Fútbol
Mundial de clubes, ¿o más bien de empresas?

Mariano Saravia
Periodista y especialista en Relaciones Internacionales.
El mundial de clubes concluyó su ronda clasificatoria el jueves 26 de junio, para dar paso a la etapa definitoria de eliminación directa mano a mano, desde octavos hasta la gran final del domingo 13 de julio. Este formato nuevo con 32 equipos de las 6 confederaciones empezó el sábado 14 de junio, y hasta ahora, deja mucha tela para cortar, en distintos planos de análisis.
Al imperio no se lo toca
Lo primero que quiero resaltar es mi sorpresa de que estemos en este punto de los “playoff” o “mata mata”, ya que a principios de la semana definitoria de la fase de grupos pensé que el campeonato se suspendería, junto con la participación de la selección anfitriona.
Es que el domingo 22, el presidente de Estados Unidos decidió bombardear Irán, sin ningún tipo de justificación, como sin justificación había comenzado la guerra una semana antes Israel, con ataques “preventivos”. Digo sin justificación porque el argumento de un programa para fabricar armas nucleares por parte de Teherán ha sido desmentido por propios y extraños, empezando por la mismísima directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard.

Recuerdo que el lunes 28 de febrero de 2022, la FIFA, conjuntamente con la UEFA, suspendieron a todos los equipos rusos, tanto selecciones como clubes, de cualquier competición europea o mundial. La justificación de una sanción tan grave fue la sindicada por Occidente como “invasión” de Ucrania, algo muy debatible. Pero lo que no se puede debatir ahora es que el ataque artero de Estados Unidos a Irán merecía una sanción igual o peor.
Eso no sucedió, el mundial de clubes sigue, los equipos estadounidenses siguieron su participación, y el año próximo seguramente se jugará el mundial de selecciones, con la participación del anfitrión, como si nada. Irán ya está clasificado para esa cita magna, pero quién puede saber si no lo suspenderán, demonizando a la víctima, o si la propia selección persa desistirá de pisar el suelo del país que le mató a más de 400 civiles, la mayoría mujeres y niños.
Fracaso
Para esa gente que ve todo a través del signo pesos (o dólar, o euro, da igual), se supone que los conceptos de éxito y fracaso están dados por la cantidad de público que va a la cancha, pero lo más común fue ver estadios semivacíos. Según datos oficiales de la propia organización, el promedio en la primera etapa fue de menos de 35 mil personas por partido. Si tenemos en cuenta que Talleres, jugando en el Kempes, tiene un promedio de 52 mil hinchas (River 83 mil en el Monumental), pareciera que lo del mundial de clubes está un poquitito inflado.

Un apartado para poder entender esta ausencia de público, y para entender también el enojo de la FIFA con el país anfitrión es tomar en cuenta la política de odio y xenofobia encarada por Donald Trump con las redadas y deportaciones masivas de inmigrantes. Teniendo en cuenta que, luego de décadas de intentarlo, el fútbol todavía no prende masivamente en el Estados Unidos WASP (White, anglo saxon and protestant), la esperanza para llenar estadios radica justamente en la enorme cantidad de trabajadores mejicanos, salvadoreños, guatemaltecos, hondureños, etcétera. Pero si esas personas tienen miedo de ir a trabajar o de mandar a sus hijos a la escuela, menos que menos se van a arriesgar a ir a una cancha de fútbol. El propio Infantino se lo hizo saber a Trump, pero ya era tarde para un giro de timón. Veremos cómo se maneja eso de cara al mundial de selecciones del año que viene.

