Columnistas
El príncipe narciso que quiere vencer al tiempo
Por Marcelino Gasseuy
«Una vez Cristiano Ronaldo estaba jugando al ping-pong con Ferdinand y Río le ganó. Todos nos pusimos a gritar y se notaba que Cristiano estaba molesto. Tras eso mandó a su primo a comprar una mesa de ping-pong, estuvo entrenando dos semanas en casa y después ganó a Ferdinand delante de todos”. La anécdota fue contada por Patrice Evra, ex compañero de Cristiano Ronaldo en el Manchester United.
Esa historia de color permite describir lo que es el portugués: obsesivo, meticuloso, determinado y competitivo. Es un crack que se construyó a sí mismo. Y eso lo llevó a convertirse en uno de los mejores jugadores de la historia.
Cristiano es de Madeira, una isla portuguesa de la costa oeste africana. Suele decirse que los madeirenses “hablan raro» y otros, directamente, expresan que «son raros». En Madeira hay una gran desigualdad, con un alto porcentaje de gente que vive por debajo del umbral de la pobreza y una minoría de ricos. En ese lugar, y atravesado por diversas complejidades, Cristiano Ronaldo forjó su personalidad.
Cuando su madre Dolores Aveiro quedó embarazada la situación familiar era muy complicada. Con un padre ausente y sumergido en la bebida, Dolores pensó en abortar. Una vecina le dijo que bebiera cerveza negra hervida y luego corriera hasta desmayarse, pero no surtió efecto. En febrero de 1985 nació Cristiano Ronaldo Dos Santos Aveiro. El último de cuatro hermanos. El menor llegó para cambiar la vida de su familia para siempre.
Su madre fue el primer elemento que terminó siendo clave en su carrera futbolística. Fanática del fútbol y del Sporting Lisboa lo protegió hasta de los reclamos de los maestros por las desatenciones de Cristiano en el aula. Dolores sentía que el fútbol podía ser la tabla de salvación de su hijo y comprendió que hacia allí debía apuntar. No se equivocó. «Hijo, yo no te voy a dejar que un día me mires a la cara y me digas que no fuiste jugador por mi culpa. O por tu papá. Por eso, lucha por tu sueño», cuenta el portugués en el documental La sonrisa de Ronaldo.
Tras empezar a asombrar con su nivel futbolístico en Madeira, Cristiano Ronaldo entró en el radar del Sporting Lisboa, equipo que terminó contratándolo. Ahí empezaría su historia de superación que lo llevaría a ser uno de los mejores jugadores de su época. Cuenta el brasileño André Cruz: «Con catorce años, se levantaba a la noche en silencio para ir al gimnasio. Tenía que saltar una valla y entrar por la ventana. Hacía pesas y corría cuarenta minutos por la cinta. ¡Le tuvieron que poner candados al gimnasio! Una vez me llevó con él de vacaciones a Madeira y salía a correr con pesas en los tobillos, en calles empinadas, con 35 grados de calor. O jugaba con pelotas imaginarias para, según él, ganar en velocidad de piernas».
Al poco tiempo de su debut en primera, Luis Suárez, el recordado crack español de los sesenta, fue enviado por el Inter de Italia para ver en un partido del Sporting, como consejero del presidente Massimo Moratti. «Tenemos que ficharlo, será uno de los mejores del mundo», le dijo. La historia dice que el dueño del equipo italiano respondió: “nosotros fichamos figuras consagradas». La falta de visión de Moratti no la tuvo Jorge Mendes, propietario de Gestifute, la agencia de representación más grande del mundo. El empresario portugués contrató a Cristiano cuando tenía 19 años. Nunca más separaron y juntos han transitado una vida llena de triunfos y excentricidades. “Es un padre para mí”, sostiene el jugador cada vez que habla su representante.
CR7 lleva 785 goles en 1.074 partidos y va por el record que ostenta el austrocheco Josef Bicon, quien anotó 805 en las décadas del treinta y cuarenta. El portugués lleva 109 con su selección y va por el récord absoluto.
Otro actor clave en su vida es Carlos Queirós. El director técnico, muy amigo de Alex Ferguson, aconsejó su contratación. Tras jugar un amistoso ante Sporting Lisboa en la inauguración del nuevo estadio José Alvalad, el manager del Manchester United fue contundente: «no salimos de este país hasta que fichemos a Cristiano Ronaldo».
