los delegados de los equipos, “acerca del espíritu que debía primar en los partidos y el comportamiento de los jugadores”, detalla el historiador Claudio Panella en el artículo “Los Campeonatos Infantiles Evita: entre la inclusión social y la socialización”, compilado en El deporte en el primer peronismo (2019): “Millares de niños sueñan con la victoria en el Primer Campeonato Argentino de Fútbol Infantil Evita. Y los sueños se enfrentan ardorosamente en la cancha. Pero, ¡no te ciegues! Colabora con el árbitro acatando sus fallos aunque te perjudiquen. Socorre al caído. Sé indulgente con tu compañero desafortunado. No te enojes. Estimula a tu equipo a vencer con normas caballerescas. Tendrás más gloria por un buen gesto que por un triunfo”.

En los Juegos Evita, a los 13 años, Diego socorrió al caído. No sería la única ni la última vez. Aunque quieran borrarlos, ocultarlos, Maradona y Evita son símbolos populares de la historia argentina.

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