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Las tres reinas y el fútbol

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Las tres reinas y el fútbol.

Mariano Saravia

Periodista y especialista en Relaciones Internacionales.

El jueves 8 de setiembre murió Isabel II y ese fin de semana se suspendió el fútbol en Inglaterra. El comunicado oficial de la Premier League anunció: “A nosotros y a nuestros clubes nos gustaría rendir homenaje al servicio prolongado e inquebrantable de Su Majestad a nuestro país. Como nuestra monarca con más años de servicio, ha sido una inspiración y deja un legado increíble después de una vida de dedicación. Éste es un momento tremendamente triste no solo para la nación, sino también para los millones de personas en todo el mundo que la admiraban, y nos unimos a todos aquellos que lloran su fallecimiento”.

También se suspendió la liga escocesa, aunque con muchísimas críticas de los hinchas y una actitud especial del Celtic: no poner en las redes su escudo en gama de grises, sino mantener el verde y blanco que remite directamente a su origen irlandés, católico y antimonárquico.

Lo mismo sucedió con la liga de Irlanda del Norte y Gales, ante las críticas de la Asociación de Aficionados al fútbol de Inglaterra y Gales, que dijeron en un comunicado que era “una oportunidad perdida para que los seguidores del fútbol expresaran su respeto”.

O quizá la suspensión se debe al miedo de que los hinchas no expresen tanto respeto, como ocurrió en un partido de la Europa League del Shamrok Rovers de Dublín, donde su hinchada gritó durante varios minutos: “Lizzy’s in a box” (Isabel está en una caja).

El minuto de silencio de los futbolistas del Arsenal en su partido por la Europa League ante Zurich (Foto: REUTERS/Denis Balibouse)

Es que el fútbol es un espejo de la vida, ya se ha dicho muchas veces. De lo bueno y de lo malo que nos sucede. También de la bronca contra todo lo que Isabel representa: el capitalismo, el colonialismo, el imperialismo. ¿Y quién más que Irlanda ha sufrido esos tres fenómenos?

Capitalismo, colonialismo, imperialismo. Y para entenderlos, nos ayudarán las tres reinas. Quizás las tres más importantes de la historia de Inglaterra, más que los hombres, y eso que hay varios nombres emblemáticos: Guillermo el Conquistador (el normando que fundó la Inglaterra moderna), Enrique II (el que invade Irlanda), Juan Sin Tierra (el que tuvo que ceder la Carta Magna, primera constitución de la historia), Eduardo I (el que invade Escocia y Gales), Enrique V o Enrique VIII (el que rompe con el catolicismo). Pero estas tres reinas los superan, porque sus nombres están directamente vinculados al capitalismo, colonialismo e imperialismo moderno: Isabel, Victoria e Isabel II, la que acaba de morir.

Capitalismo. Este sistema se consolida justamente en Inglaterra entre los siglos 18 y 19, con la Revolución Industrial. Pero el origen de este fenómeno histórico hay que buscarlo en la segunda mitad del siglo 16, durante el reinado de la primera Isabel, la “Reina Virgen”, aquella hija de Enrique VIII y Ana Bolena, la bastarda que dio lugar a la ruptura con Roma y el invento del anglicanismo como religión nacional. Isabel fue la que invadió Irlanda con colonos británicos, empeorando el encono que ya venía desde la invasión inglesa a la isla verde, en el siglo XI. Y fue Isabel también la que potenció la piratería en el Caribe para arrebatarle lo que pudiera del saqueo al Imperio Español, por entonces dueño de los mares. Por algo, Carlos Marx nos dice que el capital llega chorreando barro y sangre, y esa es la acumulación originaria del capital. En la misma línea de Carlitos, nuestro gran Eduardo Galeano lo resumía así: “España tenía la vaca, pero Inglaterra se tomaba la leche”.

Isabel II estuvo en el trono de Inglaterra desde 1952 a 2022.

Colonialismo. Recién en el siglo XIX, el ya constituido Reino Unido (pero con la preeminencia de los ingleses) va a reemplazar en la geopolítica mundial al viejo y decrépito Imperio Español. Sobre todo, a partir de las independencias de nuestros países, España entra en una larga decadencia que va a culminar a fines de ese siglo con sus últimas colonias arrebatadas por Estados Unidos: Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Pero quien lo reemplaza es el Imperio Británico, sobre todo a partir de la Batalla de Trafalgar (1805) y luego de derrotar definitivamente a Napoleón en Waterloo (1815).

Los ingleses ya han descubierto para ese momento que puede llegar a ser igual o más redituable la dominación financiera, y el mejor ejemplo es la Argentina, a partir del empréstito Baring Brothers con el que Bernardino Rivadavia entrega el país como semicolonia británica. Esta política cipaya y entreguista sería potenciada en la segunda mitad del siglo XIX, a partir de Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento, Juárez Celman y con la Generación del ’80. Ya no es solamente quedar a expensas de los bancos ingleses y la timba financiera, sino también entregarles alegremente los ferrocarriles, las tierras, las estancias y los frigoríficos para el nuevo saqueo que se llama exportación de carnes.

