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Carlitos, Central y el pan nuestro de cada día

Por Leonardo Gasseuy

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Lo simétrico que es el fútbol y la vida nos recuerda (a diario, varias veces al día) que la mundanidad y los sentimientos abstractos nos movilizan de tal manera que, odiosidad mediante, obliga a la comparación, burda, pero concreta de todo el colectivo. Si es simétrica la vida con el fútbol. Ni que hablar el futbol con la política – siempre, en cualquier lugar, política y futbol son un matrimonio mal avenido -. La cotidianeidad, en su derrotero, nos abofetea con de eso que vivimos como jugamos. La política abraza al juego, como un canto epifanico de salvación, devaluando el gris proceso de mediocriodades y similitudes que los hermana y arruina.

Carlos Tevez, que hace días decidió su retiro del futbol, hizo catarsis en una entrevista televisiva. Contó que extrañaba a su padre (“mi fan número uno”, dijo Carlitos) y que sería entrenador. Hasta ese momento, aún era futbolista, pensó en ser directivo de Boca (es tan allegado a Angelici como distante a Riquelme). Cuando presentó su grupo de trabajo, plagado de outsiders (Retegui confirmó que no lo acompañará) y tres de sus hermanos comprendimos que tanto a Tevez, con su apresurada decisión, y a Rosario Central, con su desesperación, los une cualquier cosa, menos un proyecto serio.

Rosario Central tiene 4 puntos y los hinchas presagian un mediocre campeonato. Si lo deportivo preocupa, lo Institucional desespera. Una comisión directiva que ya no tiene legitimidad política y está desesperada por retener el poder, politiza en forma demagógica para despolitizar. No les aprobaron la memoria y el balance. El presidente Rodolfo Di Pollina (de licencia por problemas cardiacos) y su gente querían a Vitamina Sánchez, ídolo del club que no dudaba en inmolarse.  Agarraría de cualquier manera (sin importarle los pasados inmediatos del Kily y Vecchio), aun sin hablarse con el Mono Gordillo, el gerente deportivo. Era poco menos que bizarro, a lo Rosario Central.

Ganó el sempiterno vicepresidente Ricardo Carloni (en tiempo que l@s vices mandan), cerró filas con Bragarnick y apostó por Tevez. “Pienso en un proyecto”, dice Carloni, “que abarque lo social y deportivo”. Central es, como club, el fiel reflejo de la política nacional. Chapucería institucionalizada, donde se expresa con actos (y desdén) que la desesperación es el medio de gestión, cuando ya no quedan esperanzas.

El admirable Carlos Del Frade, además de toda su curricula, es fanático del “canalla” (fue candidato a vicepresidente del Club por la agrupación Crece) y es terminante en su pronóstico: “Central hoy se convirtió en una plataforma de negocios”. La presencia de Bragarnick lo hace ser pesimista: «Me parece que estamos asistiendo una vez más a un lugar de lavado de dinero en el fútbol, que hace realidad la vieja frase de Julio Grondona: ‘En la AFA no se pregunta sobre el origen del dinero’”.

Del Frade es periodista, escritor, dirigente social y Diputado por el Frente Social y Popular. Sabe de luchas grosas: investigó y expuso el mosaico imperfecto del narcotráfico y las mafias santafecinas y conoce como nadie el entramado Vicentín. Rosario Central, dice, “es hijo de trabajadores ferroviarios, no tengo dudas que esto, comienza a ser la desaparición del club”.

Carlitos es muy capaz de un nuevo reinvento. De Fuerte Apache al mundo y siempre con éxito. Boca lo hizo parte de su casa, al principio, al medio y al final de su carrera. Su reciente eyección, responde a otras artes. Seguro algún día volverá, solo cuando los resortes de la política del club remuevan y cambien lo actual.

Regresará a Boca solo si el PRO vuelve a Brandsen 805. Desde ese lugar en los ‘90 germinó un Presidente de la Republica, tan admirador y amigo de Tevez que lo asoció a sus negocios paraestatales (El futbolista tuvo el 10 % de las acciones de Sideli SA, una de las compañías creadas para la incursión de la familia presidencial en las energías renovables). Mauricio Macri  (cuando era presidente) y sus socios obtuvieron en 2016 seis contratos de parques eólicos sin pasar por licitación pública.

Rosario Central será una parada más de un éxito constante. Caminó el mundo suntuoso y la elite mundial siempre se reverencio por respeto. Antes de Europa se aclimató en Corinthians (Maniobras de lavado mediante del MSI Group, Gustavo Arribas y obviamente Macri). Ayudó a salvar al West Ham, pasó al United de la familia Glazer y a fuerza de opulencia los jeques le hicieron cruzar la vereda cuando el City era casi nada de lo que es. Si algo le faltaba para que Europa galvanice su historia era ingresar a la alcoba de la vieja y aristocrática Juventus, ahí también fue Tevez y convenció con los sellos de su alma (a los mismos Agnelli que en 1988 habían dicho que no podían fichar a Maradona por que no somos lo suficientemente ricos para poder traerlo, ni tan pobres para necesitarlo). Demasiadas cosas,  para que al menos Central se ilusione y se aferre a su mito.

Su cuerpo surcado de cicatrices sabe de sacrificio y sufrimiento. La vida de Tevez, desde el Carlitos con mocos al multicampeón, la forjaron su corazón determinante y sus herramientas de autorresolución. Ser entrenador es otras cosas, más en Argentina. Con mitos y leyenda se vive, pero no se gestiona, máxime cuando su formación, al menos se percibe endeble e improvisada. Reinó en todos lados, menos en China, cuando se apresuró, sufrió y timbeó el afecto de la 12.

Fontanarrosa dijo poco antes de morir que “Central no tiene historia, tiene mitología”. Carlitos siempre habla de valores, lo abstracto narcotiza la razón. Apelará a eso de que el fútbol es el reto de la lealtad humana ejercida al aire libre. El contexto, Rosario, la histeria hiperquinetica del fútbol, recitará la sentencia a su debido tiempo. Por su bien, que Rosario Central y su banca electrificada no sea un jeroglífico chino, uno de los  pocos karmas que no pudo desentramar en su historia.

Redacción Al Toque

* Leonardo Gasseuy vive en San Francisco, Córdoba. Es empresario. Apasionado del deporte, la geopolítica y la historia.

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