Fútbol
Deporte con memoria
El 24 de marzo de 1976 comenzaba una de las épocas más oscuras de la historia argentina. En la madrugada de ese día, superiores de las Fuerzas Armadas tomaron el poder a través de un golpe de Estado y derrocaron al entonces gobierno constitucional de Isabel Perón; de esta forma, comenzó una dictadura cívico-militar que duraría hasta 1983. El deporte regional no estuvo ajeno al terror y en este capítulo de Centro Atrás recordamos a sus víctimas.
Al igual que la Guerra Civil Española, el nazismo y el estalinismo, la dictadura argentina entendió al deporte como una prioridad. Los primeros comunicados de la Junta del miércoles 24 de marzo de 1976 hablaban de suspensión de derechos, intervenciones y prohibiciones. Pero el número veintitrés informaba que se interrumpía la transmisión de la cadena nacional para permitir la difusión en directo del partido Argentina-Polonia. Ese día, a pesar de que varios jugadores quisieron volverse al país al enterarse del golpe de estado, el encuentro se disputó sin inconvenientes y la victoria fue para el elenco argentino por 2 a 1.
Los encargados de enarbolar la bandera de la seguridad nacional, que era digitada desde el hemisferio norte de nuestro continente, tenían como enemigos a personas que pensaban distinto y anhelaban una sociedad mejor. Poetas e intelectuales, estudiantes secundarios y universitarios, obreros y delegados gremiales, docentes y profesionales, militantes sociales y dirigentes barriales fueron los más perseguidos y asesinados por los militares que no tuvieron piedad y que en nombre de Dios acribillaban a sangre fría.
Entre ellos también hay deportistas: rugbiers de la ciudad de La Plata, el atleta Miguel Sánchez, el tenista Daniel Schapira, la jugadora de hockey sobre césped Adriana Acosta y el futbolista Carlos Rivada, entre otros, desaparecieron tras el golpe del 24 de marzo.
«Así como ellos fueron víctimas de un aparato represivo que los secuestró, torturó y no dejó vestigios de sus cuerpos, también hubo quienes condujeron al deporte en aquellos años irrespirables, al amparo de los mismos uniformes. Civiles o militares, fijaron las reglas, se enseñorearon en un poder que pretendió legitimarse con su torneo emblema: el Mundial ‘78», expresa el periodista Gustavo Veiga en la presentación de su libro Deporte, desaparecidos y dictadura.
En la ciudad de Río Cuarto también estuvo presente el terror. Con más de 37 desaparecidos, esta parte del país se transformó en uno de los bastiones principales del Tercer Cuerpo del Ejército que comandaba el genocida Luciano Benjamín Menéndez.
La ciudad contó con seis centros de detención en donde permanecieron alojadas las víctimas de la dictadura. Uno de esos lugares fue la sede de la Policía Federal, que en agosto de 1976 tuvo en sus celdas al reconocido director técnico Pedro Marchetta, quien fue detenido seis meses por ser amigo personal de un militante peronista. En su libro El negro, Marchetta describe el suceso: «Estuve preso durante seis meses por el solo hecho de trabajar junto con Juan Amador Graman, un contador que era muy peronista y que estuvo privado de su libertad entre abril de 1976 y 1977, y cuyo testimonio figura en el libro Nunca Más. Primero me llevaron a la delegación de la Policía Federal en Río Cuarto. Anacleto Peano, que había sido mi compañero en Racing y que en ese momento dirigía a Toro Club de Coronel Moldes, se enteró de que estaba ahí y me fue a visitar.
Después me trasladaron a Buenos Aires y ahí se pudrió todo, quedé totalmente incomunicado. En el Regimiento Motorizado de Patricios me tuvieron y la pasé mal con esos hijos de puta».
La rica historia del fútbol riocuartense cuenta que en el verde césped del estadio Ciudad de Río Cuarto atajó uno de los represores que formó parte de la dictadura más sangrienta que tuvo nuestro país. Se trata del ex arquero Edgardo «Gato» Andrada, quien cuando aún no se había sumado al Personal Civil de Inteligencia del Ejército (PCI), en donde se hacía llamar «Antelo», visitó la ciudad de Río Cuarto para jugar dos partidos de fútbol. Fue antes de que pasara a la historia por convertirse en el arquero que sufrió el gol 1000 de Pelé.
