En Planeta Al Toque ya presentamos el flamante documental “Vilas – Serás lo que debas ser, o no serás nada”, que narra la investigación del periodista deportivo Eduardo Puppo, para que a Guillermo Vilas se le otorgue el reconocimiento oficial de haber sido n° 1 del mundo. Si ya te pusiste a verlo en Netflix o si estás a punto de hacerlo, un acompañamiento ideal sería leer la columna de Ezequiel Fernández Moores: “Hombres de hierro: Pelé, Maradona y Vilas, y el N° 1. ¿Qué es ser número 1?”.
Indiscutible que Guillermo Vilas es la figura más importante de la
historia del tenis argentino. Incluso una de las más importantes de nuestro
deporte en general. Pero hay una “espina” en su carrera. La gran discusión fue
y siempre será la misma: ¿Acaso “Willy” fue número 1 del mundo? Nunca
reconocido oficialmente por el ranking de la ATP, el periodista deportivo
Eduardo Puppo se puso al hombro, durante 12 años, una investigación. Eso derivó
en una película documental que se estrenó el pasado 27 de octubre.
“Vilas – Serás lo que debas ser, o no serás nada” narra la investigación de Eduardo Puppo para que a Guillermo Vilas se le otorgue el reconocimiento oficial de haber sido n° 1 del mundo.
Si ya te pusiste a verlo en
Netflix o si estás a punto de hacerlo, un acompañamiento ideal sería leer la
columna de Ezequiel Fernández Moores
en La Nación: “Hombres de hierro:
Pelé, Maradona y Vilas, y el N° 1. ¿Qué es ser número 1?”
Un tenis épico e inolvidable, un documental para sentarse y disfrutar
-y seguir reclamando que el argentino estuvo en lo más alto- y una lectura
indispensable para complementar.
Hombres de hierro: Pelé, Maradona y Vilas, y el N° 1. ¿Qué es ser número 1?
Fracasado el objetivo de entrevistar a Pelé, que cumplió 80
años el viernes pasado, el periodista puso la mira sobre Diego
Maradona, que cumple 60 este viernes. “¿Y cuántos pedidos de nota tuvo Pelé?”,
inquirió su interlocutor. “Dicen que doscientos cincuenta”, respondió
el periodista. “Ah, Diego tuvo muchos más”. El mundo mira a Leo Messi
y Cristiano Ronaldo. Pero Diego y Pelé siguen en lo suyo. Diego más símbolo que
DT en Gimnasia. Pelé asegurando que irá al Mundial de Qatar. “D10S”
uno. “O Rei” el otro. Pero ya frágiles. En fuerte contraste con su
obligación de ser inmortales. “Pelé no es eterno -escribió Juca Kfouri-.
Eterno es ser Pelé”. A Diego le gritamos que no se muera nunca, pero hasta
lo mataron en una placa de Crónica TV y en Rusia. O Rei, a su vez, desmintió la
frase mítica del artista Andy Warhol de que todos merecíamos tener alguna vez
nuestros quince minutos de fama”. Pelé, corrigió Warhol, “tendrá
quince siglos”. Fama, idolatría y eternidad. ¿Y número uno? ¿Qué es ser número uno?
Pocas veces vi un Titán tan frágil como Guillermo
Vilas en el emotivo documental que estrenó este martes Netflix. Frágil no por
la salud (un asunto privado que requiere cuidados especiales), sino porque el Gladiador de
los 62 títulos necesita, aunque haya pasado casi medio siglo, que la ATP
rectifique sus viejos rankings y le reconozca que en 1975 fue número uno del
mundo, como lo demuestra la investigación tenaz que realizó durante 12
años el periodista Eduardo Puppo, biógrafo además de Vilas, a quien entrevistó
noventa y seis veces en su casa, a razón de cuatro horas por jornada. Creemos
que somos nosotros los que necesitamos de ellos. Los creemos invencibles. El
tenista que se entrenaba hasta ocho horas diarias. Que cumplía treinta horas
semanales para practicar la precisión de un solo golpe, como cuenta su
entrenador Ion Tiriac. Y, también, el poeta que conoció a Krishnamurti y fue
amigo del Flaco Spinetta. Y que, ya curtido, llora desencajado la tarde que le
anuncian que su reclamo por el número uno por fin parece triunfar. Falsa
ilusión de la ATP, a esta altura, más odiosa que la FIFA.
