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10 AÑOS EN 10 FOTOS | “Zeta”, “De” y sus cordones llenos de lágrimas

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Se cumplen 10 años de fútbol femenino en la Liga Regional de Río Cuarto.
El puntapié inicial fue en el 2014 y hay mucha historia por repasar. Pasaron torneos, equipos, jugadoras durante estos 10 años. Hay un montón de estadísticas, de datos curiosos que merecen, y tendrán, su lugar. Pero esta sección buscará ir a las imágenes.
Vamos a elegir 10 fotos. No por importancia de los momentos que se hayan registrado, si no por su belleza, por el impacto de la imagen como imagen, y los mundos que se abren cuando uno las observa. Y a partir de esas fotos surgirán 10 textos. Puede ser un ejercicio de escritura, puede ser un capricho, puede ser un modo de hablar de ciertas cosas, puede haber realidad, puede haber ficción, puede haber imaginación.
Puede haber lo que queramos que haya.

VI | “Zeta”, “De” y sus cordones llenos de lágrimas

Me puse a pensar cuantos botines habrán pasado en estos diez años. Y como ando prefiriendo más la ficción que la realidad, escribí un cuento…

Sonó el despertador y ellos, los botines, ya estaban listos. Era domingo y se jugaban las semifinales del campeonato. Ella la noche anterior ya había dejado todo más o menos preparado, le gustaba ese ritual. La ropa del club lista, las medias, las canilleras, y varias cositas que necesitaba llevar en el bolso. Por supuesto que la parte más importante del ritual era con los botines. Limpiarlos, ponerles talco, dejarlos descansar un poco después de los entrenamientos de la semana, intentar que queden como nuevos para ir al gran día, el día de partido.

Y ese domingo era muy especial, era a todo o nada. El equipo que ganaba pasaba a la final; el que perdía, se despedía del torneo. Los botines se habían preparado para la ocasión. Durante la noche el zurdo le había hablado al derecho, sabía que él era el más baqueteado entonces quería darle energía. El botín zurdo la verdad que le tenía un poco de envidia sana, quería también encontrarse más con la hermosa pelota. Le encantaban los entrenamientos que ella se ponía a practicar con su pierna izquierda… pases con el borde interno, remates. Pero bueno, sabía que él debía estar listo para los momentos que tocaran, aunque fuesen pocos, y que igual cumplía un rol más que importante el resto del tiempo, siendo el firme pie de apoyo. Por eso siempre pensaba, “tengo que estar fuerte”.

El pitazo inicial de la árbitra marcó el inicio del partido. Desde esa temporada en el Torneo Oficial Femenino todas las juezas principales de los partidos eran mujeres, como un impulso para el desarrollo del arbitraje femenino. Volvamos al encuentro… el partido estaba siendo muy favorable para la “11”, la de los botines, y para su equipo. El botín zurdo estaba encontrándose poco con la pelota, pero sostenía fuerte al derecho. Entre ellos se decían “Zeta” y “De”.

– Dale “De”, que estamos metiendo un partidazo -le dijo el zurdo al derecho ya en el segundo tiempo, con el resultado 1-0 arriba-

Todo iba viento en popa, como dice el dicho. Hasta que… la “11” iba trasladando la pelota y una rival la barrió por completo, con tanta mala suerte, que en el golpe el zurdo quedó herido. Falta y roja para la “3”. La “11” quedó en el piso, le dolía todo, pero el dolor más fuerte fue cuando vio que su pie izquierdo, el botín roto.

– ¡“Zeta”! -exclamó el derecho- ¿Estás bien?
– Boludo, creo que me rompí todo -respondió el zurdo-

El partido finalizó 1-0. Festejos, euforia, alegría. La “11” abrazó a sus compañeras, fue al alambrado a celebrar también con los suyos que estaban afuera. Estaba feliz. Su equipo estaba en la final. Pero tenía esa sensación también de amargura… se le habían roto sus únicos botines, a una semana de la final.

El lunes bien temprano antes de ir a trabajar la “11” ya estaba con el zurdo en su zapatero de confianza.

