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Periodismo deportivo, pandemia ¿y después?

*Por Facundo Sánchez

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Desde que empezó la cuarentena en Argentina el viernes 20 de Marzo, el gobierno nacional declaró como esenciales sesenta actividades y, entre ellas, estaba el periodismo. Los periodistas deportivos, contentos, nos metimos en esa bolsa mezclándonos con las fuerzas de seguridad y los médicos que estaban en la primera línea de trabajo, para enfrentar a ese virus incorrecto e irrespetuoso que se animó a dar vuelta todo lo que nadie se imaginó nunca.

Una vez que el deporte argentino y mundial se frenó por completo, los periodistas deportivos nos empezamos a mirar las caras con temor. Habíamos improvisado ya muchas veces, pero nunca supimos cómo hacerlo sin tener de qué hablar. El mercado de pases nos tiraba un salvavidas, pero éramos conscientes de que eso era pan para hoy, pero nadie nos decía qué iba a pasar mañana.

Sin embargo, éramos esenciales. El mundo nos necesitaba y había que estar al pie del cañón para entretener a la gente, mientras todo se caía a pedazos. Puede ser un poco drástico, pero la sensación era esa. Todos nos metimos en nuestras casas. En las calles sólo reinaba el silencio. Los puentes estaban bloqueados y ya nadie andaba borracho y a los gritos por la calle Alvear.

Entonces volvimos a analizar por qué Palacio no la tiró por abajo y pusimos otra vez en debate el rodillazo de Neuer a Higuaín. Mostramos veinte mil veces los goles de Messi en el Barcelona y gritamos otra vez la volea descarnada de Maxi Rodríguez a México en el 2006. Pero el mundo siguió detenido y parecía que se nos iban a acabar las opciones. Lo de esencial, en algún momento, sentimos que nos quedaba medio grande, pero ahí estábamos.

Quizá lo que pasó es que ese periodismo deportivo al que estamos acostumbrados a ver por la televisión, formado por periodistas lindos y lindas que hablan de pie en frente de una imagen enorme de Arturo Vidal, entró en crisis de contenido. Entró en crisis, como todo el mundo en esta pandemia. Pero en este caso, que sólo se ponía el foco en el deporte, empezó a faltar material y ahí las dudas se metieron en los estudios de televisión y en las mesas de redacción para hacernos pensar.

Ese periodismo deportivo al que estábamos acostumbrados, siempre ponía sus ojos en la posición del cuatro y en que el cinco no hacía los relevos, pero nunca le prestó atención al sudor de los de abajo, o a los sacudones que daba el mundo cada vez que pasaba algo fuera de la cancha. Quizá fue ese el error: Nos dieron (y dimos) de comer un periodismo deportivo que se aisló del mundo.

Mientras explotaban bombas, caían las bolsas o miles de personas quedaban enterradas en un alud, la pelota seguía girando y a lo sumo, sólo parecía alcanzar con un minuto de silencio que nadie respetaba para decirle al público que el fútbol era socialmente atento. Muchas veces ni nosotros mismos, los periodistas, conocíamos realmente los motivos de los minutos de silencio. Ahí estábamos nosotros, los esenciales.

Una vez que esto pasó nos pusimos un poco más sensibles. Empezamos a decir que nos cuidemos entre nosotros, que nos quedemos en casa, que seamos responsables. Pero hasta unos meses atrás, Wanchope Ábila estaba gordo y Peruzzi era un cuatro tan horrible que no sabíamos cómo había hecho para jugar en Boca y le dábamos el crédito a su representante.

Antes de la pandemia éramos malos. Con el “fracasado” de Bielsa, con el “prolijo” Guardiola, con el “enfermo” de Gallardo. Después, un baño de seda nos calmó y empezamos a ser un poco más modestos, a tranquilizarnos, a guardar un poco ese sello juzgador en el bolsillo. Nos dimos cuenta, en un mundo colmado por la crisis, que nada, pero absolutamente nada de lo que teníamos para decir, era tan importante.

Una vez que volvió el fútbol a Europa respiramos profundo y agradecimos llevando la vista al cielo. Volvimos a hablar de la joya Dybala que regresaba después de haber dado positivo de Covid 19 y la seguía rompiendo. Pudimos hablar del Leeds de Bielsa, de Zlatan aburrido en el Milan y del fútbol de Alemania, que, aunque no nos gustaba mucho, empezamos a seguir porque fue el primero en volver.

Entonces empezamos a hablar de Europa y de esa especie de fútbol show que es la MLS y del Real Madrid campeón y sus penales dudosos. Entonces volvimos a sentirnos en calma en un mundo que nos permitió volver a hablar de eso que conocíamos. Ya no era necesario recordar mundiales viejos o tratar de hablar de otras cosas que no tuvieran que ver con el fútbol, como un país en el que algunos personajes empezaban a militar la anticuarentena basados en teorías conspirativas de cotillón.

Le desconexión entre el periodismo deportivo y la realidad social quedó totalmente expuesta gracias a la pandemia de Covid-19. Los columnistas de los canales deportivos más importantes parecían habitar un mundo paralelo en el que los mercados de pases o las posiciones de los jugadores seguían siendo realmente datos a contar. Claro está que mucho de este contenido tenía como fin entretener en un mundo desacomodado. Pero considerar entretenimiento a contenidos vacíos y que sólo sirven de relleno, es algo totalmente diferente. Y peligroso.

