Daniel Sempere tenía 11 años cuando tomó
con fuerza la mano de su padre. Era el verano de 1945. La Barcelona vieja, la
de los bohemios, aun no se despertaba, la envolvía esa bruma melancólica que
solo la dibuja el misterio. El padre de Daniel, el señor Sempere, decidió
llevarlo al cementerio de los Libros Olvidados. Un santuario en las entrañas de
la ciudad, donde millones de volúmenes están sepultados en cuidado de un
guardia paternal, que vivió siglos entre el polvo y el silencio.
Sempere padre e hijo, el cementerio y cientos de personajes son fruto de la imaginación de Carlos Ruiz Zafón, el autor de la Sombra del Viento, el libro que vendió más de 20 millones de ejemplares, y que, como nadie, describe lo que es la ciudad condal. Nació en Barcelona y vivió para escribirle a la ciudad. Cambió el paradigma, matizó la novela histórica y la comedia de costumbres, con un fondo irremediable de amor y tragedia y un trasfondo de los acontecimientos que galvanizan la vida de su gente, esa descripción es el murmullo que ante la desesperación aúlla y mirando la estatua de Messi dice: “Lo mejor de los corazones rotos es que pueden romperse de verdad solo una vez, lo demás son rasguños”.
Carlos Ruiz Zafón es el escritor de lengua española más leído después de Cervantes.
El cementerio de libros es el
resguardo de la identidad cultural, la protección ante lo profanado y por
profanar. Ruiz Zafón nos escribe con una belleza dolorosa y macabra. Con su
prosa, la atmosfera se llena de un aire mitológico, que pone a la ciudad como
principal escenario y como reflejo de la obsesión por describir descarnadamente
la esperanza, el amor, la angustia y el dolor. Despierta en Barcelona esa
ambigua sensación de parálisis y misterio. Las sensaciones que se vivieron el martes
25 de agosto cuando el burofax, formal y frio como la agonía, implosiónó en el
Camp Nou y todo Catalunya.
Cuando la obra de LaSombra del Viento era
solo un manojo de borradores, garabatos de un gótico fantástico, Editorial
Planeta entendió que podía ser un prodigio. Apostó y, en poco más de una
década, corrió junto al escritor, abrazado en un festejo de gol eterno. El
éxito fue tan grande que en 2003 llego a Alemania, en 2004 la gira de Planeta lo
llevo a Inglaterra. Stephen King, siempre vapuleado por ser un escritor
comercial, lo recibió diciendo que “si alguien
piensa que la novela gótica ha muerto, el desmiente y arrasa”. Le dio, sin
querer, un impulso a Barcelona. Ruiz Zafón mira a Lionel, lo ve consternado y
con un guiño cómplice le susurra: “que en
el momento que te detienes a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de
quererle para siempre”.
Cuando Daniel
Sempere conoce el cementerio de libros olvidados, debe cumplir con la liturgia
de elegir un ejemplar al azar. Allí encuentra un libro que le cambiará el rumbo
de su vida y lo arrastrará a un laberinto de intrigas y secretos enterrados en
el alma oscura de la parte vieja de su Barcelona natal.
El libro que el
niño se lleva es La Sombra del Viento,
escrito por Julián Carax. Mientras crece, interesado
en conocer más de este indescifrable autor, va investigando y descubre que
todas sus obras han sido misteriosamente quemadas por uno de los personajes del
libro. Josep Bartomeu y la directiva del Barsa emulan a los personajes de Carax:
destruyeron lo que encontraron en su camino. No supieron cómo tratar al ángel
viviente. Carax, cuando se equivocó en el trato a su prometida, en su acto de
contrición, afirmo que una de las grandes trampas de la estupidez es que no
hace falta comprender algo para sentirlo.
Le Fígaro catalogó
La Sombra del Viento como el mejor
libro del año, The New York Times señaló que “García Márquez, Umberto Eco y Jorge Luis Borges se funden en un mágico
y desbordante espectáculo, de inquietante perspicacia y definitivamente
maravilloso”. Como Messi. La bandera
de la distinción de un mundo que los recordará con llanto. Desde la Rambla, el
barrio Gótico, el Raval, el cementerio de Montjuïc, la iglesia de Santa María
del Mar, las mansiones de Pedralbes y el parque de Tibidabo.
Messi, por esas cosas de Barcelona, creció hasta el cielo. Ruiz Zafón, que solo traía experiencia en comics, es el escritor de lengua española más leído después de Cervantes.
Igual que el niño
Sempere, huérfano de madre, Messi se querrá arropar en afectos, en Manchester
le prometen nido caliente, en el Barsa, por sus pequeñeces y egoísmos, no
entendieron que el amor es un acto de fe y quien tenga poca fe, perderá la
posibilidad de recibir amor y volver a ser feliz. Cuando muere Sempere padre,
Daniel el hijo, reconoce que Barcelona no será la misma. “Las charlas de mi padre y sus amigos encendían la ciudad, la
electrificaban de una manera que el éxtasis es tan intenso que logra travestir
la risa y el llanto”. Nunca lo superó. Creyó que su padre viviría para siempre.
Lionel cuando llegó a los 13 años, comprendió que heredaba y replicaba esa
electricidad. Para todos, nada será igual.
Carlos Ruiz Zafón desembarcó
en la literatura con una timidez acomplejada, que él, disfrazaba con
discreción. Su fuerte estaba en sus libros, como el niño rosarino que solo
llegó a la mágica Barcelona en busca de un tratamiento para crecer. Como dijo
Sempere: “si has de buscar magia, has
hecho bien en venir, estais sobre tierra encantada”. Messi, por esas cosas
de Barcelona, creció hasta el cielo. Ruiz Zafón, que solo traía experiencia en
comics, es el escritor de lengua española más leído después de Cervantes. Los
recovecos condales dan a entender que aquí tiene su guarida la magia.
Julián Carax, en la Sombra del Viento, dice que las más desgarradoras imágenes del terror las depara el futuro con sus propios fantasmas. El 19 de junio de 2020, Ruiz Zafón moría de un cáncer de colon. Ese mismo día, Messi debía ejecutar la cláusula para salir del club. No lo hizo. Da lo mismo. Tiene decidido partir. Ese viernes fue gris. Llovió mucho. Ese día Barcelona comenzó a morir un poco.
* Leonardo
Gasseuy vive en San Francisco, Córdoba. Es empresario. Apasionado del deporte,
la geopolítica y la historia.