Es justamente por esos años cuando surge en el mundo un juego que cambiaría definitivamente la historia: el fútbol. El 24 de octubre de 1857 se funda el primer club: el Sheffield Football Club, que hoy juega en la octava división de Inglaterra. No hay que confundir con el Sheffield United ni con el Sheffield Wednesday.

Sheffield FC: 161 años de historia

Y este juego empieza a expandirse por el mundo al mismo ritmo que el Imperio Británico de la “época victoriana”, marcado por la Reina Victoria y el segundo reinado más largo (desde 1837 hasta 1901, 63 años), sólo superado por la recientemente fallecida Isabel II.

Son las décadas en que el Imperio Británico llega a todo el mundo. Empieza a llevar presos e indeseables a sus colonias de Australia y Nueva Zelanda, consolida su dominio en la India y en Sudáfrica, abre el gran mercado chino a cañonazos con sus dos guerras del opio y juega fuerte en la geopolítica mundial disputándole el Asia Central a los zares rusos en lo que se llamó “El gran juego”.

Y en cualquier política colonialista es importante lo que se conoce como “soft power”, complementario al “hard power”. Es decir, al poder duro de los cañones, se suma el poder blando de la colonización cultural, y los ingleses son maestros en esto. Sus alumnos, los estadounidenses, aprendieron bien y usaron mucho este método, durante el siglo XX.

Así es que, junto con los ferrocarriles, a todo el mundo fue llegando esta nueva moda de andar pateando la pelotita. El caso de nuestro país es emblemático. El primero no sólo de Argentina, sino de toda Sudamérica, fue el Club Mercedes, fundado en 1875 y que hoy juega en la Primera D de AFA. El segundo fue el desaparecido Alumni (1884) y después vinieron Gimnasia y Esgrima La Plata y el Quilmes Atlético Club (ambos en 1887).

Gimnasia La Plata, uno de los clubes más antiguos de Argentina.

Pero ya en 1889 se funda el primer club de origen obrero, con base en el ferrocarril, Rosario Central. Y a partir de ahí, una larga tradición de clubes cuyo origen se entremezcla con las luchas propias de la época: el anarquismo, el sindicalismo, el socialismo. Ahí están Independiente, Chacarita, Colegiales, Argentinos Juniors (ex Mártires de Chicago), y tantos más.

O sea que ese soft power, ese juego elitista que exportaba el colonialismo inglés, se volvió en contra del mismo sistema y se volvió un juego rebelde, mestizo, impuro, sucio y combativo. Un estilo “maldito” que tendría su climax 100 años después un mediodía mejicano cuando el Diego hizo los dos goles mundialmente más recordados, justamente contra Inglaterra. Fue en el mundial de 1986.

Cuatro años antes, Argentina había abierto el Mundial de España perdiendo contra Bélgica 1 a 0 el 13 de junio. Un día después, las tropas de Mario Benjamín Menéndez y Leopoldo Fortunato Galtieri se rendían ante las de su Majestad.

Gracias a esa Guerra de Malvinas los argentinos nos libramos de la dictadura genocida, y los ingleses tuvieron que seguir sufriendo a Margaret Thatcher hasta el Mundial de Italia 90.

La Dama de Hierro había iniciado en 1979 un gobierno conservador y neoliberal, cerrando decenas de minas de carbón y dejando en la calle a decenas de miles de obreros, que protagonizaron las grandes huelgas de 1984 y 1985, tan bien reflejadas en las películas de Ken Loach y de otros directores (Riff Raff, Mi nombre es Joe, Soplando el viento, entre otras). Lo sufrió también el fútbol, y sobre todo los equipos del norte de Inglaterra, tan relacionados con los mineros: el Newcastle, el Leeds United y los dos clubes de Manchester.

Como suele suceder, el neoliberalismo, con sus medios de prensa, hicieron un gran trabajo en evitar que la bronca popular se encausara en luchas sociales y el fútbol estuvo ahí para ayudar. Toda esa frustración del hombre común se reflejó en la locura de los hooligans.

La vieja estrategia, tan conocida, de generar el problema para luego imponer el supuesto remedio que es parte del objetivo capitalista. Antes de irse, Margaret Thatcher dejó anudadito un regalito, la privatización total del fútbol con la creación de la Premier League, inaugurada en 1992 y que hizo que en estos años se controlara la violencia popular con una violencia simbólica mayor. Porque hoy a los estadios ingleses van sólo los ricos y las clases medias altas, y los clubes son del mejor postor, no importa si es un mafioso ruso o un jeque árabe. En el fondo, el capital no tiene nacionalidad, y el capitalismo financiero data también de la liberalización de las bolsas, impuesta por la propia Thatcher con la intención de hacer de Londres la capital mundial de la timba financiera.

