Argentina es un país futbolero, de eso
no caben dudas. Pasionales y fanáticos como pocos. De ello deriva también que
muchos y muchas no comprendan lo que genera e incluso lo aborrezcan. Bueno, el
fútbol es eso. Y en su razón de ser, el fútbol también es filosófico.
Desde los comienzos del pensamiento
filosófico las pasiones ocuparon un lugar importante, en especial, desde su
relación directa con la felicidad. Ya Epicuro decía: “El estado de felicidad y
bienaventuranza no lo alcanzan ni la multitud de riquezas ni la majestuosidad
de las profesiones ni jefatura ni poder alguno, sino la alegría y suavidad de
sentimientos y la disposición del alma que define los propios bienes de la
naturaleza”. Epicuro aquí abre la discusión respecto al fin último del ser humano,
que en su pensamiento no parece ser otro que el de la felicidad. Una felicidad
dada por el goce y que se contrapone a muchas ideas esencialistas y racionales
de la época. Bueno, el futbol tiene bastante que ver con esta característica
propia de lo humano, la de desarrollarse mediante el goce y el disfrute. Como
seres corpóreos y terrenales, vivimos y morimos atravesados por la búsqueda de
la felicidad. Y el fútbol es para sus adeptos, felicidad.
La filosofía sostuvo desde sus inicios
que la naturaleza responde a determinadas leyes. El fútbol no queda exento de
dichas leyes. En el fútbol, existen reglas claras. Hay formaciones
tradicionales como el 4-4-2, existen posiciones y reglas que cumplir. Pero el
desconocimiento de esas leyes no solo te deja fuera del juego, sino que,
además, perjudica en cierta forma al resto de equipo. Y esto es reflejo de la
vida misma.
El fútbol es un deporte que despierta
pasiones en multitudes, y lo hace, porque es popular -a diferencia de otros
deportes que se destacan por su marcado elitismo-, en él los valores ocupan un
lugar preponderante, y aquí podemos abrir una lista inmensa de los filósofos
que analizaron la función de los valores en la sociedad.
Desde la modernidad, muchos filósofos se
encargaron de pensar una realidad mecanizada, atravesada por reglas eficientes
que constituyen un medio homogéneo. Pero al mismo tiempo, continuó siendo
evidente la presencia del azar, un azar que da cuenta de la contingencia de las
leyes de la naturaleza y de la impredecibilidad de los fenómenos. Bueno, el fútbol
tampoco queda exento de esta caracterización.
En el fútbol existen jugadorxs que
poseen una especie de don propio, que los hace únicxs e inigualables, pero
también están aquellxs jugadorxs constantes y perseverantes que se aferran al
esfuerzo, la dedicación y “la buena conducta”. Ambxs jugadorxs tienen
posibilidad de triunfar.
Esta distinción también está presente en
el desarrollo del partido. Cuando un tiro va hacia el lugar deseado, con
potencia y técnica la eficiencia cumple su cometido. O cuando el equipo que
resultó mejor en el desarrollo del partido no logra el triunfo, el azar se hace
presente.
Al mismo tiempo existen jugadorxs que
logran poner un orden en el equipo, y tantxs otrxs que se destacan por irrumpir
en el juego y dar paso al “caos” y la “contingencia”. Cada uno de estos
aspectos inaugura diferentes miradas dentro del fútbol. Están las miradas
utilitaristas que creen que el resultado es lo importante y que es necesario
ganar, aun sin un juego limpio y bajo los estándares “estéticos”, Bilardo es un
ejemplo de ello. Y también están aquellos que consideran que es importante el
desarrollo del juego, el desempeño del partido y que a fin de cuentas el
resultado depende de que el equipo funcione de manera óptima, y aquí Menotti es
el ejemplo por excelencia. Pero también, podemos encontrar a Bielsa, un maestro
de la moral en el fútbol. Un pregonador del juego limpio, del compañerismo y la
lealtad. ¡Así en la vida como en el fútbol!
“Epicuro, y muchos filósofos nos han demostrado que la vida tiene un sentido y que es necesario buscarlo para llegar a la felicidad. El fútbol es parte de esa búsqueda”
Epicuro, y muchos filósofos nos han
demostrado que la vida tiene un sentido y que es necesario buscarlo para llegar
a la felicidad. El fútbol es parte de esa búsqueda. En muchos casos con
fanatismo y violencia, pero en tantos otros, con empatía y compañerismo.
Muchas de nosotras vivimos esa búsqueda desde
nuestros hogares, por algún familiar, por un viejo futbolero o simplemente por
su propia reproducción y visualización. En épocas donde el fútbol es un deporte
estrictamente masculino, a nosotras nos costó y nos cuesta el doble. ¿Cómo
explicar nuestra pasión por un deporte que “no estaba hecho para
nosotras”? Ahí comienza nuestro mayor
desafío: el de explicar ya no con palabras sino con el cuerpo, que el fútbol
podía y debía ser para todxs. Al comienzo fue difícil, ya que no todas contamos
con una familia futbolera o deconstruida en materia de género, las escuelas de
fútbol solo existían para los varones y para nosotras las opciones siempre eran
otros deportes. Muchas comenzamos con los varones, pero la realidad nos volvía
a dejar fuera en un lapso corto de tiempo.
Muchas intentamos participar de manera
directa del fútbol concluida la secundaria. Ya con trabajo, estudio e inclusive
familia de por medio. En mi caso, la docencia y la filiación con la filosofía
atravesaron y atraviesan esa pasión. Y créanme que compartir ambos ámbitos con
el fútbol es una experiencia enriquecedora. Tal vez por eso, intento ver el fútbol
como mi cable a tierra y como la posibilidad de mejorar día a día desde lo
personal, trabajando y esforzándome por el equipo, por mis compañeras y por el
cuerpo técnico. Intentando ser empática, perseverante y sobre todas las cosas
resiliente. Porque en el fútbol, nadie se salva solo y el femenino es un
ejemplo de ello.
Actualmente el fútbol femenino comienza
a cobrar visibilidad, y eso es gracias a la lucha de muchas referentes, como
así también, a la perseverancia y la ganas de tantas otras, que no han hecho
visible su lucha pero que la han materializado en cuerpo. Y eso, en nuestro
contexto, vale millones.
Aun así, existen en nuestra sociedad
muchos prejuicios en torno al femenino, la profesionalización parece asomarse
tímidamente mientras nosotras -a diferencia del masculino- debemos hacernos
cargos de cuotas, seguros y en muchos casos de árbitros y personal de salud
para poder jugar. Por eso: ¿Quién mas que nosotras puede hablar de la pasión
por el fútbol? Si sabemos lo que es pelearla desde abajo, resignar trabajo,
familia, hijxs y estudio. Si sabemos mejor que nadie lo que es hacer rifas,
comidas u eventos para pagar las cuotas, hacernos las camisetas o simplemente
pagar los árbitros para cada partido.
Por eso hoy que el fútbol femenino ha
evolucionado en muchos aspectos, es nuestra tarea pelear por su efectiva
profesionalización. No bajar los brazos y luchar por una sociedad más
igualitaria, donde no haya deportes para hombre o mujeres, donde el rol de la
mujer en el fútbol sea valorado como tal y ya no exista una piba mas que
carezca de recursos, tiempo o apoyo para desarrollar el fútbol en todas sus
formas.
* Camila Lanfranco, jugadora de Sportivo
Municipal, para ¡Ahora que sí nos ven! – Río Cuarto