Fútbol

Un grito colectivo: se necesita con suma urgencia dirigentes que quieran al fútbol femenino

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Ayelén Pujol

Periodista.

No todo es fiesta. Las jugadoras del Corinthians levantaron el trofeo por la obtención de la Copa Libertadores y un día después publicaron un video en las redes sociales en el que denunciaron destratos por parte de la Conmebol. «Cambio de sede de última hora, falta de publicidad, malas canchas, riesgo de lesiones, partidos cada tres días, estadios vacíos, falta de calefacción en el campo de juego, estructuras precarias. Esto es una falta de respeto inadmisible», dijeron, una a una, las pentacampeonas, mirando a cámara. La desigualdad se expuso mirando a los ojos a quien quisiera ver. La final contra Santa Fe había terminado 2 a 0 y sin embargo, apenas horas después, no se habló de fútbol. Los títulos de los portales mencionaban que las jugadoras habían alzado la voz.

Hay un hilo que parece unir algunos episodios, aunque los partidos se jueguen en lugares y geografías distintas, e incluso en tiempos históricos diferentes. Cuando España se consagró campeona del mundo en Australia-Nueva Zelanda, casi no pudo celebrar. En plena entrega de medallas, Luis Rubiales, por entonces presidente de la federación de ese país, le dio un beso sin consentimiento a Jenni Hermoso, una de las referentes del equipo.

No hizo falta que alguna futbolista lo denunciara: ya en las redes, en tiempo real, los y las usuarias empezaron a marcar la violencia con capturas de pantalla y mensajes que daban cuenta del acoso. La palabra de las protagonistas, de hecho, llegó después. España tampoco pudo hablar de fútbol.

El presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, besó en la boca a la jugadora Jenni Hermoso en la ceremonia de premiación del Mundial de Australia y Nueva Zelanda. Ese acto generó una oleada de consecuencias inagotables y un profundo debate político y social en España sobre consentimiento sexual, sexismo y abuso de poder.

Una vez elegida como mejor jugadora de Europa, Aitana Bonmati, ya consagrada como la mejor de esa Copa del Mundo, marcó la ausencia de palabras sobre su propio trabajo: el juego en sí, la pelotita en los pies, la superioridad sobre el resto. “Venimos de ganar el Mundial pero no se está hablando mucho de ello porque han pasado cosas que no me gustaría dejar pasar”, dijo. Y después siguió: “No pedimos, ni mucho menos, cobrar lo mismo que los hombres. Pedimos unas condiciones dignas”.

¿Cuándo será que las futbolistas pueden hablar del juego? ¿Acaso dar una vuelta olímpica -el tan elogiado éxito- tampoco alcanza? Cuando las Pioneras daban las primeras entrevistas las preguntas de los periodistas tampoco apuntaban al fútbol. “¿Y tu novio qué dice de que jugás a la pelota? ¿En tu casa lavás los platos? ¿Sos casada o soltera? ¿Te gustaría tener hijos?”, son los interrogantes que se leen en los archivos de revistas de la década del ‘60 y ‘70, aunque no haga falta viajar tanto en el tiempo para encontrar esos cuestionamientos.

El reclamo de Corinthians no es un caso aislado. La delantera Gabi Zanotti había manifestado su descontento. Mostró las malas condiciones de los micros en los que se desplazaban, con la tapicería de sillas y techos en malas condiciones. Ya consagradas, en el vestuario, una de las futbolistas mostró que recibió un premio roto que ni siquiera tenía la placa de campeón.

Corinthians se convirtió en el club brasileño que más veces ha ganado la Copa Libertadores, con 5 títulos de su equipo femenino y 1 del masculino.

Cuando Boca perdió en semifinales, la arquera Laurina Oliveros -figura del equipo en el torneo- se sumó a los reclamos por las malas condiciones que presentó la Libertadores. Tenía razón. Una tormenta que ocurrió durante la etapa de grupos dejó canchas inundadas, campos de juego intransitables. Se atrasaron partidos por una hora, pero se jugó igual. “Necesitamos un poco más de cariño a la competencia y al fútbol femenino, porque así no es la forma de crecer. Ojalá podamos equipararnos algún día con el masculino, y a la altura de poder disputar un torneo como corresponde”, dijo la 1 de Boca.

¿Eran previsibles estos desastres organizativos? Lo cierto es que el 2 de septiembre la CONMEBOL confirmó el cambio de sede de la Copa. En febrero había anunciado que iba a disputarse en Uruguay, pero a 35 días de su inicio la sede se mudó a Paraguay. Nacional fue uno de los equipos afectados: iba a participar del torneo por ser el segundo mejor clasificado del país anfitrión y se quedó afuera. Peñarol, el campeón uruguayo, tuvo que afrontar un viaje que no tenía previsto.
«No sólo pasó con el Corinthians sino con todos los deportistas, todos los clubes, todos los países. Queremos respeto para poder crecer juntos», expresaron en el video las futbolistas del Corinthians.

No hace falta salir de Argentina para encontrar estas violencias. A veces ni siquiera hay que caminar mucho más allá de la propia manzana donde una vive. En Río Cuarto se cumplieron diez años de la primera división y dos años de estructura de torneo para la categoría infanto juveniles. Pero las jugadoras cuentan que el fútbol masculino tiene la prioridad en cuanto a horarios y disponibilidad de canchas. Y estas son aristas que afectan el desarrollo del femenino.

Son las violencias más profundas pero a la vez menos visibles: cuando se planifica, cuando se organiza, ellas ocupan el lugar del fondo. El desván que nunca se ordena. ¿Por qué no arrancar en modificar esas decisiones que parecen detalles y no lo son? La transformación es desde ahí.

En Río Cuarto el torneo de primera arrancó la temporada con 15 equipos, hasta que Juventud Unida anunció su baja del campeonato. “Nosotras veníamos casi últimas en la tabla y en la fecha en que se produce el quiebre nos enfrentábamos a Granada, justamente el último. Ese partido se jugaba a las 11 de la mañana, a las 11 menos 10 los árbitros nos llaman diciéndonos que no tenían las planillas para poder firmar. Las fueron a buscar en otro lugar del club y tampoco estaban. Empezamos a llamar a personas que podían tenerlas, pero pasó mucho tiempo, Granada pidió los puntos y el partido se suspendió. Fue lo último de una acumulación de cosas que pasaron durante todo el año”, le contó Natalia Ulla, capitana de Juventud Unida, a Al Toque.

Cuando tenían que jugar como locales muchas veces cedían la localía porque, contaron las futbolistas, el club no les abría la cancha. “No hubo acompañamiento desde la dirigencia y mucho desinterés”, dijo Ulla.

Así, la Liga no termina de lograr un crecimiento en la cantidad de equipos, que disminuye desde la temporada 2019. Las jugadoras hablan de falta de recursos económicos, apoyo logístico, falta de apoyo de los directivos. La frase de Oliveros rebota cada vez más fuerte y parece hacerse un grito colectivo: se necesita con suma urgencia dirigentes que quieran al fútbol femenino.

Gráfico: Al Toque

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