El origen de Pochettino como entrenador: el Espanyol femenino
El argentino Mauricio Pochettino asumió como nuevo DT del poderoso París Saint-Germain. Su éxito en Tottenham fue su gran vidriera como entrenador, pero sus primeros pasos estuvieron en Barcelona, junto al equipo femenino del Espanyol. Esa historia contada por Delfina Corti para Hoy se Juega Fem.
Eran cuartos de final de la Copa de la Reina
2008. Las jugadoras del Espanyol estaban en el vestuario escuchando la
charla de Emilio Montangut, su entrenador, antes del partido. No
había sido una temporada fácil: varias bajas por lesiones y no habían sido
protagonistas en la Superliga -actual Liga Iberdrola-, como sí había ocurrido
los dos años anteriores. Les quedaba aquella Copa antes de que finalizara la
temporada.
– Mauricio se va a sumar al equipo durante un
tiempo – dijo Montangut a sus jugadoras.
Y, en eso, mientras repasaban los últimos
detalles tácticos, entró al vestuario Mauricio Pochettino. Aquel
central que, un año atrás, se había retirado en el club perico. Sin embargo, no
era la primera vez que las jugadoras compartían vestuario con él. Lo habían
visto por primera vez en Sadriá, nombre que llevaba en aquel entonces la Ciutat
Esportiva Dani Jarque. El míster y Ramón Catalá, el preparador
físico, lo habían presentado a fines de agosto de 2007, en una noche de verano.
Pochettino, después de su retiro, estaba con
las prácticas de entrenador. En el Espanyol, es un ídolo, su familia
estaba en Barcelona y, por los horarios, ir una vez por semana para participar
de los entrenamientos del equipo femenino le cerraba por todos lados. Emilio
y Ramón no tardaron en abrirle las puertas.
Y resulta que lo que empezó una vez por
semana, se transformó en todos los días. Lo que iba a durar tres meses, se
extendió a lo largo de toda la temporada.
– Al final, yo me encariñé con las chicas. Y
creo que las chicas también conmigo. La pasé muy bien. Íbamos a entrenar a las
diez de la noche en la Ciudad Deportiva. Yo empecé yendo una vez por semana y
terminé yendo todos los días. Y, después, los partidos. Me apasionó – dijo en
una entrevista, años después.
Esa pasión
lo llevó no solo a involucrarse tácticamente en los entrenamientos y partidos
-donde jugadoras como Sara Serna y Lara Rabal lo recuerdan en el banco gritando
más, mucho más, que Montangut-, sino también emocionalmente.
En aquel
partido de cuartos de final de Copa, al cierre de temporada, Pochettino entró
al vestuario y las juntó a todas las jugadoras. Hacía algunas semanas que había dejado
de ir a las prácticas, pero sabía lo que las chicas se jugaban. Y, él, que
había formado parte del proceso, no se olvidó de ellas.
– Recuerdo la charla que nos dio Mauricio
antes del partido. Entró y nos habló sobre el libro Jugar con el Corazón, de Xesco Espar.
Leyó algunos fragmentos. Vino al vestuario para darnos ánimo, para
decirnos que debíamos disfrutar – recuerda Lara Rabal, central de aquel equipo.
No es casualidad que Pochettino haya elegido
aquel libro para darles una charla motivadora antes de que jugaran el partido
que definía la temporada. Ramón Catalá, con quien compartió al año
siguiente su primera temporada como entrenador del equipo masculino del
Espanyol, recuerda que siempre usó las charlas en partidos decisivos de la
temporada. En 2009, fue el caso de la permanencia: “Le gustaban
mucho las charlas. Íbamos últimos y dos o tres veces utilizó charlas
motivacionales. Mauricio cree mucho en eso”.
¡Venga,
dale!
Lara Rabal
era la central de aquel equipo. Sara Serna jugaba de extremo izquierdo. La primera, al hablar de Pochettino,
recuerda cada momento: los entrenamientos, los partidos, las charlas. A Sara, por
momentos, se le arma una laguna. Ambas coinciden en que el
equipo se encariñó con el entrenador argentino: “Era sencillo, humilde, nos trataba como a un
par”, dicen por separado como si hubieran practicado juntas la
respuesta. Sin embargo, por qué Rabal recuerda cada detalle a la perfección se
explica, quizá, por el papel que jugó Pochettino en los entrenamientos del
equipo. Lara
lo recuerda porque, apenas llegó, Pochettino puso el ojo en un sector del
campo: en la defensa. En cada entrenamiento, dedicaba una
atención especial a la línea defensiva, a la línea de cuatro.
– Nos decía cómo colocarnos, cómo
anticiparnos. El resto del equipo hacía ejercicios de posesión, rondos.
Mauricio nos separaba a las defensoras y nos armaba ejercicios especiales –
recuerda Lara. – ¿Les
exigía únicamente en los entrenamientos o también en los partidos?
– Siempre. Se comprometió mucho con el equipo. Recuerdo que no paraba de
hablar. Decía, decía, decía. Para nosotras, para mí, era un ídolo. Era hermoso
que alguien como él, con su trayectoria, estuviera dándonos indicaciones. – ¿Alguna vez
volviste a hablar con él sobre aquella temporada?
– No, pero sí escuché que él habló varias veces de nosotras. Se encariñó. Sé
que nos usó varias veces como ejemplo para los chicos más chicos. Siempre nos
decía que admiraba nuestra alegría para ir a jugar, para ir a entrenar sin nada
a cambio.
Lara y Sara confirman aquello que Pochettino
dijo: ellas se encariñaron con él y él se encariñó con ellas. Su
compromiso, sobre todo, fue lo que más les atrajo a las jugadoras. Un
compromiso encarnado, según Sara, en dos palabras:
– ¿Si
tuvieras que definirlo como entrenador? –Tenía esa manera intensa de vivir el fútbol como todos los argentinos.
Era muy intenso con sus indicaciones. En el grupo, siempre
nos reíamos de su frase más usada: “¡Venga, dale!”. Y, a veces, la acompañaba
de un “Vamos, vamos, vamos”, mientras aplaudía. No te dejaba ni respirar, tanto en los
entrenamientos como en los partidos.
Por ese
compromiso y cariño, no es casualidad que Pochettino haya entrado al vestuario
antes de la Copa de la Reina. No es
casualidad que haya usado fragmentos de Jugar con el corazón: “Ganar
depende de muchos factores, algunos de los cuales están fuera de nuestro
control (lesiones, viajes que no nos permiten descansar, decisiones de árbitros
que nos pueden poner nerviosos) y puede ser muy difícil. Pero lo que sí podemos
hacer es trabajar cada día para merecernos ganar ese campeonato y construir un
equipo que merezca ser campeón”. No es casualidad porque cada
vez que le preguntan cómo recuerda aquellas prácticas con el equipo femenino
del Espanyol, hace hincapié en la misma idea. Las recuerda como una lección de
vida:
Aquella
temporada fue otra lección de vida. Esa pasión por el fútbol que tienen, en las
condiciones que trabajan, que entrenan… No lo hacen por dinero, lo hacen porque
aman el fútbol. Van a las
diez de la noche, entrenan en un campo con poca luz, donde no se ve nada.
Aquellas jugadoras lo hacen por amor.