Efemérides
Patricia Carrizo y Mercedes Luna: ilusionistas de una incipiente transformación cultural
Fueron pioneras del fútbol femenino en Río Cuarto y la región. Fueron “la Maradona” y “la Pelé”. Hoy serían “la Banini” o “la Ippolito”. O mejor, Estefanía Banini, Dalila Ippolito o de más acá, Carolina Pascuini, Juliana Berardo serían hoy “la Carrizo” o “la Luna”. Conocemos a las ilusionistas de la pelota en este extracto del libro Miralas Gambetear.
Los tiempos de cambio y renovación facilitan la libertad de pensamiento y permiten que afloren problemáticas ocultas o silenciadas por la comunidad. Estos procesos sociales vitales permiten ver la construcción, paso a paso, de un camino que se abre hacia la posibilidad de una mayor libertad, igualdad y autonomía de las mujeres, como parte del conjunto del pueblo. Esta construcción crea y recrea nuevos valores al mismo tiempo que genera grandes contradicciones en el accionar cotidiano. El planteamiento de la autonomía, para las mujeres, es un planteamiento transformador de la cultura. En palabras de Susana Sanz, abogada, antropóloga y docente en el Centro Internacional de Estudios Políticos de la Universidad de San Martín, se expone la necesidad de reconfigurar una trama social que se tejió bajo el pulso de la imposición patriarcal en prácticamente todos los ámbitos de la vida. Evidencia algo que Rita Segato, antropóloga y escritora, sintetiza en las virtudes de la desobediencia. En la 45ª edición de la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires, la referente ineludible del feminismo en Argentina y Latinoamérica, propone correr la discusión de la guerra entre hombres y mujeres para poner el eje en la lucha por derribar las estructuras de poder del patriarcado. Construir actos de soberanía que se pueden encontrar en diversos planos de la vida: en la política, la educación, la ciencia, el arte, el deporte. Ejercer libertades que encierran momentos de desarrollo pleno, como los que vivenciaron -en contextos complejos- las mujeres que, empujadas por la pasión y la valentía, se animaron a desafiar el orden establecido y se introdujeron en un territorio “exclusivo” del hombre: el fútbol.
Las mujeres que, empujadas por la pasión y la valentía, se animaron a desafiar el orden establecido y se introdujeron en un territorio “exclusivo” del hombre: el fútbol.
En la década del ´60, mientras resplandecía la revolución cubana, se acentuaban procesos de descolonización de pueblos afroasiáticos y el Mayo Francés marcaba el camino de otras tantas luchas por la dignidad de las comunidades, en esta porción de Argentina coexistían las injusticias de siempre con postales de rareza para la época. En los extensos campitos de un barrio Alberdi vestido de olivares, higueras y frutales, y motorizado por la dinámica comercial de emprendimientos de la época como el Almacén El Paraná de Don Horacio Pilar (Belisario Roldán e Intendente Daguerre), la planta industrial jabonera Río Cuarto S.R.L. (calle Tucumán y pasaje 28), entre otros tantos, mujeres canalizaban su pasión por el fútbol. Entre tantas entusiastas jóvenes estaba “la Pelé”. Mientras la muchachada de la barriada compartía momentos de recreación y deportes en los Clubes Sportivo Ostellino (barrio Obrero), Liniers (ex club Bardín, porque funcionaba allí la casa comercial de esa familia y el Centro Cultural que ya gozaba de personería jurídica desde 1945) contemplaban con asombro cualidades de las mujeres en un juego que creían pertenecerle solo a “ellos”.
En los años 70 e inicios de los 80, entre la fragilidad democrática asediada por la imposición de las dictaduras, se consolidaban movimientos sociales que esgrimían un rol algo más protagónico de la mujer, con la toma de conciencia de sus derechos y la aparición de nuevos reclamos y nuevas demandas que interpelaban la práctica cotidiana.
La parte norte del barrio Alberdi había sufrido las consecuencias de una gran creciente del río Cuarto lo que generó diversas problemáticas socio-económicas. Donde las vicisitudes de la vida quedaban inmutables y no lograban corromper los momentos de disfrute era en los baldíos y canchitas en las cuales se sustanciaban los torneos relámpagos de fútbol femenino. Jóvenes y no tan jóvenes protagonizaban interminables tenidas domingueras. Y en cada cita de fin de semana, una mujer se llevaba las miradas atónitas por su destreza, talento y magia: “la Maradona”.
Mercedes Luna, más conocida como “la Pelé”. No la llamaban ni “negrita”, ni “mechi”, ni “lunita”… la referencia era un hombre: Edson Arantes do Nascimento, el astro brasileño que entre 1957 y 1964 tuvo su época de esplendor en el fútbol con el Santos FC y la selección brasileña (obtuvo cuatro trofeos brasileños, dos Copa Libertadores, dos Intercontinentales con el club y dos Copas del Mundo con la “verdeamarelha” en Suecia y en Chile -marcó en ese periodo casi 600 goles-).
