Fútbol

Nicolás Marclé: “El mismo fútbol me está ayudando a curarme de algunas heridas que el propio deporte me dejó”

Nació hace 32 años en Coronel Baigorria, realizó inferiores en Estudiantes y en etapa de juveniles se marchó a Vélez Sarsfield. Marclé proyectó toda su vida alrededor del fútbol, pero el brillo se fue apagando con el embudo de ser profesional, o no. Hoy trabaja en la Fundación de los hermanos Alcántara, en Barcelona, acompañando a migrantes hacia la inclusión social.

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Nicolás Marclé: “El mismo fútbol me está ayudando a curarme de algunas heridas que el propio deporte me dejó”.

El fútbol te da y te quita. Te quita más de lo que da. Como dijo alguna vez Alejandro Sabella “algunas veces se gana, otras se empata y muchas veces se aprende”. Al 100×100 de los practicantes les pasó, incluso al propio Lionel Messi, considerado el mejor de la historia, que no ganó todas las competencias que disputó.

Yendo al llano, desde inferiores se tejen un montón de ilusiones que van aflorando o perdiendo brillo a medida que pasan los años. En el fútbol la lógica es bastante simple.

Se comienza en cancha chica, y si el jugador presenta condiciones se le abre un abanico de posibilidades que tienen que ver con pruebas en otros clubes o llamados de captadores que funcionan como “cazatalentos” a lo largo y ancho del país.

La lógica también indica que es mejor “llegar” a los clubes de Capital, porque es la gran vidriera. Aunque en el último tiempo instituciones como Talleres o Belgrano vienen equiparando esas distancias.

Posterior a la prueba, el futbolista empieza a ser “amortizado” en las categorías de AFA, donde se tonifica, gana en técnica y roce. La otra parte que poco se cuenta es la del joven del interior, que se instala en las pensiones de los clubes, lejos de su familia y con un montón de situaciones a resolver a temprana edad.

Llegar a primera. Vivir de la pelota. Del pago chico a las grandes ciudades.  Toda una cuestión.

En este último escalafón entró Nicolás Marclé, volante central Categoría 1991, nacido en Coronel Baigorria y surgido en Asociación Atlética Estudiantes. A Marclé le apareció la oportunidad de migrar a los 14 años luego de dejar un paso entrañable con la gloriosa ’91 “celeste”, ganadora de torneos regionales, provinciales y nacionales.

Su destino fue Vélez Sarsfield, siempre institución emblema y que entre los años 2004, 2005, 2006 fue una de las que reinó en el fútbol argentino. En la Villa Olímpica, Marclé terminó de formarse, compartió equipos en juveniles con futbolistas que llegaron a ser profesionales y otros tantos que no.

En su caso todo parecía encaminarse hacia una carrera profesional, era uno de los más destacados en su categoría, compartía entrenamientos con el plantel superior del Vélez de Ricardo Gareca y hasta fue citado en más de una oportunidad como sparrings de la Selección Argentina (2008) persiguiendo a un tal Messi en el predio de Ezeiza. Aunque el sueño empezó a apagarse cuando una rodilla que comenzó a jugarle una mala pasada y  aparecieron otras preferencias para los entrenadores.

Finalmente dejó Vélez a los 19 años, jugó una temporada en cuarta de división en Sportivo Italiano y hasta estuvo seis meses divagando por el fútbol uruguayo en busca de que no se escape esa oportunidad.

Tras no conseguir la chance de ser profesional, su refugio fue su pueblo natal y la ciudad de Río Cuarto. Marclé se pegó la vuelta y comenzó a despuntar el vicio en Estudiantes, Juventud Unida de Coronel Baigorria (2013), Lautaro Roncedo (2014 – 2016), Atenas (2017), Herlitzka de Las Vertientes (2017) y Atlético Adelia María (2018-2019).

Le puso fin a su etapa como futbolista en el “canalla” adeliamariense, quedando con secuelas físicas (lesiones) y psicológicas por no lograr el cometido. 

“Sufrí muchísimo por el fútbol, porque mi proyecto de vida desde niño fue ser jugador de fútbol. No jugar al fútbol, sino ´SER´ jugador de fútbol, algo mucho más fuerte. Cuando ese proyecto se desmorona estuve mal durante muchos años, pero con un proceso largo de psicoterapia, la posibilidad de seguir estudiando y de encontrar este trabajo, hoy puedo decir que estoy feliz gracias al fútbol. En esta etapa de mi vida, el mismo fútbol me está ayudando a curarme de algunas heridas que el propio deporte me dejó. Ahora es todo aprendizaje, voy transformando eso en cosas buenas”, cuenta.

En el recorrido por el fútbol, Marclé se fue capacitando y terminó la carrera de Psicología. Quizá una herramienta más para entender todo lo que le tocó experimentar.

Su segunda oportunidad toma anclaje en Barcelona – España, donde está instalado hace cuatro años y desde hace dos trabaja en la Fundación de los hermanos Thiago y Rafinha Alcántara. Dicha fundación fue creada en 2020 con motivos sociales, para ayudar a personas vulnerabilizadas, y que se dividen en tres áreas de actuación: Acceso a recursos para una vida digna, Desarrollo Social contra para la inclusión y Transmisión de Valores a través del deporte.

La familia Alcántara encabeza la organización que acoge a migrantes (en su mayoría africanos) y les brinda acceso a necesidades básicas, inclusión social y valores. Bajo la práctica del fútbol como una herramienta para la intervención social. Nicolás Marclé es parte del proyecto juntando sus dos pasiones: el fútbol y la psicología.

Junto a Rafinha (centro), uno de los hermanos Alcántara forjadores de la Fundación.

¿Cómo se produjo su llegada a España?

