Efemérides
«Pibe…yo a vos te conozco»
Así le dijo Diego Armando Maradona a Darío Puñet, meses después del Mundial de Italia en el que el ex delantero de Sportivo Atenas, Renato Cesarini de Rosario y Ferro Carril Oeste ofició de sparring de aquella selección subcampeona en 1990. Fue en un encuentro casual en el centro de rehabilitación del «profe» Javier Valdecantos. Recuerdos y anécdotas de su vinculación con D10s.
Frascati tenía muchos encantos. Contemplar Las Colinas Albanas, las villas de la nobleza del Papa, la Basílica de San Pedro Apóstol o su centro artístico e histórico generaba asombro y placer en la estadía italiana. Aunque lo mejor era el transitar por la ruta hasta llegar a Trigoria, una fracción de Roma Capital ubicada en la zona Castel di Decima, en el territorio del Municipio de Roma XII. Allí se luce resplandeciente el Centro de entrenamiento Fulvio Bernardini, propiedad de la Associazione Sportiva Roma. En los ´90 ya presentaba aspectos vanguardistas que fueron reservados para el seleccionado del magnánimo reivindicador de los postergados del sur italiano: Diego Armando Maradona. A diferencia del Mundial de México 1986, en el predio de América -cedido gratuitamente-, la Selección Argentina de fútbol había desembolsado onerosas sumas para usufructuar de las bondades del predio deportivo de la Roma FC, ubicado a 20 km al sur de la capital italiana.
La efervescencia por el desarrollo del Mundial de fútbol hizo olvidar por un par de meses el descubrimiento de una gigantesca red de corrupción en la política italiana, en el proceso judicial denominado Manos Limpias. La corrupción acabó con los partidos políticos tradicionales, además de llevar a los juzgados a la mayoría de las fracciones partidarias del país. Tomaron el poder entonces nuevos políticos como Silvio Berlusconi o políticos «limpios» como Romano Prodi. Probablemente el contexto sociopolítico no interfería en el disfrute pleno de ese sueño que estaba haciendo realidad Darío Puñet. El talentoso delantero de Sportivo Atenas (llegó desde la gestión del popular «flaco enchufe»: Jorge Di Santo) ya había sido convocado por Renato Cesarini (Rosario) para integrar un selectivo de los mejores exponentes juveniles del país. Por esas cosas del destino, su arribo coincidió con los antojos cabuleros de Carlos Salvador Bilardo, DT de seleccionado nacional, que se aferró a esos (para muchos) imperceptibles detalles que configuraron la gran gesta argentina y maradoniana de 1986, en el DF mexicano. Aquellos testeos preparatorios del equipo del «narigón» en el «nido de las águilas» se dieron ante sparrings provenientes de Renato Cesarini. Por tanto, el camino hacia la retención de la corona debía respetar los surcos que llevaron al “puerto añorado” en aquel imponente e inolvidable estadio Azteca.
Cada pomeriggio, el recorrido de casi 50 kilómetros que unía Frascati con Trigoria provocaba una fascinación que excedía largamente a los paisajes de la Riserva Naturale di Laurentino Acqua Acetosa o el Parco Regionale Appia Antica, o el Castel Gandolfo Lago Albano. La llegada a destino implicaba compartir cancha con el astro de fútbol mundial. Bajar del bus, esquivar la cuantía de periodistas apostados para la cobertura diaria, entrar en calor y ajustar los cordones de los botines para la práctica de fútbol es hoy en los recuerdos del riocuartense una postal difícil de olvidar. Entre Giusti, Burruchaga, Batista, Olarticoechea, Balbo y Caniggia asomaba la figura luminosa y encandilante del “pelusa” nacido en Villa Fiorito. El mismo que supo levantar con valentía y talento esa bandera del Sur pobre contra el Norte opulento en la conquista del scudetto para Nápoles en la temporada 86/87 y, meses antes, lo hizo con la insignia de los históricamente subestimados latinoamericanos ante la suntuosidad europea en una cita ecuménica.
«El Diego era mágico, totalmente mágico. Hacía cosas sobrenaturales y lo veíamos a solo metros, dentro de la misma cancha. Yo creo que no sé si las puede hacer (Lionel) Messi. Era incomparable. Tenía velocidad, técnica…todo. Aparte como persona, con nosotros, fue una maravilla». Embargado de un estado de cautivación que aún perdura 30 años después, Darío Puñet desglosa trazos mágicos que configuran la trama identitaria de un futbolista único, pese al deterioro de su estado físico con el cual afrontó aquel mundial. A una semana del partido inaugural contra Camerún en Milán, uno de los sparrings le propinó un planchazo y le arrancó la uña del dedo gordo del pie izquierdo. «El propio doctor Dal Monte le colocó una fibra de carbono para que pudiera defenderse del roce. Además, antes de cada partido era infiltrado. Después, un tremendo foul contra el tobillo izquierdo que lo dejó inflamado de una manera brutal. Justo ese tobillo que había padecido tanto con la lesión que le había producido años atrás Andoni Goicoetxea. Era como si a un gran pianista le hubieran dado un martillazo en la muñeca”, detalló minuciosamente Fernando Signorini, preparador físico personal de Diego Maradona, en una entrevista con Infobae.
«Nosotros vimos ese tobillo en carne propia. Lo tenía siempre hinchado y morado, y jugaba igual«, amplía Puñet. «Atado con alambre», fue la definición que utilizó Néstor Lorenzo, defensor nacido en Argentinos Juniors.