Patricia Carrizo, más conocida como “La Maradona”. No la apodaban “pato”… la referencia era otro hombre: Diego Armando Maradona, el astro argentino cuya fulgurante aparición en el mundo fútbol se dio a mediados de los 70 con sólo 15 años en Argentinos Juniors. Luego, la historia ya conocida y disfrutada. Su magia al servicio de Boca Juniors, la selección juvenil y la mayor, su incursión europea en Barcelona FC y Napoli, y los imborrables goles a Inglaterra en el entrañable título del Mundial de México 86.
Aquellas referencias comparativas con hombres obedecían a un sello de la época y a que el movimiento de las mujeres en el fútbol era tan incipiente como inconstante.
Mercedes nació el 12 de febrero de 1944 en Adelia María. Sin embargo, su crianza transcurrió en una familia de profesionales de la medicina en Río Cuarto “custodiada” por hermanos varones. Patricia nació un 7 de febrero de 1966. Creció en el populoso barrio Alberdi (precisamente en el sector del “Obrero”) también bajo la celosa guarda de sus seis hermanos mayores.
Lejos de los mandamientos impuestos socialmente, ambas subieron la cuesta de la vida arraigadas a las costumbres de los varones de la casa: jugando todo el día a la pelota en calles de tierra o en baldíos.
Lejos de los mandamientos impuestos socialmente, ambas subieron la cuesta de la vida jugando todo el día a la pelota en calles de tierra o en baldíos.
“Yo me crié con varones y en el pueblo jugábamos en la calle al fútbol. Me decían que parecía un varoncito por cómo jugaba y porque usaba pelo bien cortito”, describe Mercedes, quien grafica con claridad otro sello de la época (´50-´60): “Era arquera en el equipo porque no querían que juegue al centro. Recuerdo que salimos campeones de un torneo y no nos querían dar el título porque yo era mujer… y para mí, siendo mujer, el fútbol siempre fue, es y será una pasión”.
“Era arquera en el equipo porque no querían que juegue al centro. Recuerdo que salimos campeones de un torneo y no nos querían dar el título porque yo era mujer”
MERCEDES LUNA
Patricia despuntó su pasión por el fútbol desde el mismo momento en que tuvo uso de razón: “Empecé a mediados de los 70, desde que nací jugué toda mi vida. Eran muchos varones y yo… es más, mi mamá me dijo que en vez de nacer con un ´pan debajo del brazo´ -como reza el dicho popular-, nací con una pelota”.
La práctica del fútbol femenino, a lo largo de la historia, fue recurrentemente ridiculizada, obstaculizada, censurada, simplificada, reprimida y hasta desaconsejada por dictámenes médicos y científicos. Tal como lo reseña Juan Cristóbal Marinello Bonnefoy, Doctor en Historia por la Universitat Autónoma de Barcelona e investigador del Instituto de História Contemporânea da Universidade Nova de Lisboa, la historia del fútbol femenino es un capítulo más de la larga historia del control masculino sobre el cuerpo de las mujeres, de su relegación a roles secundarios y de su adecuación forzada a un ideal de feminidad definido por los hombres.
La historia del fútbol femenino es un capítulo más de la larga historia del control masculino sobre el cuerpo de las mujeres
Haber sido una de las pioneras del fútbol femenino en Río Cuarto a Mercedes Luna le genera satisfacción y gozo: “Saber que ahora el fútbol es más popular entre las mujeres, que las chicas juegan naturalmente en diversos ámbitos es muy lindo. Antes la mujer tenía asignado otro rol, pero nosotras éramos felices jugando al fútbol. Fue una época hermosa la que vivimos jugando a la pelota”.
“En mi caso -reseña Patricia Carrizo- notaba que había algunas resistencias a que jugáramos. Hoy es natural, pero antes a mi hermano no le gustaba que yo jugara, pero yo me iba igual. Le decía: ´si te gusta bien, sino también´ (risas). Yo amaba el fútbol, me levantaba a la mañana, iba al colegio, volvía, comía y me iba a jugar al fútbol hasta que cayera el sol. Eran todos chicos y yo”.
“Antes la mujer tenía asignado otro rol, pero nosotras éramos felices jugando al fútbol”
MERCEDES LUNA
Las nuevas generaciones de jóvenes encuentran en la actualidad una realidad organizativa y logística del fútbol femenino que dista -y mucho- de aquellos años de iniciación.