“Llegué a principios de 2019. No hay un motivo claro, se dieron una serie de situaciones que me hicieron tomar la decisión de vivir una experiencia nueva en España. Se dio justo después de terminar de jugar en Atlético Adelia María, que dicho sea de paso les agradezco un montón porque desde julio de 2018 empecé a sufrir una pubalgia muy fuerte y me bancaron, han tenido un trato muy humano conmigo. Entonces estuve hasta junio y ya no podía más, justo se dio que también me recibí en psicología y tenía que ver qué hacía. Además que me llegó la ciudadanía italiana. En ese contexto me surgió la idea de empezar a buscar especialidades de psicología vinculada al deporte y encontré una en Barcelona que me interesó. Hablé con dos amigos que ya vivían en España y todo me cerró para probar algo diferente”.

Se fue a hacer una especialidad en Psicología, digamos…

“Fue mucho más que continuar estudiando, busqué una vida nueva. Porque toda mi vida estuve vinculado al fútbol como jugador y a partir de todo lo que había vivido debía buscarme otra cosa”.

“Sufrí muchísimo por el fútbol, porque mi proyecto de vida desde niño fue ser jugador de fútbol. No jugar al fútbol, sino ´SER´ jugador de fútbol, algo mucho más fuerte», dice Marclé.

¿Y cómo llega hasta la Fundación de los Alcántara?

“Cuando estaba terminando el máster de psicología, que tenía mucha vinculación al deporte profesional de alto rendimiento, me empecé a interesar por la parte más social, la intervención social a través del deporte. En ese tiempo empecé a hacer prácticas y ser voluntario en la fundación de los hermanos Alcántara, fue a finales del 2020”.

En términos específicos, qué hacen en la Fundación

“Es una fundación que trabaja para la inclusión social destinadas a las personas que han migrado y están en diferentes momentos de su regularización como ciudadanos. O sea, son las personas que vienen a Europa habiendo sufrido mucho a la hora de entrar y que no tienen pasaporte ni ciudadanía. Lo que busca la fundación es generar una especie de encuentro para estas personas, generando vínculos y lazos sociales en una sociedad nueva para ellos. Y también intentamos colaborar y promover el bienestar de ellos con un acompañamiento psico-emocional. Generar una red para que tengas más posibilidades sociales, laborales, emocionales y económicas. Es un proyecto de intervención psicosocial que utiliza al deporte como herramienta”.

¿Cuántas personas forman parte activa de la Fundación?

“Participan unas 80 personas, la mayoría son de África y de diferentes lugares de Latinoamérica, aunque también hay algunos chicos de Europa. Cada proceso migratorio de ellos es diferente, los viajes desde África a Europa son extremadamente peligrosos, durante ese proceso las personas sufren un montón de violaciones a sus derechos y arriesgan su vida”.

¿Cómo la arriesgan?

“Ellos se suben a las pateras, que son una especie de lanchas, para cruzar el Mar Mediterráneo o llegar a Canarias desde África en una de las vías; la otra es saltar las vallas de Ceuta o Melilla, dos ciudades españolas en territorio africano. Se pierden muchas vidas en el camino y eso es muy traumático para el que llega. Una vez en Europa, van a centros de acogida del Estado y con la mayoría de edad, luego quedan en situación de calle o llegan a diferentes fundaciones. Una de ellas es el CEAR (Centro Español de Ayuda al Refugiado) y el mismo municipio de Barcelona a través de servicios sociales, y a partir de ahí, el otro paso es una de nuestras fundaciones”.

¿Cómo es un día normal en la Fundación intentando vincular sus estudios y el fútbol?

“Los días son bastante cambiantes en cuanto a actividades. Mi trabajo se basa en gestión y administración en media parte, y la otra mitad es trabajo en cancha, entrenando y jugando al fútbol. Estoy desde la coordinación hasta ser entrenador, porque aún es una fundación muy chica y cada uno tiene que hacer diferentes oficios. Intento ir desarrollando los principales objetivos de la fundación a través del fútbol. Tenemos cuatro equipos, dos juegan en una Liga escolar de fútbol 5, otro lo hace en una liga amistosa de fútbol 7 y el restante es más recreativo. En una de esas oportunidades que suelen surgir, le tocó a Martín Palacio, un amigo de Baigorria que comenzó como voluntario y jugador y luego, por un ofrecimiento de otra fundación, ahora le tocó ser entrenador en deporte federado, en la liga regional de Cataluña”.

¿Qué explicación le encuentra al hecho de que el fútbol funcione como nexo entre varias nacionalidades?

“El fútbol tiene una potencia increíble, un poder impresionante para generar este tipo de cosas. En la Fundación el fútbol es importantísimo, una herramienta para la intervención social y un lugar de encuentro donde te podés comunicar con un solo lenguaje. Rueda una pelota y las barreras idiomáticas desaparecen, hablamos y compartimos lo mismo. A partir de eso nos vamos conociendo, se tejen amistades, vínculos, oportunidades y hay mucho sostén de unos a otros, porque de alguna manera todos migramos, de distinta manera pero somos migrantes”.

No fue fácil el camino de Nicolás para exteriorizar lo que atravesaba. En un ambiente de tanta exigencia como el deporte y con tanta crítica exacerbada como la que se da en el fútbol argentino pudo canalizar lo vivido y cumplir su sueño desde otro rol. Cuando las expectativas de “salvarse” con la pelota se apagan de golpe, siempre surgen otras posibilidades.

Para Marclé ese tren estuvo en Barcelona, donde 17 años después de su llegada a Vélez volvió a llenarse de ilusiones.

Fotos: Fundación Alcántara / Gentileza Nicolás Marclé
Redacción Al Toque

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