Media Distancia
El Día del Trabajador y el fútbol nuestro
Mariano Saravia
Periodista y especialista en Relaciones Internacionales.
Justo en momentos en que en la Argentina se licúan los derechos laborales de las mayorías, ahí está el 1° de mayo. Día de las y los trabajadores, y no “del trabajo” como se escucha por ahí. Hay una diferencia abismal entre una cosa y la otra. Justo en momentos en que se discute que la flexibilización laboral (trabajar más para ganar menos), esta fecha emblemática para los y las laburantes del mundo entero.
Fue en 1886, cuando los obreros de Estados Unidos iniciaron una serie de huelgas y protestas pidiendo por la jornada laboral de 8 horas. Fue en medio de la Revolución Industrial, cuando los patrones obligaban a sus empleados a trabajar 12, 14 y hasta 18 horas en condiciones infrahumanas. Justo en esas circunstancias, miles de trabajadores fueron a la huelga, en varias ciudades, pero principalmente en Chicago. Allí, la protesta fue increscendo hasta la famosa manifestación del 4 de mayo en Haymarket, donde la policía perpetró una verdadera masacre con más de 30 obreros asesinados (nunca se supo el número exacto). A partir de allí, el odio y el escarmiento. Los medios de prensa hegemónicos pedían una lección “ejemplar” y la cacería terminó con 8 líderes anarquistas presos, cinco de ellos condenados a muerte. Fueron los famosos “mártires de Chicago”. Curiosamente, casi el único país del mundo donde no se conmemora el Día del Trabajador, es Estados Unidos, justo donde sucedieron los hechos de 1886.
Por aquellos tiempos, no sólo el socialismo, el marxismo y el anarquismo se extendían por el mundo. También un juego interesante llamado fútbol. O más bien football, porque lo llevaban los ingleses en sus incursiones imperialistas por todo el planeta. Aquí es necesario aclarar conceptos.
Era un momento de colonialismo tardío, porque en la Conferencia de Berlín (desde fines de 1884 hasta principios de 1885) las potencias europeas se repartían África como una torta, y en menor medida, Asia oriental. Con América Latina no pudieron simplemente porque se toparon con Estados Unidos y la Doctrina Monroe (de 1823) que decía que América era para los americanos, o sea para los norteamericanos, más específicamente para los estadounidenses.
Pero allí donde el neocolonialismo no podía llegar, llegaba el imperialismo, que Lenin describe como “la fase superior del capitalismo”. Es decir, una forma distinta de colonialismo, sin ocupación militar y burocrática, pero a través de sus capitales, empresas y bancos. Ejemplo de esto es una frase que tiempo después diría Otto Niemeyer, el presidente del Banco de Inglaterra: “Dejemos que los argentinos elijan presidentes, total, nosotros nos quedaremos con el comercio en el Río de La Plata”. Y así fue.
El “progreso” trajo la pelota
A partir de la Batalla de Pavón, en 1861, Bartolomé Mitre empieza lo que se llama Proceso de Organización Nacional (no sé si te dice algo, podés cambiar la palabra organización por reorganización y entenderás). Una verdadera guerra contra las provincias y un genocidio con más de 30 mil gauchos montoneros exterminados. Y eso sin contar la Guerra de la Triple Alianza. Todo al servicio del Imperio Británico, que se quedó con el sistema financiero, con los ferrocarriles y con los negocios de la carne y los cereales.
Eran también épocas de adelantos tecnológicos. Gracias al alambrado unos pocos vivos se quedaron con las tierras que eran de todos. Gracias al frío industrial pasamos de producir charqui y tasajo a la carne congelada, y con la estancia el gaucho se convirtió en un peón rural sumiso y obediente. Basta con leer el Martín Fierro y comparar la primera con la segunda parte. Lo explica muy bien José Hernández.
