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El “hombre fuerte” juega ahora en una Liga mayor

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Sergio Massa estuvo presente en los festejos de Tigre, en el primer título de su historia tras imponerse a Boca por 2 a 0 en Córdoba, para quedarse con la Copa de la Superliga en 2019. (FOTO: DANIEL CÁCERES).
Ezequiel Fernandez Moores

Si vos querés ser intendente de Tigre, tenés que ser presidente de Tigre”.

Sergio Tomás Massa, nuevo ministro de Economía, salvavidas flamante de un gobierno y de una economía en crisis, escuchó el consejo en 2002 de boca de Lázaro Flores, que era dirigente del club. Y Massa, nacido en San Martín (Gran Buenos Aires, territorio del sindicalista Luis Barrionuevo), hincha de San Lorenzo, fue intendente de Tigre. Pero no precisó ser presidente del club. Desde un lugar menos expuesto (vocal), Massa sí fue igualmente el “hombre fuerte” del club Tigre. Llevó patrocinadores, dinero e influencias. Lo subió a Primera. Le sirvió para ganar visibilidad. Y para ser un ejemplo más de cómo el fútbol (siempre que la pelota entre en el arco rival) suele servir a los políticos.

Sergio Massa asumió como superministro de economía. Comenzó su carrera político en el Club Atlético Tigre. (Foto: REUTERS/Agustin Marcarian).

En su origen inglés, el fútbol ya reglamentado (y casi todo el deporte también) era controlado por las élites. Fue una buena herramienta para que las élites, que tenían tiempo para el ocio, trasladaran al pueblo sus declamados “valores” de “gentlemen” (caballeros) que practicaban el “fair play” (juego limpio). Al pueblo, así sucedió en Argentina y en el mundo, le importó más jugar a ganar. Pueblo contra pueblo, barrio contra barrio, plaza contra plaza, esquina contra esquina. La picardía (y la trampa también) le ganaron al supuesto “fair play” de los “gentlemen” que se corrieron asustados porque además el pueblo, que tenía menos tiempo para el ocio, pedía dinero a cambio de jugar. Espectáculo profesional y popular.

Hoy ya en poder de otra clase de élite. Los principales clubes del mundo son ahora propiedad de jeques, magnates, fondos de inversión y hasta de Estados soberanos. Todos usando la gran vidriera del fútbol, políticos incluidos, desde Silvio Berlusconi en Italia a Mauricio Macri en Argentina. ¿Y acaso el premier francés Emanuel Macron no se reunió con Kyliam Mbappé para convencerlo de que siguiera jugando en PSG y renunciara a los millones de Real Madrid? ¿Y acaso el ex premier británico Boris Johnson no advirtió a los clubes más poderosos de Inglaterra que les impondría sanciones si se iban al proyecto rebelde de una Superliga europea?


La gran vidriera del fútbol, siempre utilizada por políticos para escalar niveles de popularidad.


Según cuenta el periodista Guido Halfon en su libro “Rugirás lejos”, Massa levantó ciento cincuenta y seis juicios en Tigre, ayudó a tener camisetas que dijeran Macro o Casinos Trilenium, llevó patrocinadores que pagaron sueldos atrasados, posiblemente compró él mismo o a través de terceros algunos refuerzos y no solo subió a Tigre a Primera, sino que, además, lo llevó a jugar una final de Copa Sudamericana (2012, derrota con escándalo contra Sao Paulo en el Morumbí, la misma noche en que se presentaba Roger Federer en Tigre, una exhibición contra Juan Martín del Potro que comenzó demorada porque se desprendió un tablón de madera y casi sucede una desgracia. Massa apareció en una pantalla en un video de saludo. No fue la mejor idea. La gente estaba enojada por la demora y la silbatina fue ruidosa.

En 2012, Massa recibió a Roger Federer, quien jugó dos exhibiciones y brindó una clínica de tenis en Tigre.

Volviendo al fútbol, Massa y Tigre “se vinieron como anillo al dedo” porque el político precisaba votos y el club dinero. “Antes de lo previsto”, escribió Halfon, Massa “se convirtió en el hombre fuerte” de un club que, aun con el político y ya en Primera, no creció socialmente y ni siquiera incorporó “un buffet donde tomarnos una gaseosa”.

“Sindicatos, empresarios y amigos empezaron a aportar plata para el club, a sabiendas de lo beneficioso que es hacer buenas migas con el titular de una caja tan fuerte como la ANSES”. Allí había llegado Massa durante el gobierno breve de Eduardo Duhalde. Muchos de esos viejos amigos estuvieron el miércoles pasado en la asunción de Massa como ministro o “Superministro” de Economía.

Sergio Massa junto a Carlos «Chino» Luna en los festejos de Tigre campeón de la Superliga 2019.

La jura, vaya paradoja, fue el mismo día en el que Tigre cumplía 120 años de vida. La fundación del 3 de agosto de 1902, cuando doce jóvenes crearon primero un club social, luego definitivamente de fútbol, con una cancha inicial complicada, fácil de inundar por su cercanía al río, de superficie irregular y con una vía de escape difícil para el rival. “Ir a jugar con el Tigre y no llevar escopeta es exponerse a una muerte segura”, dramatizaba (o no) El Gráfico. En 1914, tras una agresión a un árbitro, el club fue expulsado de la Federación Argentina de Football.

Me cuentan que Tigre, que ya se dio el lujo de ganar hasta título de Primera División (la Copa de Liga de 2019 en final contra Boca) podría tener en un futuro cercano como presidente a un miembro de la familia Massa (“el Patito” Martín Galmarini, todavía jugador a sus 40 años, símbolo del club).

Tigre acaso ya no necesita a Sergio Tomás Massa. El “hombre fuerte” juega ahora en una Liga mayor.

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