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Perú: el partido de los futbolistas jugando a comunicar

Por Leonardo Gasseuy

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La realidad social en un mundo empobrecido, poco comprometido e hiperglobalizado se ve representado en distintos mosaicos. Pocas cosas como en un vestuario de fútbol (que concentra grandes, jóvenes, ricos, pobres, blancos, negros, moderados, excéntricos, involucrados y abúlicos) se ve plasmado un sociograma tan perfecto para definir el colectivo. Un plantel de futbolistas, cualquiera sea su categoría, es una construcción social, una copia casi exacta de la sociedad en que vivimos.

«No soy comunista, voto por la democracia», dijo Edison Flores jugador de la Selección de Perú. Nació en el Municipio de Collique, un pueblo originario contemporáneo a los Incas, la cultura colli, aun presente en la sociedad peruana, es reconocido por su solidaridad y vida comunitaria. Yo voto por la democracia y por la libertad no nos dejemos engañar, conozcamos nuestra historia», dijo el delantero por las redes, en una triste muestra de frivolidad y guión publicitario. Exhortaba a votar por la hija de Fujimori. Tal vez no conozca la verdadera historia de Perú, el derrotero de la derecha y la gestión del padre de la candidata. Flores tiene 27 años, lo dijo desde Washington donde vive. Hace un tiempo que juega en el DC United.

Por estas horas en Perú se está terminando de recontar las actas de la segunda vuelta presidencial y parecería que el candidato de la izquierda Pedro Castillo le gana a Keiko Fujimori por solo un puñado de votos. Una constante peruana, todo tan ajustado como divido, tan agrietados como diferentes.

La mitad de un país apuesta por la izquierda de la mano de un maestro rural, impulsor de luchas en el sindicato docente, de encendida verba marxista; la otra mitad por la hija de Fujimori, que representa la elite peruana y va por su tercer intento de ser presidente. Keiko tiene 46 años, referente de la derecha, estuvo presa tres meses por el caso Odebretch. Si es electa una de sus primeras acciones es indultar a su padre, preso por corrupción y delitos de lesa humanidad.

El fútbol como construcción social no puede con tanta liviandad tomar partido político, cuando la sensibilidad de deportistas millonarios – portadores de un legítimo derecho a opinar- dista tanto del enorme y desprotegido colectivo.  Perú por caso, como casi todos los países latinos, va camino al 35 por ciento de pobreza, roza los 190 mil muertos por Covid y no llega a un 5% de vacunados. Necesita imperiosamente que sus referentes actúen con mayor responsabilidad social.

Taxativamente, por más niveles de exclusión que encontremos, la mayoría de los niños y adolescentes de cualquier país del mundo, accede a la masiva información que facilitan las redes sociales. Ese movimiento disruptivo, que modificó la matriz del mundo convencional, viene de la mano de una revolución irreversible y genera el debate ¿Cómo garantizar que la inteligencia artificial y sus actores mantengan una altura y calidad ética?

El deporte en todos sus sectores y los clubes con los profesionales que los componen y asesoran han logrado evoluciones en muchas áreas institucionales, tanto de formación como estructurales. La mayoría tienen colegios primarios y secundarios, las pensiones y comedores son de jerarquía, la calidad de los predios es notable, pululan nutricionistas, editores de imágenes y psicólogos, pero no cuentan con un verdadero programa profesional donde los jugadores accedan a formarse en materia de comunicación. Quien lo imponga habrá evolucionado, porque en un mundo de figuras sobreexpuestas, comunicar es una de las pocas tareas que el deportista no puede delegar.

Comunicar para un deportista es hablar en un singular proyectado. Son espejos prismados que se colectivizan y sin mayores esfuerzos masifican tendencias, venden e influyen. Una sola aparición emociona hasta las lágrimas o genera el odio más visceral que expone lo peor de la sociedad. La comunicación es demasiada ciencia, para tan volátiles instrumentos de letalidad y alcance, en manos de gente no preparada y ante tanto oportunista manipulador, que con un solo click, incita a un pungueo intelectual, malicioso e irreversible.

Comunicar para un deportista es hablar en un singular proyectado. Son espejos prismados que se colectivizan y sin mayores esfuerzos masifican tendencias, venden e influyen.


Cuando Carlos Zambrano dijo «Quiero un Perú sin comunismo y libre, y sobre todo en paz” no interesó la forma en que lo dijo, a quien y bajo que plataforma, solo sirve saber cuan fuertes son las convicciones de su proselitismo y que nivel de solidez alcanza su línea argumental. Claro que es genuino y responde a las libertades individuales, pero dispara un debate acerca de la legitimidad moral del discurso, que invade de mil maneras a los indecisos votantes peruanos, agrietando y haciendo eterno el desconcierto.

Solo Zambrano lo sabe. Jugó en el Saint Pauli alemán, un club de valores progresista donde se protege al barrio, los refugiados internacionales y pelean por la inclusión de la mujer y los gays. Zambrano pide paz, el Saint Pauli su ex club, renunció a ser clásico de su vecino el Hamburgo y eligió confrontar al Hansa Rostock, por ser de filosofía pronazi. Hechos, no palabras.

Carlos Zambrano, jugador de Boca Juniors y la Selección de Perú, quiere un Perú libre y sin comunismo.

Que exista responsabilidad en la comunicación de los deportistas, artistas y famosos no garantiza que el futuro sea mejor, es solo galvanizar un engranaje que ayude a la sana institucionalidad. Pedro Castillo, el futuro presidente llegó a votar a lomo de caballo, es un romántico. Prometió respetar la propiedad privada y por nada del mundo avasallar las voluntades individuales.

Tal vez el electo campesino no entienda que el debate moral cambió en estos tiempos. Su rechazo al aborto, al matrimonio homosexual, al consumo de marihuana y a la eutanasia hará tristemente que Perú vuelva a fracasar, al menos en el diseño sociografico, tal vez porque el presidente no pueda, no quiera o peor no lo dejen.

Históricamente ciertos estancamientos de la sociedad se dan por que no escuchamos para entender, solo escuchamos para lograr responder. Debemos encontrar ese eslabón evolutivo, que tenga a la comunicación como pilar de desarrollo social. Perú, Castillo, Flores y Zambrano son una anécdota. La mesa está servida, porque las plataformas están al alcance de todos, solo nosotros y nuestras intenciones, las convertimos en medicina o veneno.

Sera gestión de las nuevas generaciones entender que la buena comunicación nos hará mejores, los que componemos esta sociedad actual nos reprochamos sórdidamente el tiempo perdido. Algo hicimos mal: no vimos venir la ola y no supimos cómo manejarnos, defeccionamos y seguimos aturdidos, aun sabiendo que el futuro está aquí entre nosotros, pero equitativamente mal distribuido.

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