Y todos esos adelantos, ¿quiénes los traían? Claro, los ingleses, junto con el fútbol, que había nacido en Sheffield en 1857. En estas pampas, el primer partido se jugó el 20 de junio de 1867, y los jugadores eran todos ingleses, funcionarios de empresas británicas o agentes de bolsa. Así fue que allí donde llegaban los ingleses con sus largos y voraces tentáculos, llegaban con una pelota de cuero y llamaban la atención por ese “juego de locos”, que de a poco, empezó a enamorar también a los criollos. Y fueron fundando clubes.
Un año después de los sucesos de Chicago que dieron origen al Día del Trabajador, en 1887 se fundaban el Quilmes Athletic Club y también Gimnasia y Esgrima La Plata, aunque hay que aclarar que no fueron los primeros. El más antiguo de nuestros clubes es el Club Mercedes, fundado en 1875 y que en la actualidad juega en la liga regional de esa zona de la provincia de Buenos Aires.
Después vendrían muchos más, que podríamos categorizar en dos grupos: los clubes de origen inglés y por ende elitista, y los de origen nacional y proletario. Entre los primeros podemos mencionar al propio Quilmes, a Gimnasia, a Newell’s Old Boys (surgido del Colegio Comercial Anglo Argentino de Rosario), a los desaparecidos Old Caledonian’s, Saint Andrews School y el mítico Alumni, y a otros que continuaron existiendo, pero como clubes de rugby, entre ellos el Lomas Athletic o el Belgrano Athletic. En los del segundo grupo quisiera detenerme.
Bienvenidos al tren
La importancia que tiene el 1°de mayo, además de recordar aquellas luchas de antaño, es llamar la atención sobre el rol de los trabajadores para la economía. De hecho, el capital por sí mismo, no puede de ninguna manera generar ganancia genuina, a no ser una ganancia ficticia producto de la especulación, y es por eso que de vez en cuando, las burbujas financieras explotan y dejan el tendal (Crack de Wall Street en 1930, Crisis de Leman Brothers en 2008, etc). En cambio, el trabajo sí puede generar riqueza, incluso sin capital, aunque cuando se combinan capital y trabajo, ahí sí que se genera crecimiento. Después, el cómo se reparte ese excedente, es otro tema, justamente el motivo de las luchas laborales.
Hecha esa explicación, uno puede entender ese período de nuestra historia. En la segunda mitad del siglo 19 la Argentina era el destino principal de los capitales ingleses. Pero esos capitales por sí solos no podían producir, como ya se explicó, y ante la necesidad de mano de obra, empezó a llegar la avalancha de inmigrantes. Por supuesto que no fueron nórdicos como querían Sarmiento, Mitre y Avellaneda, sino que fueron gallegos, catalanes, tanos (napolitanos), genoveses, judíos, árabes y armenios, entre otros. Y traían consigo ideas raras, de anarquismo, comunismo, socialismo, sindicalismo. Por eso es muy relativo aquello de que los recibimos “con los brazos abiertos”. Basta ver lo que era la Ley de Residencia, de Miguel Cané, una norma cruel que permitía separar familias y enviar de vuelta a Europa a los hombres que participaban en política o se agrupaban para defender sus derechos.
Surgieron los sindicatos, las federaciones obreras y las primeras luchas de clases en la Argentina. Pero también empezaron a agruparse para leer, hacer teatro o cultivar el desarrollo físico. “Mens sana in córpore sano”, era una premisa. Y el fútbol, ya no era exclusividad de los ingleses.
Así es como fueron surgiendo como hongos clubes de fútbol en cada lugar adonde llegaba el tren. Todos los nombres que incluyen la palabra “central” nos dan cuenta de esta realidad: Rosario Central, Central Norte, Central Córdoba (el de Santiago del Estero y el de Rosario), Central Ballester, Barracas Central, Argentino Central… y por supuesto, Instituto Atlético Central Córdoba, que se fundó con el nombre de Instituto Ferrocarril Central Córdoba.
Pero el ferrocarril no sólo incluía una estación en cada pueblo y ciudad, sino también lugares apropiados para el mantenimiento de las locomotoras y de los vagones. Y ahí están todos los clubes que en sus nombres incluyen otra palabra clave: “talleres”. Talleres de Córdoba, Talleres de Remedios de Escalada, Talleres de Perico (Jujuy), Andes Talleres de Mendoza, y muchos más.