Margaret Thatcher fue clave en la historia del fútbol británico actual. Durante su mandato cuando se gestó la reformulación de la liga inglesa

Imperialismo. Es la fase superior del capitalismo y del colonialismo, explicaba Lenin. Y es que, a partir de la Conferencia de Berlín, de 1885, Europa se repartió África como un queso. Trazaron fronteras en un mapa con regla y escuadra, dejando en una misma colonia a pueblos enemigos o separando a un mismo pueblo en dos colonias distintas. Los ingleses buscaban una continuidad territorial “desde El Cairo hasta El Cabo”, y casi lo logran. Y en toda esa primera mitad del siglo XX también el fútbol anidó en África, dando inicio a un estilo que aún hoy mezcla lo físico con lo vistoso.

Pero después de las dos guerras mundiales, los europeos no podían seguir mintiendo al mundo sobre su supuesta superioridad (racial, cultural, etc), que siempre ha sido la justificación del colonialismo y del imperialismo.

Apenas terminada la Segunda Guerra Mundial, que significó el hundimiento de la razón humana, se independizó la India en 1947 y siguió el proceso de descolonización de los países africanos. Las primeras fueron las colonias italianas y francesas. Las inglesas, en su gran mayoría se independizaron luego de la coronación de Isabel II en 1952. El primer país que rompió con la corona británica, en 1957, fue Ghana, que jugará el mundial en el grupo H junto a Uruguay, Portugal y Corea del Sur.

En la década de 1960 vendría el grueso de las independencias de las colonias británicas: Nigeria, Sierra Leona, Uganda, Kenia, Malaui, Zambia, Gambia, Lesoto, Botsuana, Zimbabue, entre otras.

Los ingleses no cometieron las atrocidades que cometieron por ejemplo los franceses en Argelia. Ni esperaron tanto como los portugueses, que sacaron las garras de sus colonias recién en los ’70. Pero apareció en todo su esplendor el imperialismo, que es la fase superior del colonialismo y del capitalismo, no olvidemos. Y ahí atrás, estuvo siempre Isabel II, que en sus 70 años de reinado vio pasar a 15 primeros ministros y 17 mundiales de fútbol. Y si el de este año se hubiera disputado como siempre en junio y julio, hubieran sido 18.

Inglaterra no jugó los primeros tres mundiales (1930, 1934 y 1938) por estar peleada con la FIFA. Pero a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial se allanaron los problemas y participó de la reanudación de la competencia a partir de Brasil 1950.

Una sola vez pudo ver a su Inglaterra campeona del mundo, y fue justo en el mundial organizado en casa. Fue el mismo campeonato en el que se instala definitivamente la rivalidad con Argentina, a partir de aquel partido de cuartos de final del 23 de julio en Wembley. Ese fue el famoso partido en el que el árbitro alemán expulsó a Antonio Rattín. Tantas fueron las discusiones, en las que el capitán argentino simulaba no entender, que de ahí surgió el sistema de tarjetas amarillas y rojas. Al salir del campo, Rattín estrujó el banderín británico del córner y luego se sentó en la alfombra roja de la reina Isabel II. Inglaterra ganó finalmente uno a cero su técnico Alf Ramsey declaró que los argentinos habían jugado “como animales”. Luego Inglaterra sería campeona con aquella gran selección de Bobby Charlton y Geoff Hurst, para que Isabel II le de la copa en la mano al capitán Bobby Moore.

En la historia de los mundiales, solo una vez Inglaterra protagonizó un duelo con sus vecinos colonizados. Fue contra Irlanda en Cagliari, capital de la isla de Cerdeña, el 11 de junio de 1990. Ganaba Inglaterra casi desde el inicio gracias a su goleador Gary Lineker y a los 73 minutos el recordado Turco Osvaldo Wehbe se quedó sin garganta relatando el empate irlandés: “Apareció ese ladrón de balones llamado Kevin Sheedy y se cayó la estantería de Inglaterra”. Fue el partido en que Lineker se cagó. Y no es una chicana tribunera, sino la real realidad. Lo confesó tiempo después el propio goleador en una entrevista con la BBC. “Estaba mal en el entretiempo. Hubo un ataque por la banda izquierda, yo intenté sobrepasar a un rival, me estiré y me relajé. Tuve la fortuna que había llovido la noche anterior, lo que me permitió hacer algo con eso, pero estaba sucio. Seguro que nunca antes había tenido tanto espacio en un partido como después de eso”, dijo entre risas.

En este mundial que se avecina a pasos agigantados habrá otro de estos choques con morbo: Inglaterra contra Gales. Será el martes 29 de noviembre. Pero ya Isabel II no podrá verlo, desde su tele del Palacio de Buckingham.

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