Y allí está también Maradona. Daniel Arcucci me recuerda de qué modo
solían terminar siempre las entrevistas que le hacía a Diego en los ’90.
“¿Qué te falta?”, preguntaba el periodista. “Que me
quieran más”, respondía Diego. Los tiempos, es cierto, cambiaron y mucho. Hoy, era de redes
sociales, todos podemos ser famosos. Pero esa fama (y le cambiamos el sentido a
la frase de Warhol), durará apenas quince minutos. Todo es más ruidoso. Todo
más fugaz. “No se si yo podría haber sobrevivido en esta época”,
reconoce el gran Michael Jordan, muy comparado en las últimas
semanas con LeBron James. No se trata sólo de números. Jordan será póster eterno
de Nike. Pero jamás “la voz” de la NBA como sí lo es hoy LeBron, y no
sólo por sus cuatro anillos y sus números también tremendos. Hablo del
liderazgo fuera de la cancha. Si antes todos los jugadores querían ser Jordan
para vender zapatillas, ahora quieren ser LeBron para que se vaya Donald Trump.
También son opuestos Pelé y Maradona. Uno sonriente y amigo de Henry Kissinger. Casi Dios. El otro,
contradicciones incluidas, más rebelde. “Dios sucio, Dios más
humano”, lo definió Eduardo Galeano. Edson entregó su vida a Pelé. Diego a
Maradona. Cuando era tarjeta de crédito, Pelé señalaba que Diego no era
“un buen ejemplo para los jóvenes”. Pero O Rei también tuvo hijos
extramatrimoniales. Y tardó años en reconocer a Sandra Regina. Cuando Sandra
murió, a los 42 años, de un cáncer, la familia devolvió la corona que Pelé
envió al entierro. Ambos de orígenes humildes. Ambos hablando de sí mismo en
tercera persona. Uno más atlético. El otro más malabarista. Y la visión
periférica. Apenas recibe la pelota, Pelé (que no salió de Santos, pero ganó
tres Mundiales) “ya tiene un largometraje en la cabeza”, decía el ex
crack Nilton Santos. Maradona, contaba a su vez el médico italiano Antonio Dal Monte,
tenía un campo visual similar al de un piloto de prueba de aviones de guerra.
Millones de pibes y garotos soñando con ser Maradona o Pelé.
¿Y cuántos soñaron con ser Vilas, con el póster en su
habitación, como cuenta en Netflix el sueco Mats Wilander, que hasta envió un
video personal a la ATP para pedirle que de una vez por todas haga justicia con
el argentino? El primer tenista latinoamericano número uno del mundo,
formalmente reconocido por la ATP, fue en 1988, por apenas seis semanas: el
chileno Marcelo Ríos. El último fin de semana viajó hasta Santiago para
participar del plebiscito que aprobó una nueva Constitución en su país. Ríos
voló desde Miami, donde reside, porque Chile, dijo, se estaba jugando su futuro
y él no quería “que termine como Venezuela”. Llegó demasiado temprano
y la mesa no estaba lista. Cuando volvió, la fila era larga y prefirió irse,
temeroso de sufrir burlas. Ríos siempre tuvo una convivencia difícil con la
fama. Vilas, cuenta Puppo, reconoce en sus memorias que él también fue difícil.
Egoísta, tacaño, ambicioso, tozudo. Pero que esa misma tozudez lo ayudó a ser
número uno. Al ver tanto sacrificio, y conocedor de su hijo, Roque, su padre le
avisó un día que “de esto no podrás escaparte”. Tenista para siempre. “Serás
lo que debas ser -se llama el documental- o no serás nada”.
Fuente: La Nación Foto: Sebastián Domenech Redacción Al Toque