Y ni hablar del club cuyo nombre remite por definición a este fenómeno: Ferrocarril Oeste. También están Club Atlético Ferrocarril de Concordia, Ferrocarril del Estado de Comodoro Rivadavia y Club Atlético Ferrocarril Midland.
Tanos inmigrantes, Boca y también River
En otros casos, la impronta inmigrante se ve claramente: Dock Sud (el Docke) y Boca Juniors, los xeneizes, palabra que quiere decir genovés en su propio dialecto. Toda esa zona del sur de la ciudad de Buenos Aires, cerca del puerto, fue por definición, inmigrante, obrera y futbolera. Los conventillos fueron testigos de las fundaciones de nuestros primeros clubes y esos arrabales de los primeros desafíos. Pero no sólo hablamos de Boca, sino también de River Plate, que, aunque suene raro hoy en día, es tan oriundo del barrio de La Boca como sus primos. Es que vivimos tiempos donde parece habérsenos impuesto un presente perpetuo, que no respeta la historia ni le importa el conocimiento, menos que menos la identidad. Así, es bastante patético ver hinchas de River taparse la nariz cuando cruzan el Riachuelo, cuando ellos provienen de allí precisamente.
También están los clubes que muestran claramente una pertenencia concreta a una colectividad determinada, siempre en alusión al fenómeno inmigratorio: Atlanta es el más emblemático, club que nació en Monserrat, pero luego deambuló por Floresta, Palermo, Congreso, Once (por eso lo de bohemios), hasta afincarse definitivamente en Villa Crespo, epicentro de la comunidad judía de Buenos Aires. También están Deportivo Español y Sportivo Italiano, fundados luego de la Segunda Guerra Mundial. Y Deportivo Paraguayo, que da cuenta de las migraciones de las últimas décadas.
Cuestión de clase
Y, por último, están los que hacen alusión directa a la pertenencia a la clase trabajadora. Como Independiente de Avellaneda, que surgió del centro de Buenos Aires. En 1900 se inauguró una fastuosa tienda de ropa que se llamaba A la ciudad de Londres, en Avenida de Mayo y Perú. La tienda ocupaba casi una manzana entera y varios pisos. Sus empleados armaron un equipo para jugar al fútbol contra los de otras tiendas, como Gath & Chaves, que, con el nombre de Nacional, llegó a jugar en el torneo de la Asociación Argentina de Fútbol. Pero volviendo a los trabajadores de A la ciudad de Londres, formaron un equipo llamado Maipo Banfield, y dejaron afuera a los más jóvenes, que eran también los changarines y empleados de maestranza y limpieza. Los discriminados, lejos de conformarse, se rebelaron y crearon su propio club en 1904, al cual llamaron Independiente, para que no quedara ninguna duda de sus intenciones. La primera camiseta fue blanca con vivos azules, pero ya en 1907 cambiaron al rojo del socialismo. La versión de que fue en honor al Nottingham Forest, que había hecho una gira exitosa por estas tierras, no es convincente, porque esa gira fue dos años antes del cambio de color.
Uno de los ejemplos futboleros más contundentes en relación al Día del Trabajador es el de Argentinos Juniors, que surge de la fusión de dos equipos preexistentes de Villa Crespo. Uno se llamaba Mártires de Chicago, en honor a aquellos anarquistas y socialistas inmigrantes que habían entregado sus vidas por las 8 horas laborales. El otro equipo era Sol de la Victoria, que hace alusión a un himno socialista italiano. Se juntaron y crearon la Asociación Atlética y Futbolística Argentinos Unidos de Villa Crespo. Pero cuando fueron a encargar el sello, se dieron cuenta que era un nombre demasiado largo y quedó Asociación Atlética Argentinos Juniors. Lo de asociación es importante de destacar, porque cabe también para Estudiantes de Río Cuarto. En aquel principio de siglo 20, para algunos militantes de izquierda, el concepto de un club era elitista y excluyente, una asociación era mucho más amplia e inclusiva. La primera camiseta fue verde y blanca, la que usaba el club Mártires de Chicago, pero luego cambió por el rojo como homenaje a la elección de Alfredo Palacio, primer diputado socialista de América Latina. Además, detrás de la sigla AAAJ ellos querían decir: Adelante Anarquistas Avancemos Juntos. Era 1904, gobernaba Julio Argentino Roca, y había que gambetear la represión. Después se mudaron a La Paternal, que está muy cerca de su barrio de origen, en una zona que debe ser de las más densamente pobladas con clubes de fútbol del mundo, donde están La Paternal, Chacarita, Caballito, Almagro, Floresta, etc.
