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Estefanía Banini, la artista de la gambeta que volvió a sonreír en la selección argentina, pero nunca baja la voz ni la cabeza
Volvió a ponerse la camiseta “más linda” en la Copa América de Colombia, en la que Argentina busca el pasaje al Mundial y los juegos Olímpicos; crítica del proceso anterior, pagó su valentía con una ausencia que duró tres años. “Estamos en un país que castiga a quienes hablan”. Por Ayelén Pujol para La Nación.
ARMENIA, Colombia.- En el municipio de Tebaida, en Armenia, los mosquitos eluden cualquier repelente. Estefanía Banini, una artista de la gambeta, no logra descifrar los movimientos: en la práctica y en el hotel, en este epicentro verde, montañoso y tropical -y pese a cualquier crema que se ponga- se resigna. Pasea las ronchas rojas que le dejan en sus piernas, más molestas incluso que la marca que hasta aquí en esta Copa América recibió de las rivales. Sumó dos asistencias en la goleada contra Perú y este viernes marcó un gol en el 5-0 ante Uruguay. La felicidad fue plena tras los 1116 días sin vestir la camiseta argentina: la adrenalina y la alegría no la dejaron relajar. Su vínculo con la “más linda”, como la mendocina llama a esta camiseta, le perturba emociones desde hace tres años, cuando decidió hacer público su desacuerdo con el cuerpo técnico anterior encabezado por Carlos Borrello y pidió un cambio. Desde entonces –2019– no había vuelto a ser convocada, hasta que regresó, ahora con Germán Portanova como DT, para los amistosos previos a esta Copa contra Chile.
-Ahora que ya pasó aquello, ¿sentís que valió la pena haber alzado la voz? ¿Te arrepentís de algo?
-Sigo convencida de que lo que se hizo sirvió. Se dieron a conocer cosas que necesitábamos. Es cierto que fuimos un par que tuvimos que sufrir mucho tiempo fuera de selección y duele porque desde que tenés uso de razón querés estar acá. Pero a cualquiera le diría que lo haga. A veces una se quedaba callada por no complicar la situación, por no generar conflicto. A una le afectaba más porque había suposiciones, cosas que quedaban en el aire. Pero con el diario del lunes le diría a quien sea que lo haga porque estoy convencida de que eso sirvió para cambiar.
-¿Por qué sentimientos pasaste en esta etapa sin representar a Argentina?
-Fue un proceso bastante duro, como siempre nos tocó luchar por mejorar. Nosotras queríamos crecer. Cuando pasan los días y empiezan las convocatorias, quizá una cree que está al nivel como para pertenecer, para ser parte y ayudar en la cancha, y cuando salían esas convocatorias sentía muchísimo dolor e impotencia al mismo tiempo porque sentís que no es por lo futbolístico que no te llaman sino por un reclamo para mejorar. Después por momentos sentí resignación, la sensación de saber que se había terminado esa etapa de la selección.
-¿Pensaste que no ibas a volver?
-Y sí, eso se valoró desde el primer día que se realiza ese pedido de mejoría. Sabés que pueden tomar acciones en contra por ese pedido. Una siempre cree que lo mejor es pelear por el fútbol femenino, por mejorar para la más linda. Fue un proceso muy muy largo, que dolió muchísimo. Se jugaron torneos que se podían disfrutar y ahora se vuelve para un torneo en el que tenemos la presión de que hay que clasificarse a todo. Es cierto, hay un nuevo proceso con el cuerpo técnico, que en parte ellos quisieron que volvamos. Fue eso, convicción al principio, lucha, impotencia cuando no estaba tu nombre en la lista, resignación por momentos, decir ‘ya está, no se vuelve’. Y en el fondo, internamente, decía: ‘Yo quiero estar y voy a seguir, voy a seguir’. Me agarra volver casi al final de mi carrera.
-¿Después de un partido tan contundente contra Perú ya está cerrada esa fase de sufrimiento?
-Mirá, es una herida que duró mucho, tres años. Siempre va a estar. Es como las operaciones que tuve en las rodillas, queda la cicatriz y está permanentemente. Dolió, hay que aprender a convivir con eso y seguir luchando. No está cerrada para nada hasta que Argentina realmente crezca como queremos y pueda competirle a las potencias. Esa herida se hizo por ese objetivo.
Con 32 años, un presente en el Atlético Madrid que el año pasado coronó con la elección en el 11 ideal FIFA, Banini es la única futbolista argentina destacada que no pasó por el fútbol local. Era parte de Las Pumas en la Liga mendocina cuando se fue a Colo Colo de Chile -entre 2011 y 2015 ganó nueve campeonatos locales y una Copa Libertadores- y después vistió las camisetas de Washington Spirit de Estados Unidos, Valencia, Levante y ahora Atlético Madrid, en España. Pese a los años de fútbol todavía recuerda cuando tenía 5 años y le pedía una pelota de regalo de cumpleaños a su abuela. El origen del amor por el fútbol lo agenda en ese momento: “Empecé a jugar con mi hermano. La mayor hacía patinaje y la única que pedía pelotas era yo. A veces llegaba la pelota buena y a veces la mala que se te rompía en tres días porque no había mucha plata”, dice en una entrevista exclusiva para LA NACION y Relatores. Hernán, compañero de juegos, dejó después el fútbol para dedicarse a otros deportes. Estefanía fue la que quiso seguir y ahora, entre risas, se acuerda de las discusiones que tenían su mamá y su papá, que le dieron a elegir varios deportes, hasta que se cansaron y concluyeron: “Dejémosla jugar, se le va a pasar”.
