Borges, que
detestaba la palabra uruguayo, decía que “el
Oriental era el hermano igual, una misma familia, del otro lado del río. Somos
tan parecidos los pueblos que Oriental –oro- y Argentina –plata- tienen un
destino tan semejante que los dos metales nos amalgaman, más allá de la
personalidades, semejantes y simétricas”.
Una de las primeras ideas de
unificación territorial la tuvo Sarmiento, cuando en la lontananza de su destierro
chileno, mientras escribía Facundo, pensó que unir a Montevideo y Buenos Aires
bajo el nombre de Argiropolis – Ciudad del Plata – y disponer la Isla Martín García
como capital. Algo absurdo que naturalmente quedó en la nada. Hubiera sido un
elemento más de hipercentralización. Solo basta imaginar una metrópolis
macrocefálica no con uno, si no con dos puertos.
Cuando en junio de este año el presidente
conservador Luis Lacalle Pou dijo que su país “tiene una gran vocación para recibir argentinos”. Coincidió con la
pandemia y ese tan sentir argentino -nunca probado- menos en democracia, de
considerar que lo de afuera es mejor para algunos de nosotros.
Lacalle Pou y Alberto Fernández. El presidente uruguayo impulsó a los empresarios argentinos para que vivan en su país.
Entendiendo que las razones de fondo
son las causas sociales y pandémicas, bien se entiende la diáspora de
argentinos a Uruguay. Lo incomprensible, más allá de la publicidad del caso, es
la realidad que marcan los números. En este momento en Uruguay hay 25.600
argentinos, mientras que los datos oficiales dicen que 136.500 uruguayos viven
en la Argentina. Quienes parten a Montevideo se justifican asegurando anomia de
Republica, cosas que en parte es verdad y en otras rotundamente no.
Cuál es verdadera motivación de la
publicidad de este nuevo colectivo argentino, que en un momento pidió que se vayan todos y hoy sugiere que lo
mejor es irnos todos. Qué genera ese patológico
inconformismo, que con necedad nos alienta a vivir huyendo. En el sentido práctico, por más que las
cuestiones ideológicas intenten justificarlo, no existe en realidad ningún punto
de contacto con la realidad que indique tal situación. Una cosa es hablar en
torno al exilio dorado de una elite social argentina, que desde hace más de un
siglo arma y desarma su nómade vida entre las capitales aristocráticas del
mundo y ahora Punta del Este y otra el colectivo social que sufre la pandemia
desde el llano y se aggiorna para superarla.
Una historia paralela de similitudes y concordancias como la uruguaya y la nuestra no se puede debilitar por operaciones de oportunistas y mentirosos. En medio de una pandemia que deja más de 46 millones de infectados y 1.5 millón de muertes en el mundo, una interminable cataratas de fake news presentan una realidad que no es tal. A mediados de julio el diario inglés The Guardian tituló “Los argentinos acuden en masa a Uruguay”, cuando la verdad indica otra cosa. Por más que se testifique las decisiones que toman exponentes empresarios, que lejos están de representar a la media de un país golpeado pero que no aceptan su derrota. Gustavo Grobocopatel, – en noviembre de 2016 cedió el control de la firma al grupo inversor Victoria Capital Partners que se quedó con el 76% del paquete accionario- renunció a la Presidencia de Los Grobo y anunció que se radica en Colonia por temas personales. “Mis afectos y mis sueños viven y seguirán viviendo junto a los de ustedes. Somos parte de una fantástica gesta a la que nos sumamos hace casi 40 años, ahora siento que mi lugar está en Uruguay”, dijo el otrora Rey de la Soja
Marcos Galperín, fundador de Mercado Libre, decidió volver a vivir en Uruguay.
Marcos Galperín,
fundador y CEO de Mercado Libre, también optó por volver a radicarse en
Uruguay. Había vivido en una mansión de Carrasco entre 2002 y 2015 – durante
los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner- y había regresado tras la asunción
de Macri. En febrero, antes de la
pandemia, decidió renunciar a su cargo en la empresa y retornar a Montevideo.
Galperín, que es
uno de los empresarios más rico de la argentina, – U$S 5.100 millones de patrimonio- cuya
empresa de mercado electrónico Mercado Libre ofrece más 212 millones de
productos y también copó el mercado financiero virtual con Mercado Pago, la
aplicación que a través de un código QR mediante los teléfonos móviles permitieron
hacer transacciones por 5.900 millones de dólares, expresó a través de sus
voceros que “se hartó de la idiosincrasia
del argentino. Se
cansó del manoseo. No quiere saber nada más con el país”. Al
igual que Gustavo Grobocopatel, Marcos Galperín reclama como pilares de gestión
política a los gobiernos de turno, un severo ajuste fiscal, acuerdo permanente
con el FMI y la necesidad de una reforma laboral.
La sola iniciativa de personas
exitosas en el mundo de los negocios no es la idea de un colectivo social
compacto, que comparece con otras formas y otras actitudes. A la realidad legitima, más allá de las
avanzadas individuales de millonarios que van y vienen de nuestro suelo, lo
circunda un país que aún debilitado se aferra a entender que las soluciones son
endógenas y enteramente posibles.
Uruguay, ante todo y sin dudas, es
una gemelización mejorada del alma del
mejor argentino. La sencillez oriental se nota en los gestos de respeto. La
calidez y el lugar que se le prodiga a los adultos mayores. Con hechos
concretos y en el máximo nivel. Hace poco tiempo, en Uruguay los dos máximos exponentes de poder
que tienen los países sudamericanos, que son el Presidente de la Republica y el DT de la Selección, lo ocupaban
señores cercanos a los 80 años, reverenciados por el respeto que el
uruguayo le prodiga a la ancianidad.
La fuerza creativa de los dos pueblos puede superar una época y es mala idea elegir primero una orilla y luego otra, para huir y gritar los descontentos. Los instigadores al desbande responden a intereses oscuros e individualistas, que nomenclan su visión como los antiguos unitarios. Agárrate Catalina la murga uruguaya más popular, bastión cultural del uruguayo de a pie, grita que “al fin al cabo los que sufren son tantos como los que no se resignan, hagamos un solo grito de un lado y el otro del río, todos juntos, porque nadie tiene más fuerza que nosotros, los que venimos del basurero que el sistema dejó al costado” .
* Leonardo Gasseuy vive en San Francisco, Córdoba. Es empresario. Apasionado del deporte, la geopolítica y la historia.