Fútbol
La plata no compra la felicidad
Los experimentos privatizadores que se realizaron en el fútbol argentino contradicen el discurso del gobierno nacional, que pretende asociar el éxito deportivo al desembarco de capitales privados en los clubes.
Hugo Caric
Periodista.
Un puñado de periodistas cuyos gestos remitían a aquello de ‘el pueblo quiere saber de qué se trata’, algunas caras extrañas con semblantes tan rigurosos como sus sacos y corbatas, y en medio de ellos una conferencia de prensa convocada casi en tiempo de descuento en una oficina del aeropuerto cordobés. La postal, rescatada de una vieja caja de fotos con la fecha 26-12-1994, se completa con un jarrón con un ramo de flores adornando una larga mesa de madera, en cuya cabecera oficiaba como único orador Francisco Ríos Seoane, el presidente de Deportivo Español.
Tres décadas atrás, el día después de la Navidad generó un título rimbombante, casi impropio de los medios deportivos a esas alturas del calendario: “Quiero ser presidente de Belgrano”. Meses atrás, según consta en los archivos de un diario porteño, “El Gallego” ya había coqueteado con el fútbol mediterráneo, buscando convencer a Aldo Roggio, influyente empresario del mundo Talleres, de las bondades de una fusión entre la entidad del Bajo Flores porteño y su par del barrio Jardín de La Docta.
Un año y medio antes, el 20 de junio de 1993, Ríos Seoane -excéntrico y polémico personaje, que en 1980 había querido fichar a Diego Maradona para bloquear su pase al Barcelona- había sufrido un duro revés: entre sillazos e insultos, los socios de Español rechazaron la venta de la entidad a cambio de 15 millones de dólares. El oferente no fue otro que Mauricio Macri, por entonces delfín del emporio Socma, quien -con los avales presidenciales de Julio Grondona y Carlos Menem, en ese orden- pensaba convertir al club de la Ciudad de Buenos Aires en el Atlético Mar del Plata, mudarlo a la Ciudad Feliz y contratar a César Menotti como entrenador.
Macri tendría su revancha en el fútbol, cuando los socios de Boca Juniors le dieron el ´sí’ en las urnas. De sus doce años y medio de gestión en el club xeneize (1995-2008), su plataforma de lanzamiento a la arena política, se recuerdan sus polémicas con Maradona (‘el Cartonero Báez’, lo llamaba con ironía); el desplante que le hizo el DT Carlos Bianchi tras un partido en La Bombonera; el Fondo de Inversión que armó para comprar y vender jugadores al antojo de su amigo intermediario Gustavo Arribas; y las irreconciliables diferencias con Juan Román Riquelme, el actual presidente azul y oro; además de 16 títulos y de una espina clavada en Córdoba.
“¿Por qué vengo de saco y zapatillas? Para estar más cómodo en la vuelta olímpica”, declaró antes de la derrota 0-1 ante Belgrano del 3 de diciembre de 2006, cuando un empate le alcazaba para que el equipo dirigido por Ricardo La Volpe ganara el Torneo Apertura que, dos semanas más tarde, terminó en manos del Estudiantes del ‘Cholo’ Simeone en un impensado desempate. En sus tiempos de presidente boquense, Macri se jactaba de manejar al club de la Ribera como si fuera una sociedad anónima, igual que lo hizo recientemente Andrés Fassi, la máxima autoridad de Talleres.
Pura espuma
El 16 de junio de 2001, Julio Mugnaini marcó el gol que le permitió a Belgrano ganar la reválida ante Quilmes y mantenerse en Primera División. El tanto del delantero riocuartense fue el tiro del final para las ilusiones del Cervecero, y también para el primer gerenciamiento del fútbol argentino.
Diecinueve días después de aquel partido, que se jugó en el Gigante de Alberdi, la firma ‘Desarrollo Futbolístico Argentino Sociedad Anónima’ abandonó prematuramente el club bonaerense, donde había desembarcado el 1° de abril de 2000, tras una votación de los socios quilmeños que, entre gallos y medianoche, habilitó la concesión del fútbol a una empresa.
Tres semanas atrás, la AFA había reglamentado el ‘Plan de recuperación mediante inversiones privadas en el fútbol profesional’, y fue el fondo de inversión Exxel Group quien dio el puntapié inicial.
El emporio liderado por Juan Navarro, empresario polirrubro que mantuvo un estrecho vínculo con el tristemente célebre Alfredo Yabrán, entró a la cancha con la promesa de invertir 5 millones de dólares (el 0,1% de lo que pagó por la compra de 73 empresas en los ‘90) y un contrato por 10 años para disponer de los bienes del club y quedarse con el 40% de los pases de todos los jugadores del plantel ‘cervecero’. “Que los hinchas se queden tranquilos. Garantizamos transparencia y trabajo. No hay forma de que al club le vaya mal”, dijo Gerardo León, una de las caras visibles del proyecto.
