Atletismo
Sofía Sánchez, la campeona que se hizo fuerte en el fondo y ganó dos medallas en los Binacionales
La atleta riocuartense de 17 años brilló en sus primeros Juegos Binacionales Argentina–Chile, disputados en la región del Maule. Conquistó el oro en los 5000 metros y el bronce en los 1500, y habló en El Centro que Necesitás sobre sus inicios, su vínculo con el deporte y las decisiones que empiezan a aparecer en un momento clave de su vida.
Hay viajes que construyen recuerdos, pero también certezas. Sofía Sánchez regresó desde Chile con dos medallas colgadas y una convicción nueva: puede competir, resistir y ganar en escenarios que hasta hace poco parecían lejanos.
El resultado no fue casualidad. Fue su estreno en los Juegos Binacionales Argentina–Chile, disputados en la región del Maule, y lo hizo con un protagonismo indiscutible: oro en 5000 metros y bronce en 1500.
En los estudios de Al Toque Radio, durante su visita a El Centro que Necesitás, la joven de 17 años repasó con calma aquella experiencia que aún late fresca. “Era la primera vez que competía en Juegos Binacionales y fue una experiencia muy linda”, contó con una sonrisa tímida, todavía con la sensación de haber atravesado una puerta importante en su carrera. No tenía antecedentes en torneos internacionales, pero la clasificación llegó tras una campaña sólida: “Creo que veían el balance de todo el año, pero hubo una competencia clave: el Provincial U20. Si quedabas primera te llevaban. A mí me fue bien”.

La convivencia con otras delegaciones también fue parte del aprendizaje. Representó a Córdoba —como tantas atletas juveniles de la ciudad— y compartió espacio en el hotel con deportistas de disciplinas distintas. Ese detalle fue determinante para la dinámica del grupo. “En el hotel éramos todas chicas. Los varones estaban en otro. Eso ayudó mucho, porque nos abrimos más entre nosotras. Si hubiéramos estado todos mezclados, cada uno iba a estar con su grupo, y no hubiese sido lo mismo”, recordó. En ese entorno femenino, heterogéneo y con expectativas cruzadas, Sánchez se sintió acompañada, escuchada y parte de un equipo, una trinchera emocional difícil de imitar en competencias a nivel local.
En la pista, sin embargo, estuvo sola. La final de los 5000 metros —la prueba que ella siente como propia— la encontró soportando un desafío que no había previsto: el calor y una carrera sin rivales que marcaran ritmo. “No había mucha competencia. Éramos dos chicas adelante y las demás habían quedado atrás. Era difícil llevarlo, encima hacía calor y no se podía correr fuerte”, explicó. En ese contexto tuvo que tomar decisiones sobre la marcha: “Yo era la que tiraba y se hizo duro… pero lo vencí”. No logró mejorar su marca —ese era su objetivo secundario—, pero sí confirmó algo interno: sabe sostener el pulso cuando debe mover la carrera. El bronce en los 1500, una distancia que no la identifica, fue la consecuencia de su propia versatilidad competitiva. “En los 1500 sí noté otra exigencia, porque no es mi prueba. Pero igual fue muy lindo”, relató sin dramatismo, consciente de que el podio también cuenta historias.

La suya comenzó mucho antes de cruzar la cordillera. Nació en la pista de Río Cuarto como una invitación familiar. El deporte de fondo circulaba en casa: su papá corría desde chico y, como quien pasa un legado sin forzarlo, la acercó al entrenamiento con una naturalidad que la volvió parte de la rutina. “Un día estábamos en la pista y mi papá me decía que nos acerquemos a Claudio Jofré, mi entrenador. Yo tenía miedo, pensaba que no nos iba a aceptar”, recordó. Lo intentaron, y en 2020 empezó el vínculo formal con el atletismo… justo antes de la pandemia. Allí la disciplina encontró otro escenario. “Entrenábamos en casa, en el patio. Nos pasaban videos al grupo”, contó. Con el país detenido, la pista era de tierra, cemento y voluntad. Volvió después de un paréntesis de tres meses, ya convencida de que no era un pasatiempo temporal. “Ahí ya empecé a hacer pista. Me gusta mucho”, dijo, como quien reconoce una identidad.
Ese regreso —entre el aislamiento sanitario y la adolescencia— encontró un sostén esencial: “Nunca renegué por la pandemia porque siempre tuve el apoyo de mi familia. Mi papá me lleva, entrenamos juntos. Eso me ayuda mucho”. En esas distancias largas, más de resistencia que de explosión, descubrió su terreno natural. “Empecé con 2400, que me llevó a los Juegos Evita. Después fui al 5000 y al 3000. Todas distancias de fondo”, repasó. No hubo dudas ni sofisticación técnica: simplemente aprendió a correr largo, a sufrir cuando correspondía y a no negociar con el cansancio.
Recién llegada de Chile, no hubo vacaciones extendidas: la atleta volvió a entrenar el lunes siguiente a su regreso. Lo que queda del año tendrá un cierre simbólico y exigente. “Voy a cerrar el año con la Maratón de los Dos Años”, anticipó. Ya la corrió y sabe lo que significa. El año pasado fue quinta en la general y primera entre las riocuartenses, un resultado que demostró que el fondo no es una preferencia abstracta: es un rasgo competitivo. “Mi papá me acompañó en bici. Él ya no corre más”, compartió, con una mezcla de nostalgia y gratitud. Después, sí, tiempo de pretemporada. “Queda hacer la pretemporada y preparar el 2026. Creo que en marzo están los Provinciales Mayores. El primer objetivo va a ser clasificar al Nacional”, explicó, con la claridad de quien ya piensa en calendarios, no en sueños.

Pero hay un tramo de la vida que no se entrena. Uno en el que las decisiones se vuelven tan exigentes como una carrera con calor: ¿qué hacer después del colegio? Allí el atletismo no tiene una línea recta. “Terminé el colegio. Se me está haciendo difícil. Quiero estudiar, pero no me quiero salir del atletismo”, confesó, y la frase reveló lo que no siempre dicen los resultados: hay bifurcaciones personales que pesan más que un cronómetro. Cuando pensó qué quiere estudiar, no dudó: “Agronomía. No tiene nada que ver con el atletismo”. Lo dijo con una naturalidad que desarma cualquier intento de encasillarla: el deporte puede convivir con un camino académico sin que ninguno devore al otro. “Se me hace difícil tomar decisiones. Quiero hacer las dos cosas”, cerró, como si en ese deseo también hubiera una esperanza.
Sofía Sánchez no busca declaraciones espectaculares ni habla como alguien que cree haber llegado. Corre, se disciplina, escucha y vuelve a correr. A los 17, ya sabe que hay curvas que se doblan sola y otras que se encaran acompañada. En Chile, cuando la competencia no empujaba, decidió tirar del ritmo. Esa imagen la define mejor que cualquier pronóstico: cuando el entorno no alcanza, Sofía se mueve adelante. Lo difícil, como ella dice, también se vence.
Fotos: Al Toque / Gentileza Sofía Sánchez
Redacción Al Toque
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