Columnistas
“Movimiento indispensable para trabar una pelota”
Por Antonella Tosco
Llorar sobre leche derramada. Un dicho que seguramente hemos escuchado de nuestras abuelas expresa: «no hay que llorar sobre leche derramada». Y digo abuelas porque era una forma casera, cotidiana de condensar una reflexión: no hay que lamentarse por las cosas que ya pasaron. El refrán es efectivo porque inmediatamente nos invita a pasar a la acción. Sin decirlo explícitamente, una se pregunta ¿si no lloro sobre la leche derramada, entonces qué hago? Activar.
Después de años de crecimiento exponencial del fútbol femenino en la región que nuclea la Liga Regional de Fútbol de Río Cuarto, de un tiempo a esta parte la participación ha empezado a decaer. Algunos clubes se dieron de baja del torneo, otros se armaron, incursionaron y no pudieron sostener un proyecto a largo plazo, otros son intermitentes: se presentan un año, se dan de baja al siguiente, reaparecen luego. En todos los casos, lo común es la imposibilidad de sostener una proyección que no sólo se sustente en el aquí y ahora, sino que implique una visión global, sistémica e integradora de las múltiples aristas que se van desplegando con la evolución de una disciplina tan popular como el fútbol.
Durante los primeros años, digamos del 2014 al 2018, la efervescencia del fútbol femenino colmó las canchas de mujeres que se animaron a desoír el mandato prohibitivo que repetía «este es un deporte de varones». La imagen que se me viene a la cabeza es la de una represa que, de repente, abre sus compuertas, no de par en par – porque significaría que todas las barreras han sido eliminadas – pero sí en una dimensión suficiente como para que toda el agua que hasta el momento se encontraba contenida, empezara a fluir en caudales importantes. La fuerza fue de esa magnitud, la de algo que después de tanto empuje silencioso y sostenido durante años, logra romper la muralla. Como un chorro a presión, inundamos los espacios donde se juega a la pelota: canchas de 11, de 5, torneos oficiales, de barrio, algunas placitas, algunos recreos en el patio del colegio, etc. Nuestra Liga, durante ese tiempo, supo acompañar eso que se estaba gestando. Se organizaron torneos serios, con partidos que se disputaban todos los domingos. Se armó una Selección para jugar competencias Nacionales. Se hacía una entrega de premios a fin de año, con distinciones a los equipos y jugadoras destacadas. Fuimos sede de una visoría de AFA. Nos sostenían y nos impulsaban.
Pero, como es de esperar, la propulsión a chorro en algún momento se termina. Y ahí es cuando las estructuras tienen que estar preparadas para capitalizar todo lo que por efecto del impulso se logró, y predisponerse para ser motor de crecimiento y estabilidad. Es momento de que nos preguntemos cuál es el lugar que los Clubes y la Liga le dan al Fútbol Femenino. No sólo desde lo presupuestal, sino también desde las estructuras que están dispuestas a darles dentro de las dinámicas internas de las instituciones. ¿Existen espacios de representación propia donde se puedan expresar y gestionar los intereses particulares que tiene la disciplina?, ¿se les da un espacio acorde con el lugar que representan?, ¿cuántas veces los equipos juegan en los estadios principales de los clubes?, ¿cuáles son los horarios que les destinan a los partidos?, ¿por qué a estas alturas no se obliga a los clubes que tienen equipos en primera división masculina a conformar un equipo femenino?, ¿por qué todavía no existe una competencia para inferiores o reserva?, ¿por qué no se instrumenta la participación en instancias competitivas Provinciales o Nacionales?, entre varios cuestionamientos más que podríamos hacernos. Obviamente que detrás de estas preguntas siempre hay un horizonte económico, pero que levante la mano el Club que pueda decir que los equipos masculinos se autosustentan. Todo equipo de fútbol competitivo es en principio deficitario. Ninguno se sustenta ni por la venta de entradas, ni por la venta de indumentaria o por la masa societaria.
Sacando casos donde entra plata por la televización, el resto necesita de la gestión de propagandas, aportes gubernamentales, o privados para sostenerse. Una disciplina que se desarrolla, con el tiempo puede adquirir una cierta autonomía económica, pero mientras tanto, si no existe una decisión política de apoyar el crecimiento del fútbol femenino, eso nunca va a ocurrir. Si no se incentiva para arriba: promoviendo competencias que hagan elevar la vara deportiva de los equipos; y no se contiene hacia abajo: obligando a que los clubes les den cada vez un lugar mayor al desarrollo de la disciplina, con compromiso y seriedad, lamentablemente todo lo conseguido hasta ahora se va a ir perdiendo, no para nosotras, para esta generación que ya disfrutó de las posibilidades de jugar a la pelota competitivamente, sino para las que vienen. La baja de equipos que hoy obliga a resstructurar la competencia, eliminando transitoriamente la división entre la A y la B, ya es un hecho. La pregunta fundamental es: vamos a seguir llorando sobre leche derramada, dejando que las cosas se desinflen por inercia o vamos a activar.
Movimiento indispensable para trabar una pelota
Por Kurt Lutman
Observe los cuatro metros que lo distancian del adversario.
Como verá la pelota se encuentra a mitad de camino.
Tome carrera hacia sus antepasados.
La fuerza, según los grupos originarios se halla en el reconocimiento de lo que estuvo antes. Los viejos. Los ancestros, Los más grandes.
Recupere sus historias, su vida, sus miedos, sus sueños, todo lo que pueda. Hónrelos.
Una vez reconocido su linaje, SU FUERZA se encuentra en plenitud.
Vaya a disputar el balón con ellos a su espalda. No hay forma de que esa pelota se le escape.
¿Y si el adversario también ha reconocido su linaje?
¿Y si el adversario también se nutrió de su pasado?
¿Quién se llevará el premio en cuestión?
Ambos.
El premio siempre es LA FORMA EN QUE UNO DISPUTA.
Nunca la pelota.
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