Para mí
crea y refleja al mismo tiempo luces y sombras a su alrededor. Alegrías y
tristezas, pero no recuerdo que nunca haya impulsado resignación. Porque uno de
los valores que afianza es la capacidad de ESPERAR nuevas oportunidades tras
los fracasos pasados.
Los resultados adversos fortalecen la paciencia. Competir con espíritu deportivo es también aprender a respetar a los rivales y despedirlos con dignidad. Es inaugurar y muchas veces aplazar nuestro apetito de dominio.
Es desvivirse para mejorar lo dado, rebasar las expectativas previas, saber recibirse en los otros. Ser libre de sí, aún de las propias sombras. La paciencia de nuestros propios límites nos hace tomar conciencia que somos un ser de lejanías, lejanías tan lejanas que se trasparentan en ausencias; que susurran añoranzas, como nostalgias de las propias epopeyas.
Ser
deportista es entrenar la alegría de vivir junto a otros en movimiento y en
medio de las dificultades. Estoy convencido, que la CREATIVIDAD nace de las
mismas dificultades (y a veces del aburrimiento) con el que nos enfrentamos a
diario. Así, las cosas más útiles en la vida se originan a partir de la
experiencia profunda de la, como el deporte, el juego y la filosofía.
No
producen nada más que el gozo (y la feliz ansiedad) de jugar con el cuerpo y
las palabras. No podemos anticipar el final. ¡Y allí donde se pretende perpetuar
el resultado en certeza, ellos se encargan de hacernos entrar en crisis y
volver a inaugurar la novedad y la pregunta! ¡Parece difícil pero no es
fácil! Ehhhhh…
* Profesor y Licenciado Nacional de
Educación Física (Universidad Nacional de Río Cuarto).