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El Rey desprolijo, el derrumbe y la marca España

Por Leonardo Gasseuy*

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Desde que el mundo es mundo, independientemente de los credos, la humanidad se debate en esa triple discusión existencial de creyentes, agnósticos y ateos. Algo que seguramente seguirá hasta el final de los días.  

El hombre, al no encontrar respuestas en un mundo abstracto, que casi nunca las da, decidió que la monarquía era la representación concreta más cercana a ese idilio. Los reyes ejercieron durante siglos de dioses terrenales, una escenografía fetiche de la nada. Fueron distantes, crueles y despiadados. Su mecanismo de división social, da a entender que, si existe el paraíso, está lejos de la tierra y sus tronos.

Dada la evolución del mundo, la monarquía nunca tuvo razón de ser. Personifica un sistema medieval, que, pese al paso de los siglos, si bien se modernizó, nunca se pudo democratizar y llegó hasta nuestros días como ha podido, acomodándose a cada suceso. Con la sagacidad propia de una especie que solo quiere sobrevivir.

La nueva Monarquía Española, que inexorablemente hoy se cae, tiene sus inicios en el dictador Francisco Franco. Lejos de la histórica disputa de las casas de Habsburgo y de Borbón, cuando se habla de la historia moderna y la corona española, solo existe el juancarlismo. El depuesto rey, de 82 años, obligado a abdicar en 2014, marcó desde hace 50 años la vida de los españoles y fue la pieza de marketing más valiosa, en esa idea, de imponer   la Marca España.

El rey Juan Carlos I junto al dictador Francisco Franco.

La figura de Juan Carlos I de Borbón, paterfamily de los españoles, hoy se emparenta a la traición. Primero con su padre Juan, luego de un acuerdo con Franco y con el pueblo español, después de décadas de desmanejo. Como siempre, los grandes errores cuestan caros. Apostar por la monarquía y vincularla al constitucionalismo fue algo que, invariablemente, tendría el final que tuvo.

El aval lo daba todo el sistema político español. La prensa y también el pueblo, quien, en esa incierta transición, necesitaba el abrazo de ese rey campechano, que, con simpleza, prometía acomodar una sociedad agrietada, que requería protección.  Franco, diseñó una monarquía sui generis, laxa, basada en sus intereses, solo porque que necesitaba encontrar el diseño justo para la continuidad. En Juan Carlos, el titulo de Rey, siempre estuvo ligado con ser el sucesor de una dictadura.


Los reyes ejercieron durante siglos de dioses terrenales, una escenografía fetiche de la nada. Fueron distantes, crueles y despiadados.


Con decisión y templanza, en 1977, el Rey decidió comandar las acciones políticas del país impulsando una transición pacífica de la dictadura a la democracia. Tal su estilo converso, se deshizo del último bastión politico de Franco, lo reemplazó por un presidente más joven y liberal y reunió las cortes constituyentes democráticas, de las que salió consensuada la Constitución que el pueblo español aprobó en 1978. Las decepciones llegarían con el tiempo. La caída de una burbuja protectora donde el glamour y la impunidad palaciega hacía de tapadera de un sistema arcaico, oscuro y tramposo.

“Los reyes, no solo nos cuestan dinero, si no también dignidad”, rezan las pancartas de esta semana en Madrid. Los republicanos, se manifiestan y exigen un referéndum, para que el pueblo, decida poner fin a la dinastía borbonica. El tiempo puso las cosas en su lugar. Un mundo globalizado, activo, que se horizontaliza en sus relaciones, no acepta las monarquías, por mas austeras que sean.  La marca España se degrada con el devalúo del Palacio de la Zarzuela y la caída de Juan Carlos. Es parte del ocaso del sistema, más allá de las andanzas de un rey desprolijo.

Los 100 millones de euros que el ex monarca resguardaba en Suiza, al amparo de una turbia sociedad panameña (sería una comisión por representar a empresas españolas que construyeron una línea ferroviaria entre Medina y La Meca), los más de 50 millones girados a su amante alemana Corinna Larsen, la matanza de elefantes en Botsuana y los fraudes fiscales, aunque lo parecieran, no son motivos suficientes para impulsar el referéndum expulsatorio que el español común quiere. Todo nace en una sociedad que quiere configurar un futuro distinto.

Repudiable. El rey Juan Carlos tenía como hobby cazar elefantes en Botsuana.

Cuando le preguntaron a Isabel la Católica, (la más parecida a Juan Carlos por vivir las transiciones), porque motivo confiaba en el proyecto de Cristóbal Colón, ella respondió que necesitaba “planes de expansión para luego hermanar”. “Nosotros, los españoles, con las nuevas rutas, conquistaremos y reinaremos”, redobló la apuesta ante su esposo Fernando de Aragón que se negaba. “Nuestra cultura – decía –   nace de dos reinos, debemos llevar al mundo la cultura y el carácter de Castilla y Catalunya”. Los españoles siempre estuvieron en contra y, paradójicamente, 600 años después, con otras armas y objetivos, Alfredo Di Stéfano y Leonel Messi, “los conquistados”, son los verdaderos Reyes Eméritos de Castilla y Cataluña.

Desde marzo, el actual Rey Felipe VI, se aferra a los brazos populares del deporte y sus ídolos para confeccionar un plan de acción colectivo para superar la crisis y recuperar la confianza en España. Fernando Alonso y otros embajadores de la Marca España, como Rafael Nadal y Paul Gasol entienden que la debilidad de la monarquía atenta con las posibilidades del país. Los deportistas y 140 empresas de marcas líderes, que suponen el 35% del PIB español, se abroquelaron entendiendo que el coronavirus es solo parte de un problema para un pueblo que quiere otro tipo de representacion y detesta no ser oído.

El deporte como marca. El rey Juan Carlos junto a Eafael Nadal y David Ferrer tras ganar la Copa Davis en 2011.

Ya en 1530 le decían a Carlos I de España que el pueblo estaba enojado, porque no conocía su voz, él contestaba que los reyes no están para hablar. “Seremos eternos porque la providencia nos colocó en lugares distintos, además el vulgo no me entendería, porque habló en italiano con los embajadores, en alemán con los soldados, en ingles con los caballos, en francés con las mujeres y en español con Dios”.Carlos I, y aquellos que lo sucedieron, jamás entendieron que la monarquía española, y casi todas, son un estamento simbólico que solo se sustenta en apariencias y que cada día su final está más cerca.

Hoy España decidió despegarse de las oscuras tramas del viejo Rey. Sin vueltas, La Moncloa, exigió a Felipe VI le retiré las asignaciones a su padre, y lo obligó a partir al exilio.

A fines de 1956, cuando Faruc de Egipto, tomaba sol en la Costa Azul francesa, en su dulce exilio, luego de ser depuesto, un periodista italiano le preguntó sobre el futuro de las monarquías. Con un cínico desprecio al sistema que perteneció, dijo: “En no muchos años, en todo el mundo, solo quedarán 5 Reyes: los cuatro de la baraja y la reina de Inglaterra”

* Leonardo Gasseuy vive en San Francisco, Córdoba. Es empresario. Apasionado del deporte, la geopolítica y la historia.

Gráfico: Al Toque

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