Fútbol

Daniel Oldrá, los ojos felinos de Godoy Cruz

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Foto Roberto Parrotino

Roberto Parrottino

Periodista.

Daniel Oldrá se retira como futbolista en Godoy Cruz. Es 2002. Tiene 35 años. Y no puede con su genio: mira y mira fútbol, sin parar, pero ahora desde afuera de la cancha. Acude a los partidos de la Liga Mendocina. Godoy Cruz es el club de su vida, en el que debutó en 1984. “Tenemos que traer a ese flaquito que juega de delantero en Deportivo Maipú”, dice en el Tomba, la voz calma. El flaquito es Enzo Pérez. En 2009, ya después de haber dirigido a Godoy Cruz en el ascenso a Primera desde la B Nacional 2007/08, le tiran el dato: “Gato, hay un delantero uruguayo grandote que puede andar bien, miralo”. Oldrá mira apenas un partido.

“No, no me gusta, pero sí me gusta el volante derecho peladito del otro equipo”. Es Carlos Sánchez, quien llegará a Godoy Cruz, saldrá campeón con River de la Copa Libertadores 2015 y jugará el Mundial de Rusia 2018 con Uruguay. En 2024, en su décima etapa como DT si sumamos los interinatos, Oldrá clasificó con su Godoy Cruz antes que nadie a los cuartos de final de la Copa de la Liga. Podrá ganar o perder este sábado ante Vélez en San Luis. Pero, ante todo, Oldrá es el hombre de ojos felinos que ve el fútbol y a los jugadores como pocos, el que tanto ayuda al Tomba.

Daniel Oldrá, el padre de la criatura en Godoy Cruz – primer clasificado a cuartos de Copa de la Liga -.

El año pasado, el Gato Oldrá volvió a agarrar al primer equipo de Godoy Cruz. Se encontraba a seis puntos del descenso. Semifinalista de la Copa de la Liga 2023, lo clasificó a la fase dos de la Libertadores 2024, en la que quedó afuera ante Colo Colo. Los resultados y los títulos, igual, no lo obsesionan. “Siempre he manifestado que no quiero ser entrenador, es la realidad. He trabajado con más de 20 entrenadores que pasaron por Godoy Cruz. Y, a su vez, tengo la posibilidad de que en cada equipo que se arma estoy metido, trabajando en el día a día”.

En Mendoza, alejado de las luces de Buenos Aires, de las operaciones de prensa y del marketing que todo lo vende, Oldrá oficia de formador, de potenciador de futbolistas. No importa si era coordinador de inferiores, si mañana será mánager, si pasado mañana le cuelgan el cartelito con otro cargo. Subvalorado, Oldrá armó ahora un equipo que cambia ataque por ataque, con futbolistas técnicos que habían sido descartados (Hernán López Muñoz y Franco Petroli, por River), con otros a los que no les habían dado las oportunidades necesarias (Tomás Conechny, en San Lorenzo), con “descubrimientos” a partir del scouting made in Gato (Lucas Arce, ex Gimnasia de Mendoza y San Telmo, o el uruguayo Nicolás Fernández, que llegó desde Fénix de su país) y, claro, con jugadores de las inferiores, como Bruno Leyes y Tomás Badaloni.

“Es sencillo, perfil subterráneo, no le vas a conocer nada. Si lo ves desde afuera, parece medio seco. Pero es muy simple en el trato con los jugadores, con los periodistas, en entender el juego y explicarlo; y no es simple y sencillo porque desconozca el juego, sino porque él es así. Nunca lo vas a escuchar decir que el ‘mediocentro’ no ‘basculó’ correctamente. Se caga de risa. Es de la vieja escuela, el horno en la cocina y el inodoro en el baño. Y es el sentido de pertenencia que generó en Godoy Cruz. Es el corazón del Tomba. Sin Oldrá, es imposible explicar los últimos 25 años de Godoy Cruz”, me cuenta el colega y amigo mendocino Gonzalo Ruiz.

Oldrá incorporó en su cuerpo técnico a Nicolás Olmedo, Nelson Ibáñez y Guillermo Franco, exjugadores tombinos. Y si dijo esto es porque se lo preguntaron alguna vez: “Prefiero ser histórico en Godoy Cruz que irme a otro equipo, aunque me venga a buscar Boca o el equipo grande que sea”. En Mendoza, aunque lo digan por lo bajo, muchos hinchas de Independiente Rivadavia, ascendido este año a Primera, se lamentan: “Qué lástima que no tenemos a nuestro Gato Oldrá”.

“Sin Oldrá, es imposible explicar los últimos 25 años de Godoy Cruz”,
dicen desde Mendoza.

Con el predio de Coquimbito renovado, el objetivo próximo de Godoy Cruz es volver antes de fin de año a jugar en su cancha, el Feliciano Gambarte, en reconstrucción. Está junto a la sede social, en el departamento de Godoy Cruz, en la ciudad homónima, en el barrio de la bodega, el de Oldrá. Allí, a los seis años, un amigo con el que jugaba a las escondidas en la calle le dijo que, en la oscuridad, le brillaban los ojos, como a un gato. A los ocho empezó a jugar en las infantiles de Godoy Cruz. La única vez que abandonó el barrio fue durante el tiempo en que jugó en River, en Blooming de Bolivia y en Gimnasia y Tiro de Salta (era defensor central, temperamental, y ascendió con el Tomba a la B Nacional en la temporada 1993/94).

Oldrá piensa que el scanner visual para detectar y cazar futbolistas es más un don que un talento: que el talento, en definitiva, habita en el jugador, y que de eso sí se percata rápido, a golpe de vista. El Tomba nunca fue campeón en Primera. “Lo que soy se lo debo al club. Ser campeón con Godoy Cruz -dijo Oldrá- sería comparable con tener un hijo”.

Gráfico: Al Toque
Fotos: prensa Godoy Cruz

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