Media Distancia
El ego, la geopolítica y Messi
Por Leonardo Gasseuy.
La razón por la que la política internacional es tan cruel, es porque muchas veces las apuestas se tornan insignificantes. Podría aproximarse esto a una definición mal formada del término geopolítica. Por otra parte, según los árabes –casualmente- el ego es el velo existente entre Dios y los hombres. Messi hoy sufre en Paris, donde nunca se sintió cómodo, ni aun en la arropada alcoba de su luna de miel con el PSG. Lo consideran un outsider, siente el frío que le impone un club que a fuerza de billeteras y nombres no puede dejar una huella en Europa. Pero Leo,-seguramente no lo reconozca nunca- cometió un grave error no forzado. Nunca entendió dónde se afincaba y peor, siendo un pésimo diplomático aceptó una embajada de un reino rival, oscuro y corrupto, que no hizo más que inflamar su estadía en Francia. A poco de terminar su contrato, la geopolítica y el ego de los jeques, se llevaron puesto a Leo y su quimérica posibilidad de renovación en Paris.
Los países del golfo, caso Arabia Saudita y Qatar no fueron ricos desde siempre. Hace entre 60 y 70 años que empezaron a industrializar y aprovechar sus riquezas. Años de postergaciones materiales, contexto de aridez perpetua, verticalización familiar y regímenes ultra radicales, concluyen en la obscenidad material que hoy compiten en ostentar.
Hasta que aparecieron sus verdaderas majestades: el petróleo y el gas, esos Minotauros sin Homeros que edifican el poder real en el golfo. De ellos nace ese dicotómico interrogante de si apuntalaron las tiranías reinantes o están creando las condiciones para su disolución. Nadie lo sabe.
Tamim bin Hamad Al Thani, es el Emir de Qatar, nació en 1980 es parte de la dinastía Al Thani, protegida por la corona británica que se estableció en la zona para “evitar las piraterías en la región”. Fue educado en Inglaterra en el Sherborne School y la Royal Military Academy Sandhurst. En 2005 fundo Qatar Sports Investments, clave para hacerse, entre otros, con el control del Paris Saint Germain en 2011 a través de su actual presidente, Nasser Al-Khelaifi, su amigo personal. Abusos contra los trabajadores migrantes, libertad de expresión limitada, la vulneración de los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT+, son algunos de los cuestionamientos a un estado que organizó un Mundial, que nació corrupto y armó su función entre oscuridades, esclavitud y muerte.
Mohamed Ben Salman, el príncipe heredero de Arabia Saudita, su vecino, nació en 1985. Es el dueño literal del poder, la vida y la muerte en el reino. Destrozó las estructuras formales de la casa de Saud, es autocrático y despiadado. Se odian con Al Thani. Los separa una concepción política. La primavera árabe que comenzó en 2010-2012, los puso en veredas opuestas: los cataríes aprueban un modelo de políticos moderados en la región, mientras que MBS (apoyado por el EEUU) pugna por promover líderes militares. Los sauditas invadieron Yemén para congraciarse con el Pentágono (será su Vietnam) “Sin Estados Unidos seríamos Corea del Norte”, dice el príncipe que le compra armas y es el gendarme americano del golfo.
Más allá de las cuestiones políticas que los enfrentarán por siempre, los dos líderes se detestan por celos y trivialidades de posición. No dejan de competir. Cuando Qatar se quedó con la organización del mundial, Ben Salman creo Vision Saudi 2030 y a fuerza de dólares armó todos los eventos deportivos que pudo. Los sauditas fueron los instigadores para el bloqueo que la región le impone a Qatar, denunciando sus vínculos con Irán y acusándolo de financiar el terrorismo. Todos tienen responsabilidades similares. Las estrategias geopolíticas, comerciales y bélicas cambian, las misceláneas y se prostituyen al mejor postor.
El abstracto universo donde conviven los egos es tan invisible como vasto. Cuando en mayo de 2022 la princesa Haifa Mohammed Al-Saud, miembro de la Familia Real Saudita, funcionaria del Ministerio de Turismo del reino, daba su discurso y ungía a Lionel Messi nuevo embajador turístico de Arabia Saudita, un Messi serio, con cara de ocasión, rodeado de su familia en Yeda, no era consiente (o tal vez sí y no le importó) que su misión diplomática quebraba literalmente su relación con sus jefes parisinos. Qatar no perdonaría el préstamo de su figura para promover las bondades del régimen vecino. Las miserias empezaban a jugar su partido y es, entre otras, la razón principal de su sanción disciplinaria y su segura salida del club.
Es legítimo cualquier emprendimiento comercial que Messi gestione con su imagen. Hace 15 años ininterrumpidos que es el mejor jugador del mundo, camino a ser mito y a fuerza de records edificó su nombre con una magnanimidad mercantil infinita. Puede prestar su figura a quien quiera, pero ser embajador saudita es mínimamente una acción carente de timming social. Arabia Saudita avalla los derechos humanos, mata periodistas y siembra terror que, ineludiblemente se filtra tras las ficticias escenografías que montan con caras famosas.
Hasta en esta historia de penurias mutuas, las vidas de Messi y Cristiano Ronaldo no parecen separarse. Ese cordón simbiótico de comparación y competencia, ahora también se emparenta en los desencuentros personales que cada uno vive con sus empleadores. Los cataríes, seguramente desterrarán a Messi de Paris, parece caso juzgado. Cristiano Ronaldo vive su angustia en la otra orilla del golfo. Su vida en Riad es un infierno. «Solo me han estafado dos veces en mi vida. La primera vez fue cuando pedí tres kebabs y el camarero me trajo dos. La segunda ha sido por haber fichado a Cristiano Ronaldo», dijo MusalliAl-Muammar, el presidente del Al Nassr, que no saben cómo sacarse de arriba al portugués.
Los dos, Messi y Cristiano, son víctimas de un modelo de estado artificial y ostentoso. Donde los procesos se edifican con lujo y sin sustancia. Donde la fuerza mercantil de un comodity regula países, la usura, el deporte y la vida de la gente. El dinero que derrama hace que se cosifique la existencia humana y hasta los dos más grandes jugadores de fútbol de los últimos 15 años, sean deshechos descartables.
Ya fuimos arrastrados, no habrá retorno, por más que el fútbol y sus protagonistas sean el hecho más banal del sufrimiento. Oriente Medio con su riqueza genera tanta muerte como el hambre, la humanidad lo va a demandar eternamente, al menos en el decir condenatorio de Pérez Alfonso que dice que por los muertos que genera, las invasiones que provoca y los líderes que promueve, el petróleo es el excremento del diablo.
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