“Yo con 20 años sólo quería jugar al fútbol. Lo hacía con mis hermanos y sus amigos en las calles hasta que escuché que había un hombre que hacía entrenamientos para mujeres en barrio Alberdi. ¡Y allá fui! Pero no había la organización de ahora, antes jugábamos entre nosotros, hacíamos encuentros con otros equipos de barrio o pueblo vecinos. Hemos ido a jugar a Firmat (Santa Fe) y otros”. “La Pelé” alcanzó su momento sublime cuando deslumbró a propios y extraños en un partido amistoso que representó, a la postre, un hito del futbol femenino local. La visita de la formación femenina del Club Atlético Tigre en 1965 fue un suceso popular. La cancha de Estudiantes de Río Cuarto lució repleta para presenciar un hecho pintoresco para la época. La victoria 3-0 del equipo bonaerense sobre las chicas dirigidas por Manuel “Paco” Casal no impidió el lucimiento de Mercedes Luna.
“Nosotros estábamos en la cancha ese día con parte del plantel que jugaba en Estudiantes y fuimos a ver el partido y recuerdo que le dije a modo de chiste al ´litin´ (Rodríguez) que la ´10´ de Alberdi era mejor que varios, que la íbamos a convocar para que jugase con nosotros y algunos de los nuestros iban a ser suplentes de ella”, dice Humberto Mansilla, mediocampista del “celeste”, al rememorar su presencia -y la de parte del plante mayor del equipo de Avenida España- en aquel encuentro.
Su prodigiosa pegada, los firuletes al servicio del conjunto, su atrevimiento y desfachatez y su andar terso por la cancha motivaron a los dirigentes de Tigre a tentarla para que se sumase al representativo de Victoria. “Me quisieron llevar ese mismo día a jugar para ellos, pero no se dio. En mi casa no querían que me fuera. Sin embargo, dos años después tuve la suerte de formar parte. Fue una experiencia hermosa, no duró tanto tiempo, pero me encantó yo sólo quería jugar al fútbol y me dio satisfacción”. En esa incursión por el mejor exponente del fútbol femenino de la época, Mercedes entabló un estrecho vínculo con Zunilda Troncoso, una de las mejores jugadoras de Tigre, quien le insistió que se quedara en Buenos Aires. Sin embargo, ´la Pelé´ decidió volver a continuar su vida en Río Cuarto: “Cómo es la vida, si me hubiese quedado quizá tenía la chance de ir a la selección nacional que jugó el Mundial en México en 1971”.
Aquél año 65 registró la inusitada experiencia de un partido de fútbol femenino acompañado por una multitud en cancha de cancha de Estudiantes, mientras en barrio Alberdi se consumaba un hito social para época: la Primera Semana de Barrio Pueblo Alberdi. La mancomunión de esfuerzos y compromiso de organizaciones sociales y religiosas posibilitaron un espacio de encuentro a partir de actividades culturales, deportivas y de recreación: festival de boxeo, maratón, campeonato de bochas, karting y ciclismo; y un baile con elección de reina en las instalaciones del Centro Cultural. Esta institución, el Sportivo Luis Pasteur, Atlético Liniers, la Biblioteca Popular Sarmiento, el Dispensario Municipal Nº1, las cooperadoras de la Escuela Nacional 498 y la Parroquia La Merced, la Unión de padres Hogar María Benita Arias, Fraterna Ayuda Cristiana y Asociación Vecinal Barrio Alberdi ornamentaron -con la ayuda de los comercios- cada rincón para disfrutar de una semana que sirviera para profundizar los lazos vecinales y el sentido de pertenencia comunitario. La Semana de Barrio Pueblo Alberdi se mantuvo hasta mediados de los 70; a esa altura la crack del fútbol femenino de Centro Cultural ya no deslumbraba en un campo de juego. Es que el destino en la vida de Mercedes Luna no estuvo signado finalmente por una extensa carrera futbolística. Su camino lo iluminó Dios y actualmente es Ministra de la Eucaristía de la Diócesis de Río Cuarto por lo que sus días, desde hace mucho tiempo ya, son compartidos con la comunidad religiosa de la Iglesia Catedral: “Ésa es mi misión en la vida, pero no me olvido lo feliz que fui jugando al fútbol, haber entrado a la cancha de Estudiantes repleta de gente, con mi familia y amigos en las tribunas. Es más, todavía disfruto de los recuerdos de los tacos, los goles, la bicicleta, disfruto de la belleza del fútbol”.