– Fijate que podes hacer, lo que sea, magia, para que duren una semana más. Te lo pido por lo que más quieras -le dijo la “11” al zapatero-
– ¡Te lo prometo, flaca! Que yo ya soy hincha del equipo, quiero que ganemos el domingo -le respondió-

El derecho quedó en la casa y no daba más de los nervios, pensaba en cómo debía estar sufriendo el pobre zurdo allá solo. Pasó el lunes, pasó el martes, pasó el miércoles y no había novedades. El jueves, la “11” ingresó a su habitación con una bolsa de regalo que tenía adentro una caja que decía Nike con unos botines nuevos preciosos. El corazón a “De” se le hizo trizas. Pensó: “el zurdo no vuelve más”. Pero el viernes, el zurdo regresó, todo emparchado.

El sábado se repitió el ritual de siempre. La ropa del club lista, las medias, las canilleras, y todo lo necesario en el bolso. A la hora de acomodar los botines, la “11” agarró los Nike nuevos que estaban impecables y los guardó. “Zeta” y “De” se miraron tristes, pensando que se quedaban afuera de la gran final, pero la “11” los fue a buscar. Los limpió como nunca, les puso talco, les acomodó los cordones y los guardó también para el domingo.

Ya en el vestuario, ella visualizó el asiento donde estaba el pantalón y la casaca 11. Allá fue. La música de siempre ya sonaba y cada una empezó a cambiarse antes de la charla técnica. Al momento de elegir los botines, la “11” dudó. Agarró los nuevos, pero se quedó un rato ahí, sin saber que hacer. Los dejó a un costado y sacó del bolso a “Zeta” y “De”.

– ¿No vas a usar los nuevos? -le preguntó la “5”-
– No se. Estos son mis primeros botines, los primeros que me regalaron cuando empecé a jugar al fútbol hace dos años. Que se yo, siento que son especiales y esta es mi primera final -respondió-

Y mientras iba reproduciendo sus palabras, lo supo. Tenía que jugar ese partido con ellos.

El partido se puso en marcha, con un domingo soleado y la cancha llena de gente. Papelitos, redoblantes, banderas. El primer tiempo terminó 1 a 1 y en el complemento la paridad no se rompía, todo indicaba que se llegaría a la definición por penales.

Pero en la última jugada del partido, en una contra, la pelota le quedó a la «11», pero para la pierna izquierda. El zurdo estaba en las últimas la verdad, los emparches del zapatero ya sentían los minutos de juego encima. Mientras la «11» se perfilaba de la mejor manera posible, el derecho alcanzó a gritar:

– ¡»Zeta» pégale con el alma, es la última pelota de tu vida!

El zurdo rememoró cada práctica, cada entrenamiento en el que ella se quedaba un rato más a patear con su pierna izquierda para hacerla un poco menos inhábil. En cada una de esas veces en que le daba el enorme placer de encontrarse con la pelota. Pensó en su fuerza para ser siempre el botín de apoyo. Y juntos, la «11», «De» y «Zeta», hicieron un trabajo prefecto, sincrónico, para impactar hermosamente al balón y que se meta por el palo izquierdo de la arquera. Gol.

Al zurdo se le descoció casi todo el emparche en ese remate, pero que importaba.

– ¡Gol, carajo! ¡Gol, «Zeta», tu primer gol boludo! -gritó el derecho-

El zurdo no lo podía creer. Había sido gol, el primer gol de su vida en la última pelota que iba a tocar en su vida. Se le llenaron los cordones de lágrimas, al derecho también. Era el gol del título y era el gol del final.

Después de la euforia de todo el cierre del partido, los primeros festejos, la entrega de la copa y la vuelta olímpica… después de todo eso, la “11” se sentó en el vestuario y se sacó los botines para empezar a cambiarse. Miró a “Zeta” y a “D” emocionada, y los acomodó al lado de su camiseta, un pedazo de red, un pedazo de pasto, todas cosas que se iba a llevar de recuerdo. Y cuando los dejó supo que esa había sido la última batalla de sus primeros botines de fútbol. Entonces, ató los cordones del zurdo a los del derecho. Los fundió en un abrazo.

Por Delfina Vettore

10 AÑOS EN 10 FOTOS

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