Bajo el paraguas de Exxel Group, Quilmes perdió tres finales consecutivas por el ascenso (ante Huracán, Los Andes y Banfield) y dos promociones frente a Belgrano. La lesión de Alejandro ‘Chori’ Domínguez, jugador franquicia del club, fue otra gota que ayudó a colmar el vaso. “Nos equivocamos. Pensamos que había intenciones de cambiar en serio, pero, luego de 14 meses, nos dimos cuenta de que ‘el Padrino’ Julio Grondona y los demás dirigentes siguen defendiendo a muerte este status quo», se quejó el susodicho al justificar el súbito cambio de planes. León camina hoy por la vereda del frente de los gerenciamientos, como director ejecutivo de la AFA.
Pelotazos en contra
A fines de 2000, mientras los ministros Domingo Cavallo y Patricia Bulrrich fogoneaban el ‘Proyecto de ley para reorganizar el fútbol argentino’, otro club estuvo a punto de seguir los pasos de Quilmes. La interesada, en este caso, fue la empresa suiza ISL, la misma que al año siguiente quebraría y dejaría a la FIFA patitas para arriba. En alusión a la movilización de hinchas que impidió el desembarco de capitales privados en el Nuevo Gasómetro, cada 30 de noviembre se celebra ‘El Día del Hincha de San Lorenzo’.
Antes de la experiencia de Exxel Group en Quilmes, la avanzada privatizadora registró dos antecedentes en el fútbol argentino. Entre enero de 1987 y junio de 1989, Excellens SA, empresa del exdirectivo de Boca Juniors Héctor Martínez Sosa, intentó utilizar a Defensa y Justicia como trampolín para llegar al club de sus amores. “Argentina es el campeón del mundo y no puede retener a sus jugadores”, declaraba, en clave mileísta, el marino devenido empresario. Más temprano que tarde, Héctor Martínez Sosa (padre del homónimo bróker de seguros investigado en la ‘Causa Seguros’) se marcharía de Florencio Varela, llevándose 26 jugadores para Atlanta.
En 1994 llegó el turno de Roberto Cruz, exdiputado menemista por el partido de La Matanza, quien compró al Deportivo Mandiyú de Corrientes por 2 millones de dólares y causó una revolución contratando a Maradona como DT y a Sergio Goycochea como arquero. Un año después, ya sin Diego en el banco (dirigió 12 partidos, incluido el 0-4 ante Belgrano como local), Mandiyú descendió y Cruz argumentó que el club no estaba preparado para jugar en la B Nacional. Sobrevinieron la desafiliación de la liga correntina, la disolución y la refundación como Club Textil Mandiyú.
Hecho un León
El 9 de julio de 2007 la televisión mostraba la nieve que caía en Córdoba y en gran parte del país, y los diarios anunciaban la llegada de nuevos refuerzos para el Talleres que gerenciaba el representante de jugadores y armador ‘K’ Carlos Granero, otrora asesor presidencial de Antonio Alegre en el ciclo previo al macrismo en Boca Juniors. Ezequiel Miralles, Sebastián Galíndez y Dante Pérez fueron los futbolistas que se sumaban a las filas albiazules. Los tres nombres habían compartido plantel en Ferro Carril Oeste y también figuraban juntos en el expediente de una causa por presunta estafa que involucraba a Gustavo Mascardi, el intermediario fetiche del momento, algo así como el Christian Bragarnik de los ‘90.
A través de una firma de su propiedad, ‘Gerenciar Sociedad de Fútbol’, Mascardi desembarcó en el club de Caballito en 2002, con un contrato de explotación por 27 años que le concedía innumerables derechos y escasísimas obligaciones. Dos años más tarde, una sentencia judicial le puso fin a su gerenciamiento, argumentando “la falta de transparencia del proceso licitatorio emprendido” por el juez comercial Rodolfo Herrera. Mascardi se fue con los jugadores a otra parte -Miralles, Galíndez y Pérez fueron traspasados sucesivamente a las firmas Eco Andina S.A. y Modine Internacional S.A.- y el magistrado fue destituido de su cargo.
Aunque no fue noticia en ningún lado, aquel mismo día de la nevada aterrizó en Ezeiza, procedente de México, un cordobés que en tierras aztecas había incursionado por los negocios de la madera, la construcción, la gastronomía, los medios y el fútbol, y también por la política. De su fallido acercamiento con el poder, a Carlos Ahumada Kurtz le quedó el apodo con el que aún se lo nombra en el país del norte, adonde semanas atrás fue extraditado por enésima vez: ‘El Señor de los Sobornos’.
En febrero de 2008, cuando Granero le vendió la mayoría accionaria de Ateliers SA, la empresa con la que se hizo cargo de Talleres -la traducción literal del nombre del club al francés remitía a una alianza nunca concretada con el Saint Etienne-, Ahumada Kurtz venía de pasar 1.131 días en prisión, condenado por blanqueo de capitales, fraudes y sobornos a políticos. Una rápida búsqueda en Google bastaba para encontrar su nombre asociado al tráfico de uranio o a ‘Los Caballeros Templarios’, un poderoso cartel que tuvo su base de operaciones en el estado de Michoacán. Nadie se escandalizó demasiado.
