El deporte más popular del mundo nos debe pibes como Alexis Ferlini y Leandro Latorre. La insoportable presión por no llegar, ser el “descartado”, les genera una profunda desilusión que los lleva a tomar la decisión más terrible de todas: quitarse la vida.
“El fútbol no es para cualquiera”. “Este pinta para crack”. “Él
y 10 más”. “El fútbol es mi vida”. “Si un cirujano se distrae se le muere el
paciente, en el fútbol te hacen un gol”.
Por qué naturalizamos este tipo de frases. Por qué cuando al
compañero lo reta el profe nos reímos de su “desgracia”. Por qué silbamos el
error del defensor y gritamos con furia un gol en contra.
Habrá quienes rían a carcajadas por el error ajeno, como si
en sus vidas no hubieran errado seguido. “Nadie
llega a una verdad sin haberse equivocado catorce veces, o ciento catorce, y
esto es, acaso, un honor para el género humano”, dijo Fedor Dostoyevski.
El ambiente del fútbol condena el fair play, se nubla en el
éxito y le importa que la pelota entre al arco. Del otro lado quedan los
descartes, los pibes que no llegan a hacer ese gol, los que no tienen espacio
para el reclamo y deciden tomar un rumbo fatal.
El 2020 se llevó a dos jugadores que no llegaron, que no pintaban para crack, que no eran ese uno más diez. Alexis Ferlini, arquero de la categoría 2001 del Sabalero, se quitó la vida en abril tras enterarse que el club no iba a contar con él. “No saben el daño que le causan a los chicos”, dijo entre lágrimas su padre mientras dejaba en un cementerio a Alexis.
El caso más reciente es el de Leandro Latorre. El delantero
de 18 años había llegado a las Inferiores de Aldosivi en 2017, y pasó a ser
titular de la Sexta División, pero en 2019 quedó libre estando lesionado.
Deambuló por el Atlético Regina y el Deportivo Huergo de su Río Negro natal,
aunque las ilusiones se esfumaban lentamente.
Más atrás en el tiempo, nuestro país amaneció con la noticia de que Mirko Saric, aquella joven promesa de San Lorenzo, se había quitado la vida. “Ese” sí había llegado, tenía el “éxito” en las manos. Un presente brillante, un futuro aún mejor. Pero una dura lesión, una transferencia millonaria truncada y una grave infidelidad por parte de la persona que lo acompañaba, le produjeron una gran depresión y posterior decisión.
Saric se suicidó el 4 de abril de 2000, a los 21 años de edad.
¿Acaso el fútbol no es un deporte colectivo que une? ¿No es
el lugar dónde no hay clases sociales, ni color de piel, ni talentos por encima
de los normales?
Las decisiones erradas tomadas por los pibes de Colón y
Aldosivi, respectivamente, muestran claramente que no. La gran presión de
llegar los lleva al abismo, donde la única salida tras no integrar el plantel
de Primera División es saltar.
Esta es la deuda que nos debe pagar el fútbol. Y no en
euros, ni sumas suculentas de dólares. Sino con valores, contención,
observación y sentido común.
Ubaldo Gutiérrez tiene 43 años y formó una familia en la ciudad. Trabaja de herrero y tiene un hijo en las juveniles AFA de Estudiantes. Pero hace más de 20 años vivió la otra vida.
Gutiérrez (sin remera) junto a Bernardi, Heinze y Guzmán.
Gutiérrez hizo divisiones inferiores en Newell’s, se formó a
la par de Gabriel Heinze y Lucas Bernardi, con quienes hoy mantiene una gran
amistad. Tenía todo para llegar, era fija en los once iniciales de La Lepra.
Faltó suerte, faltó éxito, sobró descarte.
“La contención tiene que pasar cuando el chico está para
pegar el salto o no, porque es un momento muy complejo. No digo que no se los
contenga en el inicio y lo saquen de la calle, pero después se enfocan en los
que tienen futuro. Y los que quedan de lado, los libres, empiezan a meterse en
la droga, el alcohol o toman este tipo de decisiones, es una muestra de que la contención
no fue buena”, dice Gutiérrez.
Quien tampoco le esquivó a la terrible decisión de quitarse la vida: “La gran presión que tienen los lleva a eso, muchas veces sale desde la casa, la familia es un factor clave también. Y el contexto en el que viven los pibes en el club también los estrella, se bajan de un micro y parece que van a jugar Champions, imagínate que al otro día queda libre y tiene que volver a laburar de albañil. Es un choque demasiado grande, no lo soportan, ven un suicidio como lo más cercano a la solución”.
“La contención tiene que pasar cuando el chico está para pegar el salto o no, porque es un momento muy complejo”.
“Ese famoso estrellato viene desde hace muchísimo tiempo,
nosotros con un carnecito entrabamos gratis a los boliches. La mentalidad ya
era esa, hacernos sentir superiores por jugar al fútbol”, agregó.
Ubaldo llegó a Newell’s con 12 doce años, vivió por 6 en la
pensión del club y se fue libre a los 18. Detalla que pasó hambre, vio de cerca
las injusticias del fútbol y también el salto de Heinze, Batistuta y cía. Hoy
sin pelos en la lengua y esa luz apagada relata lo que pasa por dentro.
“Hasta el día de hoy no entiendo por qué fui tan chico, pero
con el tiempo me fui dando cuenta que cada vez se van más jóvenes y debutan más
rápido. Otro factor que choca. En nuestra categoría éramos muchos que teníamos calidad,
la competencia era grande. La de Newell’s hizo llegar a diez a Primera, normalmente
suelen ser dos o tres. El único titular que no llegó fui yo, era el mimado de (Jorge)
Griffa, y cuando él se fue a Boca me dijeron que quedaba libre. Me puse muy
rebelde, no hacía caso a mis papás, lo tomé de esa manera”, aseguró el volante
con pasado en Atenas.
“Lo de los suicidios no es lo único, no hay que olvidarse de
lo que pasó en Independiente tampoco. Otra de las cosas que pasan en las
pensiones y están metidos los pescados grandes”, sentenció.
Hoy La Lepra festeja los retornos de Ignacio Scocco y Pablo
Pérez, infla el pecho y se emociona al hablar de Maximiliano Rodríguez, grita
con fuerza los goles del Leeds de Bielsa. Pero también cuenta con la parte más
indigna del fútbol. No es el único, lo hacen todos y es tomado con naturalidad.
Boca se pelea con Independiente por Silvio Romero, mientras
tiene cuatro delanteros en el plantel superior y un sinfín de pibes en juveniles
que esperan sentarse al lado de Carlos Tevez.
“En el caso de los clubes grandes es otra historia pero
siempre volvemos a lo mismo. Boca apostó por renovar todo su predio, equipar
los vestuarios y darle lo mejor a sus juveniles. Para que cuando les toque
entrenar con Primera no sientan ese cambio, de tener los mejores botines, de
sentarse en un vestuario limpio, del contexto. Pero repito, volvemos a lo
mismo: dónde va a encontrar ese chico algo similar cuando lo dejen libre. Otro
golpe grandísimo recibe”, comenta Gutiérrez.
Y cierra: “El 9 de la Quinta de Boca tiene que ser un crack
o ya le deben estar buscando club. Es hermoso jugar en ese tipo de clubes, pero
cuando se apaga la lamparita y ya viviste el sueño es realmente cuando empieza
el bajón”.
El suicidio es un tema de salud que requiere un abordaje comunitario y responsable. El desarrollo de habilidades sociales previene el suicidio. Conocé más sobre la línea de prevención al suicidio que brinda el Gobierno Nacional > ACÁ.