Pasado y presente. La primera y la última camisetas de Argentinos Juniors con su colores de origen.
El caso de Chacarita es emblemático, fundado justamente un 1° de mayo de 1906 en el Centro Socialista de la Sección 17°, y sus colores, la combinación del rojo del socialismo y el negro del anarquismo. El tango Tinta Roja hace alusión a estas ideologías cuando dice: “Yo no sé… si fue negro de mis penas o fue rojo de tus venas mi sangría”. Lo mismo podríamos decir de la camiseta de Chaca.
El Porvenir está en el barrio de Gerli, en la ciudad de Avellaneda. Fue fundado el 11 de setiembre de 1915 por un grupo de militantes anarquistas, y como no tenía cancha propia, jugaba de local en la del Club Sígueme si Puedes, en la Avenida La Plata (hoy Cabildo). Tuvo entre sus filas al primer jugador afroargentino que jugó en la selección: Alejandro Nicolás “El Negro” De los Santos. Parece mentira cómo hemos involucionado como sociedad, hoy nos sorprendería si viéramos un jugador afro en la selección, porque nos siguen mintiendo con aquello de que “en la Argentina no hay negros”. Pero esa, es otra historia. El Porve tiene un gran arraigo popular y sus clásicos rivales son Arsenal y Lanús, ya que Gerli está cerca de Sarandí, entre Avellaneda y Lanús. El Porvenir tomó su nombre de la villa donde se fundó, pero más allá de eso, un nombre tan poético y cargado de esperanza en la humanidad, solo podía provenir de militantes libertarios. Los verdaderos libertarios, aquellos libertarios anarquistas y revolucionarios, tan alejados de los neoliberales o anarcocapitalistas que hoy se hacen llamar libertarios.
Y, para terminar, ya que estamos con el tema, Colegiales, un club que nació en 1908 como Club Libertarios Unidos. Pero el régimen oligárquico (la verdadera casta que hoy sigue vivita y coleando) prohibía el anarquismo libertario. Entonces, estos militantes libertarios decían que el club se llamaba así porque había sido fundado en la esquina de la calle Libertad y Avenida del Libertador, pleno barrio de Retiro. Pero la coartada del nombre de las calles no era suficiente, porque la camiseta de Libertarios Unidos era roja y negra, justo los colores anarquistas y revolucionarios. Era muy evidente. Fue así que, en 1919, cuando el equipo logró el ascenso a Primera, fue intimado por el genocida jefe de policía Ramón Falcón, el mismo que fue responsable de la matanza de 700 obreros en la Semana Trágica (enero de ese 1919). Ante semejante apriete, el club se rebautizó como Sportivo Norte. Más adelante, volvió a cambiar su nombre a Colegiales, por el barrio adonde se instaló definitivamente. Y en la Década Infame (la de 1930) adoptó para su camiseta los colores de la República Española: rojo, amarillo y violeta, que con el tiempo derivó en azul. Pero la historia reflota y hoy, Colegiales juega de local en su Estadio Libertarios Unidos.
Así pues, libertarios anarquistas, comunistas, socialistas, sindicalistas, trabajadores del ferrocarril, de los talleres o de las estaciones, inmigrantes que venían a forjar un futuro mejor, todos ellos dieron forma al fútbol argentino, que también tenía su costado inglés y elitista. Pero como dijo el mejor: la pelota no se mancha, y seguirá rodando hasta que todos los proletarios del mundo se unan en un grito de gol que será también de liberación.
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