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Femenino

En el fútbol como en la vida

Por Camila Lanfranco

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Argentina es un país futbolero, de eso no caben dudas. Pasionales y fanáticos como pocos. De ello deriva también que muchos y muchas no comprendan lo que genera e incluso lo aborrezcan. Bueno, el fútbol es eso. Y en su razón de ser, el fútbol también es filosófico.

Desde los comienzos del pensamiento filosófico las pasiones ocuparon un lugar importante, en especial, desde su relación directa con la felicidad. Ya Epicuro decía: “El estado de felicidad y bienaventuranza no lo alcanzan ni la multitud de riquezas ni la majestuosidad de las profesiones ni jefatura ni poder alguno, sino la alegría y suavidad de sentimientos y la disposición del alma que define los propios bienes de la naturaleza”. Epicuro aquí abre la discusión respecto al fin último del ser humano, que en su pensamiento no parece ser otro que el de la felicidad. Una felicidad dada por el goce y que se contrapone a muchas ideas esencialistas y racionales de la época. Bueno, el futbol tiene bastante que ver con esta característica propia de lo humano, la de desarrollarse mediante el goce y el disfrute. Como seres corpóreos y terrenales, vivimos y morimos atravesados por la búsqueda de la felicidad. Y el fútbol es para sus adeptos, felicidad.

La filosofía sostuvo desde sus inicios que la naturaleza responde a determinadas leyes. El fútbol no queda exento de dichas leyes. En el fútbol, existen reglas claras. Hay formaciones tradicionales como el 4-4-2, existen posiciones y reglas que cumplir. Pero el desconocimiento de esas leyes no solo te deja fuera del juego, sino que, además, perjudica en cierta forma al resto de equipo. Y esto es reflejo de la vida misma.

El fútbol es un deporte que despierta pasiones en multitudes, y lo hace, porque es popular -a diferencia de otros deportes que se destacan por su marcado elitismo-, en él los valores ocupan un lugar preponderante, y aquí podemos abrir una lista inmensa de los filósofos que analizaron la función de los valores en la sociedad.

Desde la modernidad, muchos filósofos se encargaron de pensar una realidad mecanizada, atravesada por reglas eficientes que constituyen un medio homogéneo. Pero al mismo tiempo, continuó siendo evidente la presencia del azar, un azar que da cuenta de la contingencia de las leyes de la naturaleza y de la impredecibilidad de los fenómenos. Bueno, el fútbol tampoco queda exento de esta caracterización.

En el fútbol existen jugadorxs que poseen una especie de don propio, que los hace únicxs e inigualables, pero también están aquellxs jugadorxs constantes y perseverantes que se aferran al esfuerzo, la dedicación y “la buena conducta”. Ambxs jugadorxs tienen posibilidad de triunfar.

Esta distinción también está presente en el desarrollo del partido. Cuando un tiro va hacia el lugar deseado, con potencia y técnica la eficiencia cumple su cometido. O cuando el equipo que resultó mejor en el desarrollo del partido no logra el triunfo, el azar se hace presente.

Al mismo tiempo existen jugadorxs que logran poner un orden en el equipo, y tantxs otrxs que se destacan por irrumpir en el juego y dar paso al “caos” y la “contingencia”. Cada uno de estos aspectos inaugura diferentes miradas dentro del fútbol. Están las miradas utilitaristas que creen que el resultado es lo importante y que es necesario ganar, aun sin un juego limpio y bajo los estándares “estéticos”, Bilardo es un ejemplo de ello. Y también están aquellos que consideran que es importante el desarrollo del juego, el desempeño del partido y que a fin de cuentas el resultado depende de que el equipo funcione de manera óptima, y aquí Menotti es el ejemplo por excelencia. Pero también, podemos encontrar a Bielsa, un maestro de la moral en el fútbol. Un pregonador del juego limpio, del compañerismo y la lealtad. ¡Así en la vida como en el fútbol!


«Epicuro, y muchos filósofos nos han demostrado que la vida tiene un sentido y que es necesario buscarlo para llegar a la felicidad. El fútbol es parte de esa búsqueda»


Epicuro, y muchos filósofos nos han demostrado que la vida tiene un sentido y que es necesario buscarlo para llegar a la felicidad. El fútbol es parte de esa búsqueda. En muchos casos con fanatismo y violencia, pero en tantos otros, con empatía y compañerismo.  

Muchas de nosotras vivimos esa búsqueda desde nuestros hogares, por algún familiar, por un viejo futbolero o simplemente por su propia reproducción y visualización. En épocas donde el fútbol es un deporte estrictamente masculino, a nosotras nos costó y nos cuesta el doble. ¿Cómo explicar nuestra pasión por un deporte que “no estaba hecho para nosotras”?  Ahí comienza nuestro mayor desafío: el de explicar ya no con palabras sino con el cuerpo, que el fútbol podía y debía ser para todxs. Al comienzo fue difícil, ya que no todas contamos con una familia futbolera o deconstruida en materia de género, las escuelas de fútbol solo existían para los varones y para nosotras las opciones siempre eran otros deportes. Muchas comenzamos con los varones, pero la realidad nos volvía a dejar fuera en un lapso corto de tiempo.

Muchas intentamos participar de manera directa del fútbol concluida la secundaria. Ya con trabajo, estudio e inclusive familia de por medio. En mi caso, la docencia y la filiación con la filosofía atravesaron y atraviesan esa pasión. Y créanme que compartir ambos ámbitos con el fútbol es una experiencia enriquecedora. Tal vez por eso, intento ver el fútbol como mi cable a tierra y como la posibilidad de mejorar día a día desde lo personal, trabajando y esforzándome por el equipo, por mis compañeras y por el cuerpo técnico. Intentando ser empática, perseverante y sobre todas las cosas resiliente. Porque en el fútbol, nadie se salva solo y el femenino es un ejemplo de ello.

Actualmente el fútbol femenino comienza a cobrar visibilidad, y eso es gracias a la lucha de muchas referentes, como así también, a la perseverancia y la ganas de tantas otras, que no han hecho visible su lucha pero que la han materializado en cuerpo. Y eso, en nuestro contexto, vale millones.

Aun así, existen en nuestra sociedad muchos prejuicios en torno al femenino, la profesionalización parece asomarse tímidamente mientras nosotras -a diferencia del masculino- debemos hacernos cargos de cuotas, seguros y en muchos casos de árbitros y personal de salud para poder jugar. Por eso: ¿Quién mas que nosotras puede hablar de la pasión por el fútbol? Si sabemos lo que es pelearla desde abajo, resignar trabajo, familia, hijxs y estudio. Si sabemos mejor que nadie lo que es hacer rifas, comidas u eventos para pagar las cuotas, hacernos las camisetas o simplemente pagar los árbitros para cada partido.

Por eso hoy que el fútbol femenino ha evolucionado en muchos aspectos, es nuestra tarea pelear por su efectiva profesionalización. No bajar los brazos y luchar por una sociedad más igualitaria, donde no haya deportes para hombre o mujeres, donde el rol de la mujer en el fútbol sea valorado como tal y ya no exista una piba mas que carezca de recursos, tiempo o apoyo para desarrollar el fútbol en todas sus formas.

* Camila Lanfranco, jugadora de Sportivo Municipal, para ¡Ahora que sí nos ven! – Río Cuarto

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