Fútbol

¿No jugamos contra nadie?

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Mariano Saravia

Periodista y especialista en Relaciones Internacionales.

Estrenar el estatus de tricampeón del mundo no es poca cosa. Por eso tanta expectativa esta semana para ver a la Selección Argentina.

Podría haber sido con algunos partidos un poco más normales, pero bueno… es lo que hay: Panamá y Curazao. Dos países sudamericanos que juegan en la Concacaf (¿?). Dos países muy menores en el fútbol mundial.

Panamá jugó un solo mundial, el de Rusia 2018, y perdió sus tres partidos contra Túnez, Bélgica e Inglaterra. Curazao prácticamente no tiene historia reseñable a nivel internacional. Pero claro, la hinchada argentina (la mejor del mundo según los premios The Best) va a llenar los estadios de River y Santiago del Estero para ver a Messi, el Dibu y compañía. No importan los rivales.

Sin embargo, para los que vemos el fútbol también como herramienta cultural, sí importan los rivales. Y nos entusiasma poder escribir algo en esta columna que vaya más allá de los méritos o la falta de ellos de estas selecciones.

Por empezar, dijimos que son dos países de Sudamérica, y ese es un concepto no muy claro para el común de la gente. ¿Panamá es de Sudamérica? ¿Curazao no es una isla del Caribe?

Señoras y señores, pasen y vean…

El Corinto americano

Con el mapa físico de América colgado en la pared, la señorita Silvia marcaba con un puntero (cuando no había ni láser, ni filminas, ni powerpoint) el Istmo de Panamá y nos enseñaba que ese era el límite entre Sudamérica y Centroamérica.

Quedaba justo en el medio de un país alargadito que se extendía de Oeste a Este, arriba tenía el Caribe y abajo el Pacífico. Y justo por el Istmo pasaba el canal interoceánico. Eso en lo físico.

Pero históricamente Panamá siempre fue Sudamérica, por la simple razón de que siempre fue una provincia de Colombia. Antes, fue parte de la Gran Colombia, que en el proyecto bolivariano comprendía cuatro países actuales: Venezuela, Panamá, Colombia y Ecuador.

Es más, Simón Bolívar decía que Panamá era el Corinto americano, ese lugar donde tenían que confluir en una anfictionía todos los pueblos de la Patria Grande. Igual que todos los pueblos griegos confluían en Corinto.

Por eso organizó para 1826 el Congreso Anfictiónico de Panamá, con la intención de lograr la unión del continente. Congreso que fue un fracaso total, por la intervención diplomática de Washington que logró que algunos países llegaran tarde y otros ni llegaran, como la Argentina gobernada por Bernardino Rivadavia. Fue el fin del proyecto bolivariano.

Con el tiempo, Estados Unidos puso la mira en Panamá. El descubrimiento del oro en California desató una fiebre cargada de ambición, violencia y muerte. Estados Unidos ya le había robado la mitad del territorio a México, pero los viajes de una costa a la otra eran largos, peligrosos y caros. Por mar, tenían que dar toda la vuelta al continente por el Estrecho de Magallanes o el Cabo de Hornos.

La alternativa era un canal interoceánico en Centroamérica. Y el proyecto original yanqui era por Nicaragua, pero luego mutó a Panamá. Es que los franceses, envalentonados por el éxito en el Canal de Suez, lo intentaron en Panamá y les salió pésimo. Los obreros morían de a miles por la malaria, el cólera o simplemente el calor. Los movimientos de suelos fueron más caros de lo previsto y la compañía de Ferdinand de Lesseps se fundió. Entonces, Estados Unidos vio la veta.

Estaba en pleno proceso de transformarse en un imperio ultramarino: había ocupado el reino independiente de Hawai en 1893 y en 1899 se había quedado con las últimas colonias españolas: Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. Ahora iría por Panamá para construir el canal.

Compró las acciones de los franceses por chauchas y palitos, pero cuando quiso traspasar el contrato, exigió a Colombia sesión de soberanía a ambos lados del canal para custodiar de cerca sus intereses. ¿Quién podría decirle que no, si estaba en su “patio trasero”?

Pero el Congreso de Colombia dijo que no, porque su constitución prohibía ceder soberanía en su propio territorio. No fue un problema para los yanquis, que se inventaron un país. Les pagaron a unos mercenarios para que se sublevaran en una fecha determinada y mandaron cuatro barcos de guerra por las dudas. Finalmente, el 3 de noviembre de 1903, se formaba una junta de gobierno en Panamá que declaraba su independencia de Colombia. Y claro, entregaba a Estados Unidos la soberanía que reclamaba, para que hiciera de Panamá una gran base militar durante todo el siglo XX.

En 1912, cuando se inauguró el canal, el presidente de Estados Unidos, William Taft, dijo: “No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen, en tres puntos equidistantes, la extensión de nuestro territorio. Una en el Polo Norte, una en el Canal de Panamá, y otra en el Polo Sur. Todo el continente será nuestro, porque ya lo es moralmente”.