Maradona tenía la capacidad de suplir las carencias físicas con algo que muy pocos pueden explicar con palabras. Algunos arriesgan amor propio, hidalguía, potrero, talento, magia, sabiduría, resiliencia…quizá la argumentación se hallaba en el aura sobrenatural que lo envolvía. Lo cierto es que, en la cancha, como afirmaba Alfredo Di Stefano, «lograba hacer con los pies lo que antes hacía con la cabeza» y fuera de ella, como líder indiscutido, custodiaba los intereses comunes sin importar a quién haya que enfrentar. Néstor Lorenzo, en una entrevista a Diario La Nación, contó que «estando en Trigoria, Dino Viola, el presidente de la Roma, dijo en una nota ‘espero que no me rompan nada los argentinos en la concentración’. Nos trató de indios. El tipo al tercer o cuarto día vino a vernos. Estábamos en la mesa y Diego estaba de espaldas a la puerta. Y el tipo entra. Le avisan a Diego que venía Viola y él contestó ‘dejalo, dejalo’. Viola quería hablar con Diego. Disculparse, sacarse una foto. Cuando lo encontró se le paró delante de la mesa y le dice ‘¡Diego!’. Pero Diego seguía comiendo y no le daba bola. Hasta que en un momento se paró y lo echó. Le dijo ‘nosotros le pagamos para estar acá, así que esto es un lugar íntimo. Nosotros no somos ningunos indios, fíjese que está todo bien y no le vamos a romper nada’. Lo echó a Viola de su casa. Yo me moría, Diego era un crack por lo que representaba y protegía al grupo. Que el capitán te defienda ante los poderosos es muy importante. Diego era el líder absoluto de ese grupo y no solo en lo futbolístico».
En otra de las tantas muestras de ser el «jefe espiritual del movimiento», Darío Puñet repasa de aquella experiencia vivida en una de las últimas prácticas de los sparrings con el seleccionado argentino que luego se consagraría subcampeón, tras perder la polémica final ante Alemania: «En el último entrenamiento nos íbamos a sacar una foto los sparring con toda la selección y los periodistas lo acosaban a Diego y no dejaban sacar la foto, se metían al medio. Y Diego se sacó un botín y se lo revoleó por la cabeza a un periodista italiano y lo tuvieron q sacar, les pedía q nos dejen sacar una foto. Ése era Diego…Fue hermoso para nosotros vivir eso».
Por culpa de la maldita rodilla derecha…
Meses después de la experiencia mundialista y maradoniana, Dario Puñet experimentó otra vinculación tan ocasional como mágica con D10s. Ya no en la ostentosa península itálica sino en el modesto y cálido partido bonaerense de Vicente López. En 1991, como juvenil con mucha proyección, el ex potente atacante riocuartense, y actual director técnico, militaba en el Ferro Carril Oste de Carlos Timoteo Griguol con el sueño de ser considerado en el plantel de primera división que integraban, entre otros, Germán Burgos, Roberto Ayala, Sergio Vázquez, Fabián Cancelarich, Oscar Garré, Jorge Cordon, Hugo Pérez y Claudio Cristofanelli. En ese equipo comenzaba a deslumbrar Juan Eduardo Esnáider, un goleador que saltó del «verdolaga» a Real Madrid de España con sólo 309 minutos como futbolista profesional y luego realizó una gran carrera en Europa (pasó por Juventus, fue figura del Real Zaragoza, Porto, etc.). Cuando emigró al viejo continente el sucesor indicado por capacidad y características era el portentoso Puñet. Incluso la revista El Gráfico lo postuló para ocupar ese vacío. Condiciones le sobraban: buena talla, ductilidad, buen manejo del área, capacidad de asociación en el juego colectivo, capacidad en el juego aéreo y gol. Así lo pronunciaba el “viejo Timoteo” cada vez que le consultaban por el riocuartense cuyo carácter (gruñón e irascible) también lo asemejaba a Esneider. Pero las lesiones son parte de los avatares en la carrera de todo futbolista. Y a Puñet le jugaron una mala pasada. Dos roturas ligamentarias sucesivas en su rodilla derecha (internos y externos) postergaron -primero- y desvanecieron -luego- ese objetivo de triunfar en el fútbol de elite. En uno de esos tediosos procesos de rehabilitación, el riocuartense se topó con una situación tan inesperada como «maravillosa». «Después de Renato Cesarini paso a Ferro y me lesiono la rodilla. Voy a rehabilitación al gimnasio de Javier Valdecantos. Da la casualidad que en esa época -año 1991- estaba Diego haciendo recuperación de sus lesiones y coincidimos un día en el gimnasio», cuenta con asombro y agrega: «Yo termino de hacer mi rutina, entro solo a la pileta de hidromasajes y, de bien que estoy sentado, entra Maradona con (Claudio) Chacho Cabrera, que eran muy amigos en ese momento, y Maradona me dice ´pibe, disculpa podemos usar´…´pero Diego, claro, cómo no vas a poder´, le digo…Y me mira y me dice: ´yo te conozco a vos´». «No lo podría creer», admite: «´Sí, Diego, le contesté, estuve de sparring el año pasado, en Italia´. Y luego entro alguien, se pusieron a charlar y allí acabo todo…pero esa imagen, ese diálogo no me lo olvido más. Que me recordara Maradona fue maravilloso».
Y no es para menos…
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