Diecinueve meses duraría su estadía en barrio Jardín, donde había sido recibido como un mecenas. En setiembre de 2009, Ahumada Kurtz se marchó dejando a Talleres más endeudado y en la tercera categoría del fútbol nacional. Un final calcado al de sus anteriores experiencias en Santos Laguna y León, club que lo ‘inspiró’ para la mutación del azul y blanco al verde esmeralda en la camiseta de la ‘T’. “El Güero”, como le decían en México antes de que le cambiaran el apelativo, repetiría la misma fórmula en sus posteriores pasos por San Luis, primero como gerenciador de Juventud Unida Universidad y luego como presidente de Sportivo Estudiantes. “Mis tres hijos me ayudaron a elegir a algunos de los jugadores para Talleres, cuando empezó mi gerenciamiento”, reconoció en su libro ‘Derecho de Réplica’. La referencia a la colaboración que recibió de sus tres retoños adolescentes en la tarea de scouting, habla por sí sola.
El tercer hombre
Tanto Granero como Ahumada se anticiparon a los movimientos del preparador físico Andrés Fassi, quien hacía rato venía impulsando la instrumentación del llamado ‘Modelo Pachuca’ para el club cordobés. Con el respaldo del club mejicano, donde trabajó durante 25 años y llegó a ser vicepresidente y accionista, Fassi buscó poner un pie en Talleres una vez consumada la quiebra del club, el Día de los Inocentes de 2004. Debió esperar una década para que la regulación institucional y la votación de los socios le permitieran catapultarse hacia el máximo cargo de la entidad, donde está a punto de cumplir 10 años ininterrumpidos de gestión. Ya lejos del Grupo Pachuca, Fassi alterna entre la presidencia de Talleres y la presidencia deportiva de otro club mexicano, el Fútbol Club Juárez.
En agosto de 2020, Fassi lideró un proyecto personal en Uruguay, donde se hizo cargo de la administración del ‘activo fútbol’ del Club Atenas de San Carlos, de la Segunda División, con la declamada intención de darle ‘un salto de calidad’ a la entidad de Maldonado. El vínculo, que había sido formalizado por 25 años, con opción a un cuarto de siglo más, culminó abruptamente. “El Club Atlético Atenas informa que el Grupo Fassi ha modificado su estructura de participación en el fútbol de Uruguay, y dentro de esta planificación hemos acordado nuevos esquemas de colaboración entre las partes”, se informó en enero de 2023. En el año y medio que duró el gerenciamiento, Atenas de San Carlos utilizó siete entrenadores diferentes y nunca pudo clasificar a la liguilla para jugar por el ascenso.
Telón lento e impiadoso
Cuando sorprendió declamando su pretensión de comprar a Belgrano, Ríos Seoane era investigado como presunto instigador del asesinato de Ignacio Torres, dirigente opositor a su conducción en Deportivo Español (por este hecho, fue detenido en 1996 luego de un fallido intento de fuga a Uruguay y finalmente resultó excarcelado y sobreseído por falta de mérito), y tenía un pie adentro del barrio Alberdi, donde era casi un desconocido.
Como dueño de Bieckert, ‘El Gallego’ se había hecho cargo de la Cervecería Córdoba, iniciando un proceso de desinversión que en 1997 terminaría llevando a la quiebra a la emblemática empresa que por entonces celebraba sus ochenta años de existencia. Casi en simultáneo, la AFA lo suspendió por tres años, por haber sido protagonista de un caso de incentivación (“Es cierto, ofrecí 40 mil dólares a los jugadores de Racing para que le ganaran a Huracán de Corrientes. Para mí, eso no está mal”).
“Tenía en la cabeza el desafío de lograr una nueva forma de administrar el fútbol”, afirmó Macri tras aquella rotunda negativa de los socios de Deportivo Español, que dejó trunca su primer intento privatizador.
Mucho antes de gobernar a los boquenses, a los porteños y a los argentinos, el actual líder del PRO apuntaló con algunos billetes la aventura del animador televisivo Marcelo Tinelli en el Badajoz de España. También estuvo muy cerca de Fernando Marín, el empresario y productor artístico que administró a Racing entre 2000 y 2006, y al que le cedió el manejo del programa ‘Fútbol para Todos’ en su etapa de mandatario nacional.
Marín fue la cara visible de Blanquiceleste SA, cuyos verdaderos dueños -según confirmó una investigación del periodista Gustavo Veiga, publicada en el diario Página/12- eran dos sociedades off-shore extranjeras: Elmtree Investment Company Limited y Bergo Anstalt, empresas respectivamente registradas en Islas Vírgenes Británicas y Liechtenstein, y flojas de papeles en los legajos de la Inspección General de Justicia (IGJ).
De aquellos días de 1993, en los que Macri vio naufragar aquel descabellado sueño del Atlético Mar del Plata, data esta perlita de archivo.
-Macri, ¿por qué quería comprar a Español, si es hincha de Boca?
-Los clubes chicos están en crisis y en realidad a mí me vinieron a buscar para que salvara a Deportivo Español. Es verdad, soy de Boca. Y fanático. Si pudiera, compraría a River y lo mandaría a la Primera C.
Gráfico: Al Toque
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