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El que no salta es un inglés (O el por qué de esa hinchada que tenemos en Bangladesh)

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Mariano Saravia

Periodista y especialista en Relaciones Internacionales.

Cuando terminó el partido contra Polonia, que selló la clasificación de la selección a octavos de final, era medianoche en Qatar. En la Argentina, eran las seis de la tarde y la gente salió a festejar. Pero en ningún lugar se juntaron 50 mil personas como en Daca, la capital de Bangladesh, donde eran las cinco de la mañana. Tanto es así, que hasta Lionel Scaloni se refirió al tema: “Gracias a la gente de Bangladesh por el apoyo”.

No es nuevo el amor que siente el pueblo de Bangladesh por la selección argentina, especialmente desde los tiempos del Diego para acá. Pero no dejan de sorprender estas locuras, cada vez mayores. 50 mil personas a las cinco de la mañana, festejando el triunfo de una selección que no es la propia. ¿Qué tiene que ocurrir para que se dé algo así?

Como siempre, recurrimos a nuestra aliada, la historia, y a su hermana, la geografía.

Bangladesh está en la región de Bengala, en el sureste de Asia, entre India y Myanmar (ex Birmania). Tiene 150 mil kilómetros cuadrados (menos que la provincia de Córdoba) pero 170 millones de habitantes. Fue parte de la más grande e importante colonia inglesa, la que a partir de la mitad del siglo XVIII creó la Compañía Británica de las Indias Orientales. En la India, los ingleses cultivaban el opio que luego usaron para envenenar al pueblo chino en el primer ejemplo de narcotráfico del mundo, y más adelante derivó en las guerras del opio, al servicio de la sacrosanta libertad de mercado. En esa época surge la palabra cipayo, porque los cipayos eran los indios y bengalíes que se unían como soldados a los ingleses. Pero ocurrió algo inesperado. Apareció un nuevo fusil cuyos proyectiles venían envueltos en papel con grasa de cerdo o vaca. Había que pelar esas balas con la boca y eso implicaba ir en contra de la religión, que prohíbe a los musulmanes el cerdo y a los hindúes la vaca. Los ingleses, con su cabeza eurocéntrica, no lo entendieron nunca y esto generó las primeras rebeliones anticoloniales. Tan es así que a partir de 1857 el Imperio Británico se hizo cargo directamente de la colonia, sustituyendo a la Compañía.

La independencia de la India llegó recién en 1947 con la partición de la parte hindú (la India propiamente dicha) y la parte musulmana (Pakistán, que incluía a Bangladesh). Pero nuestros amigos bengalíes estaban separados por 1.600 kilómetros de los centros de poder de Pakistán, se sentían relegados, y en 1971 se produjo la independencia de Bangladesh.

Sin embargo, mucho antes de todo esto, hay un hecho fundamental. En 1943, plena Segunda Guerra Mundial, en la Batalla de Singapur, el Imperio Japonés le arrebata al Imperio Británico toda la Birmania, y con esto, ocupa casi toda Asia. El miedo de los ingleses era que los japoneses avanzaran rápidamente y ocuparan toda la India, y por eso, usaron a Bengala (hoy Bangladesh) como colchón. Confiscaron los barquitos pesqueros para incendiarlos y usarlos de barrera, Churchill en persona ordenó aumentar impuestos y congelar salarios (nefasta receta de los defensores de la “libertad”) y, sobre todo, usaron las reservas de arroz para alimentar a sus tropas y no a la población. Se disparó una especulación incontrolada, los ricos acapararon el poco arroz que había (otra de las constantes de la “libertad” económica mal entendida), lo cual produjo escasez e inflación galopante. Resultado: las políticas inglesas produjeron 3 millones de muertos por hambre. Es lo que se conoce históricamente como “La gran hambruna de 1943”, marcada a fuego en el inconsciente colectivo del pueblo de Bangladesh. Un verdadero genocidio, como el que habían cometido también los ingleses con otra de sus colonias un siglo antes: en la Gran Hambruna de Irlanda, entre 1845 y 1849, cuando dejaron morir de hambre a 2 millones.

Y al igual que con los irlandeses, el odio arraigado contra los ingleses, hace que los bangladesíes amen a la Argentina, por aquella máxima que dice: “El enemigo de mi enemigo… es mi amigo”.

Esto comenzó con la Guerra de las Malvinas, pero se potenció con el mayor fenómeno social del mundo: el fútbol. Concretamente en aquel partido de octavos de final del Mundial de México 86 con los dos goles de Diego a los ingleses. Y, como también ocurre con los irlandeses y escoceses, les gusta más el primero (la Mano de Dios) que el segundo (el mejor de la historia). Es que la sensación de venganza está en robarle alguito a los campeones mundiales del robo, el pillaje, el colonialismo, el imperialismo y el genocidio.

Gracias historia, gracias geografía. Ahora podemos entender un poco más el fanatismo del pueblo de Bangladesh con la selección argentina, y por qué frente a Australia esto se reedita y potencia.

Es que Australia, en realidad, representa más de lo mismo: el colonialismo y el imperialismo inglés, con todas sus consecuencias de humillación y sufrimiento. El capitán James Cook tomó posesión en 1770 de esta isla-continente en nombre del Imperio Británico como “terra nullis” (tierra de nadie), siendo que allí había por lo menos medio millón de originarios. Después de un siglo de colonización inglesa, esos originarios habían disminuido 10 veces. Más de 300 masacres diezmaron a los aborígenes y los redujeron a no más de 50 mil.

Esta política la continuaron los colonos y también luego la Australia semi-independiente. Entre 1910 y 1970 (ayer nomás) el Estados Australiano fue responsable del robo de 1 de cada 3 niños aborígenes. Los separaban de sus familias para reducirlos a una especie de esclavitud moderna, o para aculturizarlos y hacerlos crecer con la sociedad “blanca”. Hoy, los indígenas australianos representan sólo el 3% de la población, pero el 30% de la población carcelaria. No tienen acceso a educación, salud, y menos que menos, trabajo.

¿Y por qué digo la Australia semi-independiente? Porque aunque no lo creas, el jefe de Estado de Australia sigue siendo el Rey Carlos III (que acaba de suceder a su madre Isabel II). Y su bandera es una patética reminiscencia colonialista, con la “Union Jack” (bandera del Reino Unido) en un ángulo.

Así que, en el partido contra Australia, ¿cómo no iban a hinchar por Argentina los de Bangladesh?

¡El que no salta es un inglés!

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