Fútbol
Lo único que no se pueden tocar son los hinchas
Gustavo Grazioli
Periodista.
Lo que se plantea son dos modelos de club: uno identificado netamente con la tradición,
la historia y lo social, el otro, se podría decir, ajustado a destinos empresariales y fines
de plataforma política. En la disputa se encuentran Juan Román Riquelme,
vicepresidente de Boca Juniors (ahora candidato por la lista oficial) y Andrés Ibarra,
economista que lidera la lista opositora y brazo fuerte de Mauricio Macri, ex mandatario
Xeneixe y de La Nación.
Las elecciones para decidir el destino de este club en principio iban a ser el sábado 2 de
diciembre, después se movieron para el domingo 3 y ahora no está claro si se van a
llevar a cabo. La mayor polémica se desató el martes pasado cuando Alejandra
Abrevaya, magistrada a cargo del Juzgado Civil N° 11, dio lugar a una presentación
realizada por parte de la oposición, donde se denunciaban irregularidades en el padrón
electoral: los famosos 13.000 socios que pasaron de adherentes a activos. A partir de
ahí, todo se puso en suspenso.
“Decretar la suspensión del acto de elecciones de autoridades de la Asociación Civil
Club Atlético Boca Juniors a celebrase el próximo día 2 o 3 de diciembre de 2023 y ello
hasta tanto se defina en su caso judicialmente la situación de irregularidades detectadas
prima facie del padrón”, dice parte del comunicado del juzgado N° 11 que determinó
que el acto electoral no se iba a llevar adelante.
El momento causó gran indignación en el fútbol y se hicieron eco propios y ajenos. Ese
mismo martes, Riquelme dio una conferencia de prensa y la gente se acercó a la puerta
del estadio para mostrarle su apoyo. “La mafia tiene miedo”, la vedette de las banderas
que se vieron flamear en la calle Brandsen 805. “Aunque Macri no quiera vamos a
votar, todos juntos, de la mano de Román”, fue el cantico que más resonó, mientras el
ex 10 de Boca, con tono pasional, decía que su mamá “la María” le pidió que siga
adelante. “Lo único que no se pueden tocar son los hinchas. Les quieren sacar el
corazón. Quieren llevar al estadio a una cuadra. Si se va, perdemos la historia. A esta
gente no le interesa nuestro club».
En esta controversia con intereses de un lado y del otro, lo que hay que puntualizar son
las pretensiones de los candidatos. Si permanece Riquelme, lo que se presume es que las
reglas van a seguir el camino de un club de fútbol y la voz de los socios continuará
como una especie de centinela de la pasión y lo popular. En cambio, de la vereda
opuesta, lo que suena con entusiasmo son sociedades anónimas y abultadas billeteras
que no reparan en la historia, más bien en rentabilidades que permitan que la ruleta del
espectáculo siga girando.
“Estos señores cuando vuelvan van a privatizar el club, se lo dan a los tres amigos que
tienen por allá y no se vota nunca pero nunca más”, fue otro de los textuales de
Riquelme que más resonó esta semana. «La posibilidad legal e institucional de que los
clubes abandonen su carácter de sociedades civiles para convertirse en empresas con
dueños accionarios, implica la reconfiguración total de todas las dimensiones que hasta
aquí hemos desplegado: su carácter de capital social y de sociabilidad cívica y
comunitaria, sus actividades deportivas, sociales y culturales, sus bienes mobiliarios y
simbólicos, sus relaciones con el entramado urbano y con el Estado. Más allá, y al
mismo tiempo, de lo que podría ocurrir en el propio campo del fútbol en términos de
paridades, recursos y méritos. Todo ello está en juego y no es poco», dicen Rodrigo
Daskal y Verónica Moreira en su libro Clubes argentinos. Debates sobre un modelo,
imprescindible para estos tiempos.
Sin fechas claras – ahora se habla del 17 de diciembre – el destino de Boca está en
veremos. Mientras tanto, los días pasan y a la actual gestión se le vence su mandato y la
palabra “intervención” comienza a tomar más protagonismo. Quienes esperan son Ibarra
y Macri que tientan a las audiencias con el proyecto de “Bombonera 360°” y un listado
de acciones que presumen una “modernización” no apta para todo público. “Los
estadios se están convirtiendo en lugares de reunión para ejecutivos y gente de
capacidad adquisitiva alta. Comienza a segregarse a los aficionados. Se le está
impidiendo participar de aquello que ellos mismos crearon a principios del siglo pasado.
Los estadios están repletos de palcos VIP para ejecutivos y grandes corporaciones”,
decía Santiago Segura, periodista español de larga trayectoria como jefe de deportes de
El País, a la revista JotDown.
Un ex jugador de fútbol da pelea frente a los poderes que manejan los destinos políticos
de un país y parece no temerle a quienes están del otro lado. Quizás, sin pretenderlo, sea
el último bastión que arrime hacia el lado de lo que se conoce como “pueblo”. “No lo
dejen solo a Román”, pide Pablo Ladaga desde su canal de You Tube, La verdad San
Telmo. “Los futbolistas tienen que entender que es, tal vez, la última acción
revolucionaria de un jugador de fútbol ante el poder…es la bandera de plantarse, de
defender lo propio. No lo dejen solo”. Veremos que pasa.
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