Ahora la miran por televisión desde Mendoza. En la goleada contra Perú pudieron ver parte del juego que Banini aprendió en aquellos primeros días con una pelota en los pies, en Cementistas, donde, cuenta, construyó eso que ahora se ve en la cancha: “Vengo del fútbol de salón, estuve 13 años haciendo eso. El estilo que tengo es el de asociarte en corto, de la gambeta y después el desafío fue aplicarlo en cancha grande, que lo vengo haciendo hace muchos años”.
-En el primer gol se vio algo de eso: una apilada, la cabeza levantada para darle el pase a Yamila Rodríguez.
-Te diría que ese gol tiene todo. Ese es el fútbol de salón, tenés que llegar al segundo palo, la pelota siempre va ahí. Levantar la cabeza en el área chica, que es difícil. Venir del Futsal te abre la cabeza en esas jugadas reducidas. Estoy feliz de trasladar ese fútbol que juego desde muy chiquita y con amigos. Lograrlo en la Selección me hace recordar mucho mis inicios.
-¿Y cuál es tu primer recuerdo con la camiseta argentina?
-Tenía 17 años. Me acuerdo de recibir el llamado y tener que viajar sola a Buenos Aires porque en ese momento no te pagaban el hotel ni el viaje para probarte. Se venía a prueba, te quedabas una semana y si quedabas te llamaban a la siguiente y ahí sí te pagaban todo. Pero el primero lo pagaba la jugadora. Yo era menor de edad, no había mucha plata en casa, no me pudieron acompañar. No tenía dónde quedarme, pero me vine.
-¿Te mandaste sola?
-Me acuerdo de Emilia Mendieta (cordobesa, jugó el Mundial 2007 y los Juegos de Beijing 2008), que habíamos jugado unos Nacionales en contra. Me la crucé en Retiro, me dijo de quedarme con ella en su departamento. Un poco que me salvó porque llegaba a Buenos Aires por primera vez en mi vida y ya empezar ahí con esa presión de si quedás o no. Estaba también entrenando la Sub 20, creo que para un Sudamericano en Chile. Y bueno, por haber quedado tan poco tiempo y no haber sido llamada antes no me dejaron viajar con la sub 20, quedé convocada con la Mayor ya a los 17 años.
-Hablabas de tu estilo. ¿Cuándo te divertís en la cancha?
-Cuando tengo la libertad en el partido, la libertad de decir: ‘Sé que me puedo mover por donde quiera, que puedo gambetear’. Siempre pensando en el equipo. Cuando tengo la confianza de saber que puedo crear para el equipo. Ahí me siento feliz.
-Ahora hay muchas mujeres que empiezan a jugar de más grandes. Otras de niñas también. ¿Una se hace futbolista o nace con eso?
-Las dos cosas. Un poco se nace porque hay una pasión interna que viene con una. Yo a los 5 años no sabía que iba a tener este futuro, pero era algo interno que sentía. Y después está la otra parte. Necesitás de una formación. Incluso de la casa, eh. Mi papá me decía: ‘Estefi, esto es como el colegio’. Se peleaba con mi mamá porque me hacían la típica de que si te va mal en el colegio no te dejaban ir a fútbol.
-¿Y a vos te iba mal?
-Me iba mal (se ríe a carcajadas). No prestaba atención, no me gustaba, me aburría muchísimo. En casa me enseñaron en casa a jugar y después tuve buena formación en el club de barrio. Ahí aprendí a cumplir horarios, dentro de la niñez el objetivo es divertirte pero también ser lo más profesional posible, trabajar para cumplir esos sueños. Fue un combo que se hizo en mí, pero creo que tienen que estar las dos cosas. Es también lo que te permite enfrentar lo que no te gusta.
Las seis últimas palabras del párrafo anterior las puso en práctica en 2019, cuando en sus redes sociales tipeó: “Queremos el crecimiento real del fútbol femenino, queremos estar a la altura de las potencias! Queremos personas capacitadas con experiencia suficiente para aprender de ellos y no que al salir a jugar nos digan ‘nos defendemos porque no me quiero comer 11 de nuevo’”. En estos 1116 días de ausencia hubo un hashtag que se viralizó reclamando su regreso: #BaniniALaSelección. Después hubo otras que alzaron la voz: futbolistas que denunciaron al entrenador Diego Guacci por acoso sexual, mujeres que recurrieron a la justicia para ponerle fin a la violencia de jugadores varones.
-¿Cómo ves este movimiento de alzar la voz, de animarse a denunciar que se está dando en Argentina?
-Yo por mi experiencia sé que es difícil hablar porque estamos en un país que castiga a quienes hablan. El otro día miraba a (la futbolista estadounidense Megan) Rapinoe, que me ha tocado jugar en contra, y es muy loco ver que en ese país se premia y se distingue a alguien que lucha por la igualdad. En otros países, no solo el nuestro, se castiga, se trata de callar y demás. Es muy difícil pero al mismo tiempo es valedero y lo que se necesita hacer. Hay que hablar y no solo en el fútbol, en cualquier área hay que hablar por más doloroso que sea el proceso, para que se visibilice lo que sucede y que se pueda cambiar.
-Dijiste que esta es tu última Copa América. ¿Qué recuerdo te gustaría llevarte?
-Es mi última Copa por muchas cosas. Me encantaría no retirarme nunca, pero los años empiezan a pesar. Me gustaría llevar a la Argentina donde tiene que estar, a un segundo Mundial consecutivo, que no se pierda ese proceso, para que las generaciones futuras puedan disfrutar de eso. Quiero ver a la Argentina ahí arriba, creciendo.
Por Ayelén Pujol para La Nación
Fotos: AFA
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