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Nuestro fútbol y su vida bella

Por Leonardo Gasseuy

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La Vida es Bella es una película  dramática de 1997, escrita, dirigida y protagonizada por Roberto Benigni. Ambientada en 1939, cuando el camarero Guido (Benigni), de origen judío, se enamora de Dora (Nicoletta Braschi). Mueve cielo y tierra para conquistarla, se casan y viven felices pese a la invasión nazi. Juntos crían al adorable Giosué (Giorgio Cantarini).

El día del cumpleaños del pequeño son llevados a un campo de concentración, donde la mamá es separada de ambos. El padre se las ingeniará para armar un universo propio dentro del horror, haciéndole creer al niño que todo se trata de un juego. «Gana un tanque el primero que obtenga 1.000 puntos». Reglas: llorar, pedir comida o querer ver a mamá implicaran la pérdida de puntaje.  La creatividad de un papá que llegó a impostar la realidad en medio del drama e hizo un mundo de ficción, cuando afuera solo reinaba el horror.

Vivimos una actualidad mundial donde se naturalizó la muerte. Por cifras, por pronósticos e incertidumbre esta pandemia indescifrable nos emparentó con el drama y nos encierra en una cruel antesala de oscuridad e injusticia.

Los tres millones de muertos pandémicos, un panorama incierto y una línea de acciones tan desajustadas como improvisadas, hacen olvidar el hambre imperecedero del planeta, tan formal y frecuente que la perversidad del dolor lo muta trágicamente: a medida que mas hambre tiene el mundo, mas invisible se hace para las prioridades. Las medidas políticas de fondo en las Naciones Africanas siempre se deciden y publican en medio de los partidos de la  Champions League.   La ceguera colectiva derrapa junto a las mentes que conducen, y por errores u omisiones se sigue ampliando considerablemente el número de sufrientes, sin entender que el sentido común nace bien parido solo cuando es arropado por la prioridad.

La mejor noticia para la familia del futbol latinoamericano fue el anuncio de la Conmebol la llegada de las 50.000 dosis de la vacuna de Sinovac Biotech con destino a Uruguay.  Las dosis fueron donadas por el laboratorio chino por una gestión del presidente de Uruguay Luis Lacalle Pou. Desde ahí se armarán los protocolos logísticos.

La vacunación de los jugadores posibilitará que se desarrolle la Copa América 2021

El 13 de abril, cuando se oficializó la llegada de vacunas para inmunizar al mundo del futbol, Paraguay, país sede de la Conmebol sufrió la muerte de 93 personas por el virus y no detiene la creciente ola de contagios.  Tristemente  el país con un porcentaje de vacunación diaria de 0,04 y apenas el 0,47 % de sus habitantes vacunados va camino a una catástrofe.

Se estima que Paraguay tardaría 3.578 días en inmunizar a su población objetiva, lo que equivale a 9 años y 5 meses. Desde la instauración del Plan Federal de Vacunación solo se llevan inmunizadas 70.100 personas.

Observar desde la ventana que jóvenes veinteañeros, saludables, millonarios, sin riesgo, van a ser inmunizados lo que menos genera es provocación. Pero claro, se viene la Copa América en junio y el circo al menos debe estar protegido. El 23 de marzo de este año, en el Congreso Ordinario Anual de la Conmebol, se aprobó que, si la situación sanitaria lo permite, se venderá un 30 % de las capacidades de los estadios argentinos y colombianos. La segunda ola, los muertos, el déficit del sistema sanitario seguramente van a hacer tambalear el evento.

La televisión y los sponsors son los que mandan en la escena futbolística sudamericana.

La mampostería es solo un marco artificial que vilmente no nos permite saber que realidad se oculta. El 20 de abril comenzó la Copa Libertadores y su prima más humilde la Sudamericana, las perdidas por la falta de público en las canchas son cuantiosas, pero el futbol no se detiene. Los cambios de fachadas hacen que lo artificioso se convierta en cotidiano, solo porque el dinero en juego presiona sin importar la cantidad de gente que se muere. El Grupo Águia’ – la empresa brasileña de Wagner Abrahão y familia – es el operador turístico de la CBF que desde hace décadas tiene a su cargo la venta de entradas de la Copa América, exige con rapidez saber qué pasará con su negocio. No importa el escenario, las mentes mercantiles sin descanso operan sin anestesia.

En la Vida es Bella, Guido, el papá, es asesinado una mañana de frio, el niño intuyendo ese desenlace, se asoma de su escondite y por fin ve un tanque. Son los americanos que liberaron el campo.  La muerte y el juego, como hoy, son casi la misma cosa. Todo en el mismo tiempo, aferrados a un siniestro plan de convivencia.

Tres camisetas de Lionel Messi con su firma valen los mismo que 50 mil dosis de vacunas.

La empresa china Sinovac, la donante de las 50 mil dosis que cuidarán al circo interno del mundo futbol, porque los estadios seguirán vacíos y los hospitales llenos, solo recibirá a cambio de su gesto tres camisetas autografiadas de Messi. Otra muestra del surrealismo más bizarro. La pelota y el negocio sigue rodando ante la indiferencia de los mismos ojos que no ven y niegan las penurias y muertes que viven los trabajadores indios, nepaleses y bengalíes en las obras de Qatar 2022.

Qué triste es tener que acostumbrarnos a que nuestro deporte rey sea actor principal en una película egoísta, triste e impostada,  cuyo final cantado nos lleve a coincidir con Alber Moren que resignado dice a los gritos “Es tremendo lo mucho que nos gusta el fútbol, con lo mucho que hace ‘el fútbol’ para no gustarnos”.

* Leonardo Gasseuy vive en San Francisco, Córdoba. Es empresario. Apasionado del deporte, la geopolítica y la historia.

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