El problema comienza cuando se separa al periodismo deportivo del periodismo general. El periodismo es periodismo. Según Ryszard Kapuscinski, el buen periodismo se distingue del malo porque el primero, además de realizar una descripción de los acontecimientos, también explica el porqué de los mismos. Por lo tanto, el buen periodismo deportivo debería ser aquel que no sólo cuente lo que pasa en el mundo del deporte, sino que también explique a qué se debe eso que pasa. Por ende, para entender por qué pasan ciertas cosas en los deportes, es fundamental entender las cosas que pasan en el mundo. Más aún, cuando muchas disciplinas mueven millones y millones de dólares e intereses que van más allá de simples competencias deportivas.


 “Según Ryszard Kapuscinski, el buen periodismo se distingue del malo porque el primero, además de realizar una descripción de los acontecimientos, también explica el porqué de los mismos”.

SEGÚN RYSZARD KAPUSCINSKI

Circunscribirse a detalles técnicos y tácticos son aspectos más que valorables de muchos de los que se dedican a entender el juego y analizarlo para poder comprender y hacer comprender las distintas maniobras que los protagonistas llevan a cabo en plena competencia. Pero el periodismo deportivo debería ir mucho más allá de lo que pasa dentro de las líneas de cal de una cancha, para empezar a transformarse y adquirir una visión integral en la que los desequilibrios del mundo entren en juego. De este modo, quien se ocupe de mirar sólo los canales deportivos, dejará de saber sólo de deportes.

Si no hay deporte, como pasó en la pandemia, el periodismo deportivo, debe transformarse en periodismo. En contar lo que pasa y sus porqués, pero no como hobby, no como rebusque, no como salida. El periodismo es una tarea que demanda responsabilidad social y compromiso. No es necesario pasar años estudiando teorías, ni leer a Caparrós, pero sí es fundamental abrazar al criterio de la verdad y caminar al lado suyo. Resulta indispensable ser sincero con uno mismo y entender que nada de lo que vamos a hablar hoy desde nuestras casas y a los gritos, aporta, ni mucho menos, entretiene. Solamente distrae. Y estar distraídos en contexto de crisis, no es lo más recomendable. La espectacularización, la obsecuencia y la manipulación son primos lejanos con los que el verdadero periodismo se debería haber peleado hace mucho tiempo, pero que lamentablemente, parecen venir de visita bastante seguido.

La pandemia del Covid-19 vino a mostrarnos que no somos tan importantes como pensábamos y a exigirnos una vuelta de tuerca. Los periodistas deportivos, primero somos periodistas. Nuestro primer compromiso es con la verdad, con lo que pasa, a favor de la gente y en contra de quienes pretenden obtener beneficios para pocos cuando el mundo parece caerse a pedazos. El deporte viene después. No quiere decir esto que no sea importante nuestra tarea, pero sí es fundamental ubicarnos en este proceso con responsabilidad social e histórica para comprender muchas cosas que, aunque parecían claras, no lo eran tanto.

El momento de crisis precipitada en el que nos encontramos, nos exige a los periodistas deportivos una mirada hacia adentro. Un replanteo de su utilidad, su esencia, sus motivos y a partir de ahí, continuar. Pero ya no hacerlo de manera aislada, sino articulando el fútbol, el básquet, el tenis, el rugby y todas las disciplinas, al mundo. Un mundo de intereses y de disputas constantes de poder del que ningún deporte está realmente exento.

Quedarnos sin contenido nos obliga a entender que no siempre se va a poder vivir de la historia y que la tarea del periodista deportivo hoy, en un mundo cruzado por las tecnologías de la información y la comunicación, ya no se circunscribe únicamente a lo que pasa en un campo de juego sino también, a explicarle al resto de la sociedad que eso que pasa dentro del campo de juego sucede, mientras por fuera pasan otras cosas. Es momento, de una vez por todas, de salir del termo y de poner los pies en el barro. En el club que le da de comer a sus pibes y brinda apoyo escolar, en los profes que no cobran un mango, pero van igual, en los técnicos que mandan ejercicios por zoom para que los chicos pateen una pelota contra la pared y no pierdan del todo el ritmo.

No está de más retomar temas que prevalecen más allá del presente pandémico. El manejo que los periodistas deportivos hacemos sobre casos de violencia de género que involucran a jugadores, es, por lo menos, despreciable. Tipos preocupados por cómo va a hacer Boca con el contrato de Sebastián Villa, sin siquiera pararse un segundo en la vereda de la empatía para con la víctima. Tuvo que salir Oscar Ruggeri (paradójicamente, un tipo que no viene del periodismo) a ponernos en el lugar correcto: “Hay que mirar las dos partes cuando se trata de problemas así de graves. Yo tengo hijas, ustedes tienen hijas y hay que ponerse en el otro lugar. La piba apareció con la cara así (golpeada). Cobardes de mierda que le pegan a las pibas, no sirven para nada. No me vengan con verso que el futbolista lo vamos a cuidar porque costó 5 palos ¿qué costó? Perdiste”, declaró el campeón del Mundo en 1986.

La sociedad exige hoy un periodismo responsable, criterioso y asertivo que se maneje con compromiso, no hacia los medios que los emplean, sino a la gente que los lee, los ve o los escucha. El periodismo deportivo también debe cambiar y de manera urgente. Las viejas lógicas de tipos leyendo El Gráfico en el fondo de los cafés ya no existe. Hoy la sociedad demanda periodistas deportivos con sensibilidad social. Tipos que podamos hablar de lo bueno que es ese nueve, pero de lo malo que es ese empresario que hace meses que no paga los sueldos o que tiene empleados en negro.

En un mundo que cambia, hay que cambiar al periodismo deportivo. Es el momento justo para que entre ese suplente bueno que puede cambiar el curso del juego. Con la única diferencia que, en lugar de cambiar el resultado de un partido, la apuesta es un poco mayor: Cambiar la manera en la que los medios deportivos reflejan al deporte y al mundo.

*Por Facundo Sánchez – Comunicador social

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