“Todavía disfruto de los recuerdos de los tacos, los goles, la bicicleta, disfruto de la belleza del fútbol”
MERCEDES LUNA
En el pensamiento del filósofo y sociólogo alemán Georg Simmel la noción de destino, como categoría de la vida, conforma y colorea toda existencia. De rojo y blanco pudo haberse teñido la juventud de Patricia Carrizo. Su decisión de retornar horas antes de un viaje a Buenos Aires imposibilitó desarrollar una prueba de jugadoras que “su amor” River Plate estaba realizando a comienzo de los años 90 para fortalecer su estructura competitiva. Allegados ya le habían sugerido sus grandes posibilidades de ser incorporada al club “millonario” por talento y característica de juego. “Es una gran satisfacción ver hoy que el fútbol de mujeres se está profesionalizando, una desde su lugar luchó por eso, aunque nuestra generación no tuvo esa posibilidad. Nosotras no tuvimos esa oportunidad y es muy bueno que hoy pase. Nosotras jugábamos en los rejuntados de barrios representando a comercios que nos pagaban el juego de camisetas y la inscripción al torneo. Yo pude jugar en la Selección de Río Cuarto, también para la de Laboulaye e incluso estuve a punto de probarme en River Plate pero me volví un día antes porque había torneo acá en la ciudad. Jugábamos relámpagos desde la mañana del domingo hasta la noche; terminábamos los partidos o las definiciones de los penales en los campitos de barrio alumbradas por los autos a los costados de la cancha”.
“Es una gran satisfacción ver hoy que el fútbol de mujeres se está profesionalizando, una desde su lugar luchó por eso”
PATRICIA CARRIZO
El fútbol como inspiración de felicidad plena, como excusa para compartir un grato momento. Así como el arte, el fútbol posee una fuerte carga simbólica y social. Aunque el aura del arte aparezca en algunos momentos. La técnica de cada jugador/a puede apreciarse como las pinceladas de un artista y para comprender la importancia de cada obra. “Al fútbol lo entendíamos como buen juego, con belleza y estilo. Ahora me parece es un poco más físico. Antes se disfrutaba más me parece. Hoy son muy pocas las pibas que juegan realmente bien. Me gustaría que sean más las chicas que jugasen realmente bien. Creo que hay poca técnica, hay mucho más en lo físico. A mi gusto… pero hay buenos equipos. Hoy se compensa esa falta de técnica con fuerza, potencia”, analiza Patricia. Quienes la vieron jugar aseguran que conjugaba técnica y sapiencia, además de capacidad goleadora y versatilidad para adaptarse a varios puestos. “Me decían la Maradona por lo petiza (risas). Me decían por el parecido, dicen que tenía cosas de Diego. Tenía la visión de juego de Maradona, según me dijeron, pero jugué no sólo de enganche, de 10, sino también de 8, de 2 y de 5, aunque era un poco vaga para entrenar y de 5 había que correr más, así que ahí jugué poquito”.
– Si pudieran retroceder en el tiempo, ¿cambiarían algo del libreto que escribieron de sus vidas?
– Ni una coma. Disfrutamos cada instante esta pasión por el fútbol. Sin dudas si volviera a nacer haría lo mismo, cerrando los ojos. Pasamos cosas hermosas. Si volviera a nacer volvería a jugar el fútbol.
“Si volviera a nacer volvería a jugar el fútbol”
PATRICIA CARRIZO
El convencimiento de la respuesta Patricia Carrizo, asentida con ademanes por Mercedes Luna, encierra la plenitud del disfrute de cada momento.
En el intercambio de remembranzas, en la sala de reuniones de la Iglesia Catedral de Río Cuarto -donde Mercedes pasa sus tardes- aparece en escena ella: la pelota. Carrizo y Luna la miran con respeto y gratitud. Se inspiran, les brillan los ojos. El escritor Jorge Luis Borges afirma que “el tiempo es ruinoso en su paso”. No se advierte en Mercedes. Con sus 75 años a cuestas, toma el balón, lo suelta por el aire y lo amortigua con una armonía de sinfónica en su zurda. Levanta la cabeza, como cuando asistía a la mejor compañera ubicada en Alberdi, y juega corto para Maradona. La pone bajo la suela, intercambia una mirada cómplice, y con un movimiento sutil hace reposar a la indócil en su empeine derecho. Se abstraen del contexto inmediato y aflora la melancolía de la polvareda levantada en los campitos de otros tiempos y los ecos de las directivas de Manuel Casal y Daniel Olguín.
Fueron ilusionistas, creadoras de mundos de ensueño donde marchaban de la mano lo asombroso y lo risueño. Al son de sus conjuros, las chicas que las vieron jugar ya no quieren ser como “ellos”, sino como Mercedes y Patricia.
Fueron “la Maradona” y “la Pelé”. Hoy serían “la Banini” o “la Ippolito”. O mejor, Estefanía Banini, Dalila Ippolito o de más acá, Carolina Pascuini, Juliana Berardo y tantas otras futbolistas serían hoy “la Carrizo” o “la Luna”.
* Extraído de libro Miralas Gambetear – Las mujeres cambian la historia del fútbol con golazos a los prejuicios de género
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