Media Distancia

Los debates que se abren tras una nueva denuncia en Boca Juniors

Publicado

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Ayelén Pujol

Periodista.

La denuncia por abuso sexual sobre Jorge Martínez, entrenador del equipo femenino de Boca, presentada por una trabajadora del club ocupó las noticias deportivas de los últimos días en una entidad que ya había protagonizado las primeras planas por denuncias por motivos de género, pero que sin embargo mostró, ante un nuevo caso, la falta de recursos para abordar una problemática cada vez más común en el fútbol argentino y en las instituciones deportivas de nuestro país.

La palabra “escándalo” apareció en algunos medios que espectacularizaron un hecho que está en las antípodas de ser un alboroto. Los medios invitan a hacer un ejercicio interesante para observar dónde se cargan las tintas y se buscan responsabilidades cuando la realidad obliga a dejar de mirar la pelota sino a analizar el deporte más allá del juego. Ahí, entonces, aparecen algunas complejidades. Entre ellas, debates que las propias socias e hinchas integrantes de los distintos clubes sostienen en base a su experiencia cotidiana puertas adentro. Hay una pregunta que se les impone en este contexto: ¿cómo modificar la realidad de los clubes cuando muchas veces quienes los conducen tienen la última palabra?

Para empezar por el principio hay que destacar que, pese a los cuestionamientos, la creación de los protocolos sigue siendo un paso adelante en la historia de la vida social de los clubes en nuestro país: jamás hasta aquí había existido una regulación frente a las violencias; una invitación a reflexionar, una propuesta seria para transformar las lógicas machistas y patriarcales que todavía siguen lastimando.

Como afirma la Licenciada en Sociología y Doctora en Ciencias Sociales Julia Hang, hoy se discute algo que hasta hace años parecía impensado: qué deben hacer las instituciones cuando sus ídolos son acusados de ejercer violencia hacia las mujeres.

Sin embargo y teniendo en cuenta el camino recorrido desde la existencia de estos protocolos como regla de convivencia, hay contadas muestras de que en general los espacios de género tienen limitaciones para su ejecución.

“Hace tiempo que desde los espacios feministas señalamos con preocupación que las áreas de género quedan reducidas a una cuestión testimonial, con las compañeras que están ahí adentro pasándola muy mal”, dice Mónica Santino, directora técnica de La Nuestra Fútbol Feminista y referenta en temas de deporte y género.

Como integrante de la Coordinadora Sin Fronteras de Fútbol Feminista, que agrupa a hinchas, socias y dirigentas de distintos clubes, explica que las mujeres que trabajan en áreas de género muchas veces son víctimas de violencia permanente “por las formas en que se lleva la política de los clubes”.

Pensar la idea resulta un oxímoron: que una integrante del área de género tenga que denunciar a un dirigente. ¿Y si ocurriera? ¿Quién tiene el poder real a la hora de tomar decisiones? ¿Y quién lo tiene en el caso de recibir la sugerencia de una forma de actuar propuesta por un área de género?

En este sentido, Maia Moreira, titular del departamento de género de Lanús e integrante de la Comisión Directiva, marca la diferencia: “El protocolo es un marco normativo, pero se pone en práctica sólo si existe la decisión política de hacerlo. Y ahí aparece un límite a la implementación”.

“La conformación de las comisiones directivas tiene a su vez una mesa chica que funciona en paralelo y en esa mesa chica, en su inmensa mayoría, son todos varones -dice-. Existe entonces la disputa entre un poder formal, como el mío con mi cargo, y un poder real, que es el de tomar una decisión concreta o que se ejecute lo que el área sugiere”.

En días en los que se habla de inacción o en los que el periodismo mainstream recuerda que las áreas existen y tienen voz, las integrantes tejen redes para pensar estrategias frente a las acusaciones de inacción de algunos medios. Son tiempos en los que aparece con frecuencia el dedo acusador en busca de culpables. ¿Y los periodistas están capacitados para cubrir los casos de violencia por motivos de género? Algo es cierto: es evidente que estos espacios en los clubes se convirtieron en actores políticos que como tales disputan poder, como escribió Hang.

“Para mí la forma de modificar la toma de decisiones entre varones y mesas chicas sería un la existencia de un cupo. Cuando la vista cae sobre el no accionar en estos casos no cae como ‘la institución no está haciendo nada’; se lee o se escucha que ‘el departamento de género no funciona o tal mina que está en el departamento no hace nada’”, reflexiona Moreira. Y agrega: “En tanto y en cuanto no lleguemos a ocupar cargos de decisión real, a disputar ese poder, no vamos a poder transformar realmente esa matriz institucionalizada”.

Moreira dice que la gran pregunta que tienen que hacerse los y las socias, los y las hinchas, los y las dirigentas es qué clubes queremos. Y Mónica Santino habla de una gobernanza feminista como horizonte para las instituciones deportivas libres de violencia.

Hang, por su parte, afirma que las respuestas a la problemática de la violencia de género en el fútbol deben construirse desde el fútbol y no hacia él. Pero tienen que involucrar a todos los actores: dirigentes, entrenadores, hinchas, deportistas y sus familias, socios y socias, trabajadores y comisiones de género.

La denuncia contra Jorge Martínez pone sobre la mesa una vez más que la erradicación de la violencia no es una competencia sólo de las áreas de género o del trabajo de las mujeres e identidades diversas en los clubes. Como escribió Hang, “en este camino los varones tienen mucho que decir y aportar”.

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