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Tres cracks argentinos que usan el póker para dominar en el deporte

¿Qué tiene que ver el póker con el deporte? Muchos dirían que nada, pero se equivocan. Porque estos cracks usan las lecciones del juego de cartas cuando compiten.

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Foto Poker

Cuando el Kun Agüero sienta a un campeón del mundo de póker y le gana un mano a mano, algo te queda claro. Eso no es suerte.

Lejos de ser un simple pasatiempo, nuestros atletas ven en el poker online y presencial un campo de entrenamiento brutal. Ese es el lugar para afilar la concentración, la frialdad bajo presión y ese temple de acero que separa a los buenos de las leyendas.

Estos son tres cracks que llevan las habilidades que aprenden en el juego de cartas a resultados en la competencia.

Sergio «Kun» Agüero

El Kun es una leyenda. Y no solo por sus 427 goles o por ser el máximo artillero en la historia del Manchester City. Lo es por algo que ninguna estadística puede medir, que es su inteligencia táctica depredadora.

Cuando colgó los botines, esa mente no se apagó. El Kun simplemente encontró un nuevo coto de caza en las mesas de póker de altas apuestas.

Lejos de ser un capricho, el Kun se lo tomó en serio, compitiendo de igual a igual en torneos de élite y logrando cobros importantísimos, como esos más de 53 000 dólares que se llevó frente a un profesional de primer nivel.

La conexión la explicó él mismo con una simpleza que asusta. Cuando le preguntaron por el póker, tiró: «Lo veo como un juego más estratégico. Por dónde vas a atacar, cómo me defiendo. Es tratar de saber cómo ser agresivo y cómo ser defensivo».

Su «agresividad» para desmarcarse en el último instante es la misma agresión calculada para meter una apuesta que ahoga al rival. Su idea de «defender» las fichas es la misma habilidad que usaba para aguantar la pelota de espaldas con dos tipos encima.

Manu Ginóbili

Cuatro anillos de la NBA, un oro olímpico y un lugar sagrado en el Salón de la Fama apenas cuentan una parte de la historia. El verdadero legado de Manu Ginóbili no entra en una planilla de estadísticas. Se mide en neuronas, en esa capacidad sobrehumana para procesar el juego a otra velocidad.

Su impacto fue tan profundo que obligó a Gregg Popovich, quizás el técnico más estricto de la historia, a tirar sus manuales por la ventana solo para dejarlo crear.

Para entender cómo funciona esa cabeza, hay que escucharlo hablar de póker, una de sus pasiones. Manu dice que en el póker «la suerte es poca, depende mucho de cada uno». Esa frase lo define por completo. Porque él se dedicaba a resolver problemas complejos en una fracción de segundo, no simplemente a jugar básquet.

La jugada que lo inmortalizó no fue una de sus fintas endiabladas ni un triple desde otro planeta. Playoffs de 2017, serie igualada contra los Rockets, el reloj a punto de morir. Todos en el estadio sabían que la pelota iba a las manos de James Harden para buscar el triple ganador.

Pero solo uno leyó la jugada con la frialdad de un jugador profesional que ve venir la última carta del river. El bloqueo de Manu por la espalda fue pura telepatía, como cantarle el bluff al rival en la mano decisiva.

Fabián «Poroto» Cubero

A nadie le puede extrañar una foto de Fabián Cubero como invitado de lujo en un torneo nacional de truco. Ese juego de señas, mentiras y pura garra, muy parecido al póker, es un espejo perfecto de su carrera.

Si el Kun fue el estratega y Manu el genio impredecible, «Poroto» fue el grinder. Él fue el capitán de mesa que no necesitaba el ancho de espadas en cada mano para dominar el partido.

Su leyenda en Vélez, construida a lo largo de 633 batallas y siete títulos, se cocinó con la inteligencia táctica de alguien que sabe jugar con las cartas que le tocan.

En la cancha, su trabajo era leer la dinámica de la partida. Entendía perfecto cuándo había que bancar una mala racha, enfriar el juego para aguantar un resultado y cuándo era el momento justo de cantar el «quiero» para quebrar anímicamente al rival. En otras palabras, era el tipo que garantizaba que el plan se cumpliera.

¿Y su récord como el futbolista más expulsado del fútbol argentino? Lejos de ser una mancha en su legajo, es la prueba final de su mentalidad de jugador. Muchas de esas rojas no fueron un arrebato de locura, sino una gestión de riesgo brutalmente eficaz.

Esas rojas eran el sacrificio deliberado de una «ficha» para proteger el pozo más grande: evitar un gol cantado. Faltas tácticas, una apuesta calculada hasta el último centímetro.

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