Vistiendo la casaca de Rosario Central, visitó dos veces Río Cuarto para afrontar una serie de amistosos. Fue en los primeros años de la década del sesenta, cuando comenzaba a demostrar las virtudes de un Gato y aún faltaba tiempo para que se transformara en Antelo.
El 2 de septiembre de 1962, mantuvo su valla invicta en el encuentro que el elenco rosarino —que contaba en el plantel con César Luis Menotti— derrotó 3 a 0 al «celeste» que tenía entre sus filas a grandes jugadores como Antonio y Salvador Sisalli, Miguel Laciar y Julio Argentino Rivero. La segunda visita fue el 6 de septiembre de 1964. En esa oportunidad, Rosario Central —en donde ya jugaba Aldo Pedro Poy— derrotó 3 a 2 a un combinado formado por jugadores de Estudiantes y Sportivo Atenas. Era el prólogo auspicioso del futbolista cuyo epílogo iba a estar manchado con sangre.
Amor por el fútbol y compromiso social En Río Cuarto, ninguno de los desaparecidos se dedicaba profesionalmente, pero sí algunos tuvieron ese vínculo, inseparable, con el fútbol y dejaron una huella que perdurará por siempre:
Ignacio Cisneros
Era un apasionado del fútbol, hincha de Boca Juniors. Por su cercanía al estadio de la Asociación Atlética Estudiantes, desde muy chico fue socio del equipo «celeste». Su padre lo llevaba a ver los partidos de primera división y también jugó en las inferiores del club de sus amores. «Corcho» tenía pasiones que se sintetizaban en una trilogía: era guitarrero, montonero y futbolero. Estaba casado y era Ingeniero Agrónomo recibido en la Universidad de La Plata, en donde llegó a ser Secretario Académico en la Facultad durante el Gobierno de Cámpora. Fue perseguido por la Triple «A» y debió regresar a Córdoba. Desapareció el 15 de febrero de 1977 tras visitar a sus padres en Alpa Corral. Tenía 29 años cuando lo capturaron.
José Alfredo Duarte
«Peco», como lo llamaban sus conocidos por sus pecas abundantes, trabajaba en la Universidad Nacional de Río Cuarto. Entre 1974 y 1975 lo hizo en el Comedor y en el Departamento de Imprenta y Publicaciones. Además de su actividad laboral, trabajaba en los barrios humildes haciendo asistencia social y militaba en la Juventud Peronista. El 1 de marzo de 1976 fue visto por última vez.
En su infancia jugaba al fútbol y practicó boxeo. Siempre participaba en los picaditos junto a los chicos del barrio Fénix. En los campeonatos de Papi Fútbol era arquero e intervino en varios torneos con destacadas actuaciones que lo consagraron como uno de los mejores arqueros del campeonato. Mientras que, durante su etapa del secundario, defendía la casaca del Colegio Nacional. Como jugador de plantel federado, «Peco» jugó en la cuarta especial de Centro Cultural Alberdi. Tras vestir la casaca del «mercedario» pasó a defender los colores de Sportivo Reducción. Cuenta su hermano, Miguel, que «Peco» ya había comprendido que siendo arquero —puesto en el que jugó en su etapa de la niñez, pubertad y juventud— daba ventaja por la estatura. Por esta razón, es que comenzó a jugar como delantero, siendo un nueve habilidoso y goleador. No faltaba a ningún picado y era hincha declarado de Talleres de Córdoba.
Orlando Alonso Martin
En su etapa de adolescencia y juventud, Orlando Alonso Martin tuvo una pasión: el deporte. En ese período se destacó en atletismo y fútbol. Pero a Orlando Martin le arrebataron la vida muy temprano. Tenía apenas 22 años y su pecado fue haber sido un militante social con ideales opuestos a los de aquellos asesinos. Ideales que profesaban un mundo justo e igualitario. Pero antes de su triste final tejió una historia deportiva que, al igual que sus ideales, permanecerá por siempre.
Su recorrido junto al atletismo comenzó cuando cursaba el secundario en el Colegio Nacional de Coronel Moldes. Durante esa época tuvo brillantes actuaciones y se destacó tanto a nivel provincial como nacional.
Nacido en Coronel Moldes el 15 de enero de 1953, «Pichi», como lo llamaban sus seres queridos, nació en el seno de una familia con un fuerte arraigo político y decidió ir a estudiar Ingeniería en Geología a la ciudad de Córdoba. Pero, a pesar de la distancia, no se despegó del deporte. Junto al fútbol continuó con su pasión y cerca de Coronel Moldes.
