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Ser mujer y parecerlo

Por Micaela Piserchia *

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La novela Semenya tuvo un punto final esta semana. Un final desfavorable para la bicampeona olímpica, que lucha nada más y nada menos que contra una institución que no acepta su condición biológica. 

Así como en la antigüedad se decía que ‘la mujer del César no solo debía ser fiel, sino parecerlo’, hoy, en el siglo XXI las mujeres aún deben demostrar que son mujeres y que responden los valores numéricos que las determinan como tales. ¿De qué hablo cuando hablo de valores numéricos? En el caso particular de Semenya, de los valores estipulados por la World Athletics que no debe exceder para competir contra mujeres.

Una cosa es hablar de transexualidad y otra muy diferente es de hipoerandrogenismo, porque en la transexualidad entra en juego la autopercepción y la identidad de género, mientras que el hiperandrogenismo es una condición médica propia de la persona. En este caso, una generación mayor de testosterona en mujeres.

Los argumentos biologicistas sobre la fuerza del hombre por sobre la de la mujer y la consecuente -aunque supuesta- obtención de la ventaja todavía tienen su peso y será cuestión de tiempo para que estos se desarmen. Hoy, con la decisión de una junta por sobre el cuerpo de Caster, se reafirma la violencia que aún existe en el deporte. Porque no se juzgan el talento ni la técnica: acá está en tela de juicio la libertad de ser. Caster nació así y hoy debe medicarse para pertenecer. Hoy hay reglas que impiden que ella practique un deporte en libertad con su condición de mujer, porque sí, es mujer. No solo es, sino que también debe parecer mujer. 

Esto significa una traba muy grande para el deporte. Es entendible, igualmente, porque en el atletismo, al tratarse de un deporte individual, pasa absolutamente todo por la/el atleta. En cambio, en los deportes en conjunto, estas diversidades pueden ‘ser suplidas’. Reitero lo de la traba porque, si no se acepta una condición pura y exclusivamente natural, resulta imposible mutar hacia una sociedad tolerante que piense afuera de la caja del binarismo. 

Y, a mi modo de ver, no es la solución una categoría especial para todas estas personas excluidas de ‘la normalidad’, es injusto. Desde mi óptica, últimamente me siento una privilegiada por haber respondido a los estándares que la sociedad requiere de mí, porque ser parte de ‘la normalidad’ no te genera conflictos. Pero para aquellas personas que no están adentro del domo ‘de la normalidad’, implica un estigma y una lucha de todos los días. Parece una locura hablar de esto hoy en día, pero ser cis-heterosexual y ‘tener los patitos‘ ordenados es una tranquilidad.

Afortunadamente hay muchos avances tanto para las diversidades ya sea por elección o por condición física, lo que provoca que se ganen espacios en esta sociedad que tanta amargura y vergüenza les causa. No obstante, nos falta más empatía. Sobre todo, a quienes ocupan las sillas. 

* Artículo publicado en www.aadeporte.com.ar

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