A pesar de a que al principio era tratado de presumido porque vestía jeans apretados, anteojos de sol, camisetas transparentes y mucho colorido, en Manchester United no tardó en ganarse el respeto de un vestuario lleno de figuras y mucha experiencia. Lo hizo a través de trabajo y superación. Al arquero Edwin Van der Saar le decía de quedarse a practicar tiros después de hora “porque para ser el mejor del mundo tengo que practicar con los mejores”.
Ferguson fue muy importante para su adaptación en suelo británico, pero entre las figuras claves aparece Mike Clegg. El preparador físico de esos años del United es el verdadero artífice de la transformación física del portugués respaldada, por supuesto, por sus inigualables condiciones físicas.
Junto a Clegg, Cristiano Ronaldo, quien todavía no era CR7, comenzó a trabajar en el gimnasio con la idea de llegar a ser el mejor jugador del mundo. El entrenador hizo que Ronaldo boxeara, nadara e hiciera estiramientos. “Tenía todo planeado en su cabeza. Lo que tenía que hacer y cómo lo tenía que hacer. Es un genio justamente por eso. Nunca antes me había encontrado un jugador como él. Se mantendrá en la cima porque está obsesionado con ser el mejor de todos los tiempos y puede jugar hasta los 41 años”, le dijo Clegg a Gazzetta dello Sport.
De sus años en el Manchester también extrajo la convicción de la necesidad de esculpir su cuerpo y mimarlo al máximo para sacar de él un máximo rendimiento. En los entrenamientos es siempre el más entregado, pero también lo es en el gimnasio, tanto en el del equipo como en el suyo propio. Pero el futbolista vive dedicado a su culto al cuerpo no solo para estar en forma, también para ofrecer una imagen óptima. Le importa su pelo, su ropa y también su cara.
Es su marcado narcisismo lo que genera rechazo en CR7. “Me envidian porque soy rico, guapo y un gran jugador”, dijo el portugués quien no repara en elogios hacia su propia persona. “Soy el mejor de todos los tiempos”, expresó tras recibir el quinto Balón de Oro e igualar a Lionel Messi. También son recordadas sus muecas de inconformidad cuando Andrés Iniesta recibió el galardón como mejor jugador de Europa en la temporada 2012. Pero no son solo sus expresiones lo que alejan, también sus actitudes. En ese mismo evento de 2012 organizado por la UEFA solicitó una sala individual en el Foro Grimaldi, de Mónaco, para evitar contactos previos con Messi y con Iniesta. Pidió también que le avisaran cuando ya todos estaban dentro del salón, para entrar casi último al escenario.
La egolatría de Cristiano Ronaldo queda de manifiesto cada vez que festeja un gol. Dice el escritor español Manuel Vicent: “se engalla, se levanta la camiseta, muestra los músculos e incluso desafía al público exigiéndole la ovación merecida, y después de empaparse con ella a punto de reventar de gloria, parece decir al portero batido: ‘No lo lamentes, admírame solamente’”.
«Cristiano es el ego más rentable de la historia del fútbol. Tiene una confianza en sí mismo extraordinaria y todo eso lo ha convertido en una gran capacidad de superación”, dice con claridad Jorge Valdano, quien fue clave para que el delantero llegue al Real Madrid. Y agrega: «Representa un fútbol modelo Siglo XXI. El superhéroe con condiciones futbolísticas que parecen surgidas de un laboratorio. Desde su aspecto de androide, pasando por una gesticulación más mecánica que artística, hasta llegar a esa zancada, ese tiro y ese salto que tienen una potencia sobrenatural, todo en Ronaldo nos remite al futuro”.
Desde siempre Lionel Messi es a Cristiano Ronaldo como la kriptonita a Superman. Y mientras sigan siendo contemporáneos el portugués estará dispuesto a hacer todo lo posible por mantenerse en forma, por tardar en envejecer para retrasar al máximo posible su retirada de los terrenos de juegos. A los 36 años no solo se mantiene activo, sino que se propone derrotar al tiempo para ser uno de los mayores goleadores de la historia del fútbol.
Redacción Al Toque
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