En cuanto a este tema de asistencia a los estadios, Argentina marcó tendencia, primero por la cantidad de hinchas, tanto de Boca y de River, que, junto con los clubes brasileños fueron los que más cantidad de gente aportaron. Pero el fútbol argentino también marcó tendencia en relación a la banda sonora de este mundial de clubes. Fue una oportunidad para corroborar algo que ya se viene viendo, o, mejor dicho, escuchando en las canchas de México, Estados Unidos y hasta Europa: que las hinchadas cantan canciones de cancha argentinas. Pero el colmo fue escuchar a los hinchas del Urawa Red Diamonds entonando la melodía de la Marcha Radical, pero con letra en japonés.
Pues yo sigo impactado por la afición del Urawa. Ya me hice de los Red Diamonds pic.twitter.com/X75sZxzDMM
— Luis Torres (@yellow_201) June 23, 2025
Si nos centramos en los resultados positivos, el paso de River y Boca fue paupérrimo, como también en el juego, fue motivo de críticas no sólo en la Argentina, sino también afuera. El New York Times, en una editorial de su suplemento deportivo, trató de contextualizar este fracaso con la situación general del país: “Boca y River tienen una afición colosal, pero han sufrido económicamente debido a la crisis financiera que se extiende por Argentina. Sus ingresos, en particular los provenientes de patrocinios y marketing, son inferiores a los de los grandes clubes brasileños, que pueden permitirse fichar y pagar mejores jugadores”.
Sin darse por aludido, como si el fútbol fuera ajeno al resto de la situación en el país, el presidente Javier Milei aprovechó para embestir una vez más contra los clubes como asociaciones civiles en manos de los socios. En redes sociales, donde le gusta destilar su odio, Milei escribió: “Ni River ni Boca. Sin argentinos en el Mundial de Clubes. Brasil fue con 4 equipos, los 4 pasaron. ¿Hasta cuándo hay que señalar el fracaso del modelo Chiqui Tapia? Un campeonato endeble, de 30 equipos, sin competitividad, sin SAD, sin incentivos”.
Más que el fracaso del campeonato argentino, yo hablaría del fracaso de una receta económica que ya conocemos desde la época de Bernardino Rivadavia, cuando abrió la economía a la importación de mercancías que competían con las nuestras, y cuando inició el largo y vergonzoso camino de endeudar a la Patria con el empréstito Baring Brothers. Desde aquellos años de la década de 1820 hasta hoy, la derecha ha gobernado más del 75 por ciento del tiempo y sus políticas basadas en una supuesta “libertad de mercado” lo único que han traído es la destrucción del aparato productivo, del trabajo argentino, la desigualdad, la miseria, el hambre y el sufrimiento de las grandes mayorías. Eso también se refleja en el fútbol.
Qué curioso que a nivel selección sí nos vaya bien. En los mundiales de selecciones sí podemos competir de igual a igual, al punto tal que somos los actuales campeones del mundo y seguimos encabezando el ranking de la FIFA de selecciones. Porque materia prima hay, y porque muchos de esos pibes que son la materia prima, fueron formados en clubes, desde niños. Lo repito, fueron formados por clubes y no por ninguna empresa, y si no hubiera sido por los clubes, muchos de ellos quizá hubieran quedado en el camino, quién sabe en qué esquina tomando o aspirando qué cosa o dedicándose a qué ilícitos, lejos del fútbol.
En los mundiales de selecciones estamos a la altura del más pintado, pero en los mundiales de clubes, se nota cada vez más la desigualdad mundial que se puede ver en cualquier otro ámbito. Un “Primer Mundo” desarrollado, que vía colonialismo se lleva lo mejor de la periferia. El fútbol, cual fenómeno social, no puede estar ajeno a todo eso.
Dentro del “Primer Mundo”, dos modelos
Ahora bien, dentro de ese supuesto “Primer Mundo”, también hay grandes diferencias, y eso también se ve claramente para el que quiere ver algo más allá que lo obvio, en este mundial de clubes. Vamos por partes.
–Todavía hay clubes: entre los que pasaron la fase de grupos, están el Real Madrid, que junto con el Barcelona (que no jugó este mundial de clubes) siguen siendo en España clubes que pertenecen a sus socios. De igual manera, tres de los 4 brasileños son clubes de los socios: Flamengo, Fluminense y Palmeiras.

–Queda un solo club representante del viejo capitalismo fordista: la Juventus, que sigue siendo de la familia Agnelli, dueña de la FIAT y de un emporio de empresas.
–El modelo mixto, en el que hay un club, hay socios, pero también hay capital privado, en distintos porcentajes: ahí están el Bayer Munich (75 por ciento en manos de los socios) y el Borussia Dortmund (51 por ciento en manos de los socios), el Benfica (60 por ciento en manos de los socios).

–Totalmente privatizados: ahí están el Internazionale de Milán, que el año pasado pasó de un grupo chino a uno estadounidense, el Chelsea, que es claramente una empresa con fines de lucro, como también el Atlético de Madrid, el Rayados de Monterrey y el Botafogo de Río de Janeiro. Dentro de los clubes totalmente privatizados, un apartado especial merece el Salzburg, que es 100 por ciento propiedad de Red Bull, una empresa de bebidas energizantes que también maneja el Leipzig de Alemania, el New York de Estados Unidos y el Bragantino de Brasil. En todos estos casos, la empresa hasta cambió el nombre del club, escudo y color de las camisetas.
–Clubes de Estado: este sí que es un apartado muy especial, porque no sólo son clubes totalmente privatizados, sino que sus dueños no son empresas ni grupos inversores como los anteriores ejemplos, sino Estados. En el caso del Paris Saint Germain es Qatar, en el del Al Hilal de Arabia Saudita es la propia familia real de su país y en el caso del Manchester City es Abu Dhabi uno de los emiratos que conforman Emiratos Árabes Unidos.
Así las cosas, si en las últimas décadas hemos visto una guerra comercial de las marcas que visten a las selecciones para ver quién se queda con la copa de un campeonato paralelo al estrictamente deportivo, ahora veremos una competencia más descarnada aún para ver si el nuevo campeón del mundo es realmente un club o es una empresa.
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