Columnistas
D10s, Verdi, la ópera y nosotros
Por Leonardo Gasseuy
Como una forma de arte, la ópera es una creación rara y notable. Pocas cosas como ese género musical y el futbol conjugan en sí tantas diferencias y tantísimas similitudes. Maradona y la ópera representan el drama estético como nada en la naturaleza social. El estertor de la tragedia y el brillo que solo en la cancha y la vida Diego logra exponer. Un todo integrado de belleza y aplomo, con esa singularidad que exige al drama transformarse en vida.
Diego cumple 60 años y las manifestaciones de su obra, como una sana megalomanía, da la sensación que el maradonismo tiene siglos y fue representado por todas las expresiones artísticas que el colectivo social conoce. Nada es comparable con el angustiante vértigo de su historia única. Este 30 de octubre con sus seis décadas, como en la cancha y en la vida, Diego nos ratifica que la indiferencia es el peso muerto de la historia.
El fútbol y la ópera son síntesis idénticas de un magma original, virgen y compenetrado de magia. El proceso de todos los actos creativos son un juego de caracterizaciones, que vierten su sangre en la búsqueda de la verosimilitud dramática por encima de las convenciones establecidas. El juego y el arte, generan juntos, la guarida única donde los dioses parieron la emoción.
El futbol de Maradona y su representación nos regala un sitio sagrado que su solo nombre engalana el olimpo y como en la ópera, donde la poesía nació para la ser hija obediente de la música, la sociología del maradonismo, hizo chiquita la cancha y maquilló la humanidad de placer y discordancias.
La ópera y el fútbol, Maradona y Verdi, brillan bajo la misma estela. La agenda de un mundo áspero, lleno de desigualdades, gira pendularmente en medio del dolor y la insignificancia. Las calamidades del sufrimiento, al igual que las de Diego, son gestadas en las entrañas mismas de las contradicciones.
Cuando en 1887 en la Scala de Milán, Verdi escenifica a Otelo, su magna obra – la escribió Shakespeare en 1603 – pone de manifiesto ese carácter transgresor y talentoso. Una disrupción social que como Diego marcó una época.
Otelo, en la imaginación de Shakespeare y la escena de Verdi, es un moro veneciano. Hombre de color, contradictorio y líder. La vida de Maradona es una obra mitológica tan amplia que el espectro de brillo, arte, lujo y angustia son amalgama de la misma cosa. Cada una de ellas en su esencia son portadoras de aquella voz angélica que glorifica ese mismo himno pagano.
Maradona le hizo comprender a su rito que la pobreza no viene por la disminución de las riquezas sino por la multiplicación de los deseos. Que adoptar esa postura de Dios errante lo identifica con la frase de que en la vida hay que acostumbrarse a todo, incluso a la eternidad.
Los que lo queremos en serio, los que formamos su liturgia incondicional, nos aterra que su destino evoque al Fantasma de la Ópera, quien tenía una historia y un corazón capaz de abarcar un imperio y lóbregamente, por sus pecados, se tuvo que conformar con un sótano.
Dependerá de él y también de nosotros. Como sea, los que lo amamos lo haremos por siempre. Debemos, como una cofradía, saberle prestar auxilio ante tanto exceso y exagerado agobio. En el mundo de las óperas es conmovedor ver que cuando lloriquea el que canta, todo el coro lo consuela. Con Diego estamos obligados a hacer lo mismo. Feliz cumpleaños y que sean muchos más.
Redacción Al Toque
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