Fútbol
Historias de concentración
Alejandro Wall
Periodista.
A la concentración de la selección argentina durante México 86 le decían Alcatraz. Así le pusieron algunos jugadores, así la llamó Carlos Bilardo. El predio del club América, en Villa Coapa, al suroeste de lo que por entonces se conocía como el Distrito Federal, se convirtió en un lugar mitológico para el fútbol argentino. Fue el refugio de los campeones del mundo, el refugio de Diego Maradona. Que se tratara de un lugar sin lujos, con habitaciones improvisadas, zonas con goteras, escasa de baños y con un teléfono que requería una buena organización para que cada miembro de la delegación pudiera comunicarse con su familia, alimentó la leyenda del equipo.
Durante los próximos días nos acostumbraremos a escuchar sobre Qatar University o, en su traducción al castellano, Universidad de Qatar, el lugar donde se hospedará la selección durante este Mundial. A diferencia de la concentración del América, acá se exponen todos sus lujos, a la medida de la exclusividad qatarí. Fundada en 1973, la Universidad de Qatar es la única pública del país. La Argentina se ubicará en una de las torres de un predio que tiene 25 mil metros cuadrados, donde también ocupará una zona la selección española. Comedor, gimnasio, salas para utilería, oficinas para que trabaje la administración, canchas al aire libre y techadas, canchas con iluminación artificial para entrenamientos nocturnos, dos piletas olímpicas, saunas, jacuzzi. Y, por supuesto, las parrillas.
Las habitaciones quizá sean la contracara de las que albergaron a Maradona y los suyos en 1986. Son otros tiempos. Pero Messi y los suyos van ahí en busca de lo mismo. Las concentraciones mundialistas toman luego una vida propia, ahí se construye la historia íntima de cada Mundial. La pública, por lo general, ocurre en los estadios.
La primera selección subcampeona del mundo se alojó en la Barra de Santa Lucía, en las afueras de Montevideo, para el Mundial de 1930. Por ahí pasó Carlos Gardel para cantarles a los jugadores argentinos. Aunque también lo hizo con los uruguayos (el mito se agitante en cada detalle) antes de la final que se quedó la selección local. En Italia 1934, la Argentina se hospedó en el hotel San Carlos, en Bolonia, donde jugó el único partido, derrota 3-2 con Suecia.
La residencia para ancianos Ramlösa Brunn, a unos pocos kilómetros de Helsingbord, donde la Argentina vivió durante Suecia 58 fue acaso algo más conocida. Al Mundial se lo recuerda como el desastre de la selección, el choque con la superioridad europea y la falta de competencia, pero expuso la desorganización del fútbol argentino. En varias cuestiones, el partido con Alemania hubo que jugarlo con la camiseta amarilla del Malmö porque no había un juego alternativo. Cuatro años después, para el Mundial de Chile, la Argentina eligió el Hotel Sauzal, en Rancagua, frente a las termas de Cauquenes. Para Inglaterra 66, se instaló en Birhmingham. Sin Mundial en México 70, durante Alemania 74 la ciudad elegida fue Sindelfingen, cerca de Stuttgart.
Los Mundiales cercanos guardan acaso más recuerdos entre esas paredes. La selección campeona del mundo en 1978 vivió ese tiempo en una quinta de José C. Paz, provincia de Buenos Aires, propiedad de Natalio Salvatori. Cuatro meses estuvo allí el equipo de César Luis Menotti. Fue en ese lugar donde Diego Maradona se fue entre lágrimas sabiendo que no jugaría el Mundial. Lo haría cuatro años después, en España 82, donde el lugar elegido fue Villajoyosa, frente al Mediterráneo.
La concentración de Italia 90 tenía reminiscencias de México 86, o al menos Bilardo intentó replicar la situación. Hacer un Alcatraz II, como lo suele recordar el colega Daniel Arcucci, que cubrió ambos mundiales. La Argentina subcampeona se instaló en Trigoria, el Centro Técnico Fulvio Bernardini que era el complejo de la Roma. Allí está la historia de la bandera prendida fuego para despertar la ira de los jugadores argentinos. ¿A quién que haya vivido ese Mundial no le queda el Trigoria en la mente?
¿Y el Babson College en EEUU 94? Esa sede educativa, cerca de Boston, fue la casa de la selección de Alfio Basile. Al revés de Alcatraz I y II era de puertas abiertas. Tiempos de gorritas y programas que transmitían en vivo desde ahí. Menemismo y uno a uno. Aunque la frase maradoniana del Mundial no se lanzó ahí sino del otro lado, en un hotel de Dallas, un rato antes de que la Argentina perdiera con Bulgaria.
De las puertas abiertas, la selección pasó a las lonas de L’Etrat, un distrito de Saint-Étienne, donde el entrenador Daniel Passarella intentaba ocultarle a los periodistas qué hacía en las prácticas. Aunque esas lonas verdes, que quedaron en la memoria mundialista, eran también -o en especial- para que no se colara ningún espía. La relación equipo-prensa fue, de todos modos, muy mala: enojados por difundir controles internos positivos, los jugadores anunciaron en una conferencia de prensa que no darían más notas.
Duró poco el tiempo en Corea-Japón, en el National Center Japan-Village (J-Village) de Naraha que había sido elegido por Marcelo Bielsa y sus colaboradores. Cuatro años después, para Alemania 2006, Adidas no sólo fue la marca de la selección sino también su anfitrión. José Pekerman se quedó con Herzogenaurach, una ciudad de Baviera donde también está el campo Adi Dassler. Un tiempo antes, llevó al plantel al Antiguo Convento de Boadilla del Monte para unos días de convivencia. Fue ahí donde terminó de delinear la lista definitiva.
En Sudáfrica 2010, con Diego Maradona como entrenador, la concentración se levantó en la Universidad de Pretoria. Su preparador físico, Fernando Signorini, no sólo trabajó en el campo de juego, también instaló una biblioteca para estimular a los jugadores. Cidade de Galo es el centro de entrenamiento del Atlético Mineiro, en Belo Horizonte. Y durante 33 días fue el hogar de la selección de Alejandro Sabella que llegó a la final de Brasil 2014.
La contracara de esa convivencia armónica fue la que hubo en Bronnitsy, el lugar seleccionado por Jorge Sampaoli para Rusia 2018. Esos días caóticos terminaron la eliminación argentina frente a Francia en octavos de final. Pero hubo de todo. Un Lionel Messi desconectado, una ruptura del plantel con el entrenador, que tuvo que consensuar la formación del equipo ante Nigeria, el partido que evitó irse en primera fase, y hasta versiones -lo admitió el propio Javier Mascherano- de teléfonos pinchados y espionaje interno. Todo ese combo fue Rusia. Entre esas paredes de Bronnitsy quedaron muchos secretos.
Pero ahí también comenzó a vincularse Lionel Scaloni con Messi. Esa construcción, el equipo que se armó desde las ruinas, con un gran recambio generacional, es el que desembarcará en Universidad de Qatar. La historia que deparará ese nombre, lo que significará con el tiempo, todavía está por verse.
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