En su época universitaria —también lo hizo cuando cursaba el secundario— jugó, siguiendo la tradición familiar, en el Club Atlético Belgrano. Para disputar los partidos del «celeste» moldense Orlando viajaba todos los fines de semana desde Córdoba.
«Jugaba de wing derecho. No era goleador, pero con su velocidad sobresalía», recuerda Daniel Martin, su hermano. Orlando Martín tuvo la particularidad de integrar el conjunto de primera división de Belgrano de Coronel Moldes que participó en la Liga Regional moldense y también formó parte del elenco que debutó en la Liga Regional de Fútbol de Río Cuarto en 1970.
Si bien no desapareció durante el golpe militar que inició en marzo de 1976 (el 12 de diciembre de 1975 perdió para siempre el contacto con su familia), Orlando Martin es un desaparecido político y en la extensa y tétrica lista de la CONADEP aparece como el número 3149 y su legajo es el 5913. Junto a él aparecen Enrique Bianco y Carla Berta Perassi, dos compañeros de la escuela primaria Nicolás Avellaneda de Coronel Moldes, que también fueron secuestrados y desaparecidos por pensar diferente en esa época oscura que atravesó a la Argentina en la década del ‘70.
José Alberto Svagusa
«Pato» nació el 26 de mayo de 1948 en Monte Maíz y fue asesinado en un fraguado intento de fuga el 17 de mayo de 1976 cuando faltaba una semana para que cumpliera 28 años. Fue el trágico desenlace de una vida que sufrió la persecución y maltrato por tener ideales distintos a los militares que manejaron a su antojo los destinos políticos y económicos del país.
Una de las pasiones de José Alberto Svagusa fue el fútbol. Tanto en su etapa juvenil en Monte Maíz como en sus primeros años en Río Cuarto, «Pato» practicó la actividad. Se desempeñaba de volante por la izquierda. En su pueblo natal jugó en las inferiores de Deportivo Argentino. En Río Cuarto siguió jugando al fútbol. Apenas arribado en la ciudad estuvo a punto de jugar en Sportivo y Biblioteca Atenas, pero tras la imposibilidad de jugar en la entidad de Avenida Marconi tuvo un breve paso en San Lorenzo de Las Perdices. Pese a no seguir ligado al fútbol federado, no abandonó su pasión y comenzó a jugar en los torneos comerciales que se disputaban en la vieja cancha del Talar y en el extinto Club Puente Negro.
Juan Carlos Giuliani
«Pipón», como le llaman, nació el 7 de abril de 1949. Es periodista y estuvo detenido por su militancia en Montoneros siete años y medio durante la última dictadura militar. Comenzó a desempañar su profesión como cronista deportivo en LV 16 de Río Cuarto.
Integró el equipo periodístico que cubrió el periplo de la Selección de Río Cuarto campeona nacional de 1973. También trabajó en la revista El Puente, la radio FM Libre y diarios El Pueblo y Puntal. Fue uno de los fundadores, en 1984, del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (CISPREN). Fue su secretario general, seccional Río Cuarto y secretario adjunto del sindicato a nivel provincial hasta asumir la secretaría general en diciembre de 1994 hasta el año 2005.
En 2000 fue electo secretario general de la CTA (Central de Trabajadores Argentinos) de Córdoba hasta 2006, cuando fue elegido Secretario de Comunicación y Difusión de la comisión ejecutiva nacional de la CTA. Desde 2010 es Secretario de Relaciones Institucionales de la Central.
En su actividad como periodista deportivo tejió muy buenas relaciones con futbolistas de la época. Tal el caso de José Sebastián Echeverría y Ricardo Tomás Aimar, quienes lo fueron a visitar cuando estuvo detenido en la Unidad Penitenciaria de Río Cuarto durante la última dictadura militar. Le llevaron como recuerdo un fútbol y compartieron un momento ameno de charla e intercambio de historias compartidas. A la salida de su visita, una guardiacárcel que reconoció a los consagrados Aimar y Echeverría les aconsejó que no regresen a visitar a un detenido por cuestiones políticas, «no les convenía» ya que «no era bien visto por los altos mandos militares».
Fuente: Libro “Centro Atrás – Un desborde hacia lo profundo de la historia del fútbol de Río Cuarto y región” – Realizado por Cooperativa Al Toque.
Editorial: Unirío
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