Encontranos

Lionel Scaloni, de mendigo a príncipe

Por Guillermo Tagliaferri*

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En su extensa colección de frases ingeniosas, Héctor Bambino Veira expresó que “los directores técnicos estamos sentados en una silla eléctrica”. Y esa metáfora sube al máximo el voltaje en el caso de una Selección nacional. Y ni hablar, si se trata de la silla de la Selección Argentina…

A Lionel Scaloni, santafesino de Pujato, le tocó sentarse en esa silla, tan gratificante o tan irritante de acuerdo a si la pelota entra o no en el arco rival. Y luego de capear una tormenta con nubarrones de críticas, terminó viendo brillar el sol.

El entrenador, de 43 años, no era el peor del mundo cuando Argentina no ganaba o el rendimiento no conformaba, ni es el mejor ahora que es campeón. Demostró virtudes, y también defectos; es joven y este logro en territorio brasilero puede significarle un gran impulso a futuro.

Quizás no tener un cartel rutilante generó dudas en muchos. O no portar un currículum poderoso como técnico. Sobreviviente del cuerpo técnico de Jorge Sampaoli, tuvo su bautismo dirigiendo al Sub 20 y dando la vuelta olímpica en el Torneo de L’Alcudia. Siguió con la mayor: amistosos, eliminatorias y ahora esta consagratoria Copa América.

Una decisión como conductor de grupo que no cayó bien para los amantes de los códigos futboleros fue marginar de un plumazo –incinerar, en criollo-, de la lista que viajó a Brasil a Juan Foyth, después de dos gruesos errores defensivos.

Pero también, en referencia al aspecto humano, supo formar un grupo fuerte, unido, solidario, comprometido. Un vestuario sano y enfocado en el objetivo. Y consiguió contagiarle a Lionel Messi una sensación de felicidad e identificación como pocas veces demostró vestido de celeste y blanco.

Otro acierto fueron las convocatorias, hizo el recambio sin polémicas. Patentizó grandes aciertos, demostrando su conocimiento de las ligas europeas, citando a futbolistas que pocos tenían en mente y que mostraron su capacidad en Brasilia, Cuiabá y Rio de Janeiro: Emiliano Martínez, Cristian Romero, Guido Rodríguez y Nicolás González.

Los altibajos de la Selección en esta Copa América, con altos picos y bruscos descensos, alimentaron la hoguera de los cuestionamientos a Scaloni. También los continuos cambios de nombres. El ex volante de Newell’s, Estudiantes, La Coruña -donde alcanzó su mejor rendimiento, adornado con 4 titulos (1 Liga de España, 1 Copa del Rey y 2 Supercopas de España)-, West Ham United, Racing de Santander, Lazio, Mallorca y Atalanta– se mantuvo firme en sus ideas tácticas, su plan de trabajo y sus  formaciones.

Y mal no lo fue: levantó por tercera vez una Copa representando a Argentina. Además del certamen internacional del L´Alcudia, la anterior había sido vestido de futbolista en el Mundial Sub 20 de Malasia 1997 en aquel distinguido equipo de José Pekerman.

El fútbol es implacable, sobre todo con los entrenadores de la Selección. Si hasta, en su momento, fueron criticados, y con saña, César Menotti y Carlos Bilardo, los únicos técnicos que gratificaron a Argentina a un título mundial de mayores. El hincha es pasional y se puede permitir esta licencia, lo grave es cuando formadores de opinión, por convicción o por interés, operan en contra (o a favor) de un técnico.

Imitando el argumento de la obra literaria de Mark Twain, Lionel Scaloni pasó de mendigo a príncipe. Y algo más:  manejando la Scaloneta se calzó la corona de rey.  Ahora seguirán las eliminatorias y luego Qatar 2022. Y Scaloni, al fin y al cabo, así es el fútbol, seguirá sentado en la silla eléctrica, aunque por estos días nadie podrá bajar la palanca.

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