Y así fue en la práctica, Panamá tuvo clavada la bandera yanqui en el canal y el dólar como moneda corriente. Además, la Famosa Escuela de las Américas de Panamá fue el ominoso lugar donde el Pentágono instruía a militares de toda América Latina y les enseñaba a torturar y desaparecer personas.

Hasta que llegó un gobernante digno, Omar Torrijos, que en 1977 firmó con Jimmy Carter un tratado para que los yanquis devolvieran el canal, cosa que ocurrió en 1999. Pero antes de eso, faltaría una de las últimas fechorías. En 1989, Estados Unidos invadió Panamá con sus marines y dejó 3 mil muertos civiles, sobre todo en el popular barrio de El Chorrillo. La excusa: detener a Manuel Noriega, un dictador que había sido cómplice de la CIA en el narcotráfico, pero que para ese entonces había dejado de servirles.

En la película Invasión, del director Abner Benaim, la leyenda del boxeo Mano de Piedra Durán, cuenta: “Yo estaba de fiesta en un bar y mi mujer me fue a sacar. Cuando salí veía el cielo y pensaba qué bonitos fuegos. Pero me explicaron que era una invasión yanqui, y ahí quería ir a pelearlos con lo que hubiera a mano, con ametralladoras o con mis puños”.

El Canal Interoceánico volvió al país en 1999, pero hoy (24 años después), Panamá tiene 12 bases militares yanquis. Tenía razón Bolívar cuando decía: “Los Estados Unidos parecen destinados a sembrar calamidades en toda la América en nombre de la libertad”.

Y Panamá pasó de ser el Corinto americano, símbolo de unidad, a ser el símbolo de la desunión. Amputada de Colombia, hoy no es ni Sudamérica ni tampoco Centroamérica.

Una Sudamérica de judíos holandeses

¿Y Curazao? Esta selección que es de Sudamérica, pero juega en la Concacaf. Este país que es independiente, pero depende de Países Bajos. Que habla holandés, pero tiene un nombre en portugués… ¿Qué onda?

Es Sudamérica, está a 50 kilómetros de la costa venezolana, pero como otros países que también son sudamericanos (Aruba, República de Guyana, Surinam y Guayana Francesa), juega en la Concacaf, por una decisión política y deportiva, porque no tendrían chances en la Conmebol. Aunque eso es discutible, ya que el roce con los mejores en general ayuda a superarse. 

Era parte de las llamadas Antillas Holandesas y hoy, junto a Aruba y Sint Martin, es un país semi-independiente, que tiene su gobierno y su parlamento, su moneda (florín), pero las relaciones exteriores se siguen manejando desde Ámsterdam y su jefe de Estado es el rey Guillermo de Orange, marido de Máxima Zorreguieta.

Y el nombre se debe a que, en los inicios de la colonización, cuando españoles y portugueses se disputaban el continente, estos últimos vieron que muchos marineros con escorbuto se curaban. Seguramente porque comían muchas frutas. Entonces la bautizaron como la Isla de la Curación, curazao en portugués. Y le quedó el nombre.

Curazao está a 50 kilómetros de la costa venezolana, pero como otros países que también son sudamericanos (Aruba, República de Guyana, Surinam y Guayana Francesa), juega en la Concacaf.

Con el tiempo, llegaron los holandeses. ¿Cómo? De dos formas, pero para la misma época: principios del siglo 17.

Por un lado, Portugal y España habían expulsado a los judíos sefaradíes a fines del siglo 15. Los judíos españoles huyeron al norte de África y luego a Medio Oriente. Los judíos portugueses, principalmente a Holanda, que, a su vez, era una colonia española. Cuando Holanda se independizó de España, alrededor de 1580, ésta absorbió a Portugal durante 60 años (desde 1580 a 1640 aproximadamente).

Entonces, los holandeses como venganza contra España, ocuparon Curazao en 1621, y para abastecerse de alimentos, sal y madera. Expulsaron hacia Venezuela a los últimos españoles y originarios que quedaban. Y en la misma embestida, los holandeses también ocuparon parte del Brasil, que por propiedad transitiva era de España (era de Portugal, pero recordemos que Portugal había sido absorbida por España).

Entonces, aunque no lo creas, existió un Brasil holandés, con capital en Recife, que dominó hasta Olinda, Fortaleza, Natal y San Luis de Marañón. Pero en 1640 Portugal recuperó su autonomía y en 1654 recuperó el nordeste de Brasil. Así que esos judíos sefaradíes (de origen portugués, pero ya holandeses) que financiaban el cultivo de caña de azúcar empezaron a llegar a Curazao. Por eso hoy Curazao tiene tantas sinagogas, junto con una arquitectura típicamente holandesa en medio de playas paradisíacas.

Y por todo esto, cuando un pibe pinta bien para la pelota, inmediatamente se va a Holanda, y el fútbol de Curazao no puede despegar nunca.

Cuándo juega la Selección argentina

La Selección jugará dos amistosos en la próxima fecha FIFA. El primer encuentro será ante Panamá el 23 de marzo en el estadio Monumental. El segundo será el 28 de marzo en el Estadio Único Madre de Ciudades contra la Selección de Curazao.

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